Los intereses económicos

detrás de los transgénicos

 

Los cultivos y alimentos transgénicos comercializados en la actualidad no presentan ventajas destacadas para el agricultor y ninguna para el consumidor, en cambio presentan riesgos para el medio ambiente y la supervivencia de una agricultura sin transgénicos. Sin embargo, los intereses económicos en juego hacen que se han introducido ya a gran escala en algunos países y se intenten imponer al resto del mundo.

  

 

Las empresas biotecnológicas han invertido en los últimos años miles de millones en el desarrollo de cultivos modificados genéticamente –o transgénicos–, inventando así plantas con genes de otras especies y características nuevas. Estas variedades, que no se hubieran podido obtener con los métodos de cruzamiento naturales, se están empleando ya a gran escala en principalmente tres países: EE.UU., Argentina y Canadá. Otra docena de países han tenido alguna experiencia con los cultivos transgénicos desde que éstos fueron introducidos en la agricultura, hace diez años. Las plantas transgénicas que se utilizan en la actualidad son soja, maíz, algodón y colza. En España, se viene cultivando desde 1998 un tipo de maíz modificado genéticamente e importando aproximadamente 4 millones de toneladas de soja transgénica y entre 0,5 y 1 millón de toneladas de maíz transgénico cada año. Estas materias primas entran en la fabricación de piensos y alimentos.

 

En los diez años de existencia de los cultivos transgénicos, la resistencia de los ciudadanos ha ido en aumento en muchas partes del mundo, en particular en Europa. Encuestas oficiales de la Comisión Europea muestran que el 94,6% de los ciudadanos de la UE quieren tener el derecho a elegir, el 85,9% desea saber más acerca de los OMG antes de consumirlos y el 70,9% simplemente no quiere consumir alimentos transgénicos. Pero los intereses económicos de empresas y países son tan importantes que las presiones son enormes para conseguir una introducción masiva de los transgénicos en la producción agraria y de alimentos.

 

Las empresas que han desarrollado cultivos transgénicos son las que ya estaban en el mercado de semillas y productos químicos para la agricultura. En los últimos años, asistimos a varias fusiones y compras de empresas, lo que ha concentrado el mercado de las semillas transgénicas en las manos de cinco grandes multinacionales. Se trata de las cinco mayores empresas agroquímicas del mundo: Syngenta, Bayer CropScience, Monsanto, DuPont y Dow. Monsanto es de lejos la empresa que más semillas transgénicas vende con más del 90% del mercado.

 

Más del 70% de los cultivos transgénicos han sido desarrollados para ser tolerantes a un herbicida concreto, es decir que en el campo, pueden soportar grandes cantidades de este producto químico sin verse afectados. De esta manera, las empresas aprovechan este tipo de cultivos modificados genéticamente para incrementar sus ventas en productos químicos. La experiencia de Estados Unidos está demostrando que por ejemplo el uso de los herbicidas aumenta en un 5% en la soja transgénica comparado a la soja convencional. Así mismo un reciente estudio demuestra que la siembra de 220 millones de ha. de maíz, soja y algodón transgénicos desde 1996 ha tenido como consecuencia un aumento del uso de los herbicidas en torno a los 22 millones de kg.

 

También los intereses en juego para los países que cultivan variedades transgénicas son considerables. Por ejemplo desde que EE.UU. cultiva maíz transgénico, ha visto sus exportaciones a Europa caer en más del 99%.

 

Este contexto, en el que las empresas tienen que rentabilizar las inversiones y los países productores tienen que vender sus cosechas transgénicas, ha originado todo tipo de estrategias y presiones políticas para imponer los transgénicos al mercado mundial, desde la contaminación intencionada de cultivos no transgénicos o la amenaza a países para que retiren normas restrictivas hasta la eliminación de los excedentes agrícolas transgénicos mediante la ayuda alimentaria.

 

El episodio más grave de batalla comercial tiene lugar actualmente en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC). EE.UU., Canadá y Argentina presentaron en mayo de 2003 una denuncia en contra de la UE ante la OMC por el bloqueo de todas nuevas aprobaciones desde 1998. EE.UU. reclama una compensación de 1.800 millones de dólares por entender que el bloqueo de las aprobaciones daña a su economía. Si la OMC dictamina una sentencia en contra de la UE, los ciudadanos europeos tendremos que pagar una compensación millonaria a los países demandantes, con las nefastas consecuencias que esto pueda suponer para nuestra economía y empleo y probablemente la UE tendrá que abrir todavía más su mercado a los productos transgénicos en contra de la voluntad de la inmensa mayoría de los consumidores.

 

Los cultivos y alimentos transgénicos comercializados en la actualidad no presentan ventajas destacadas para el agricultor y ninguna para el consumidor, en cambio presentan riesgos para el medio ambiente y la supervivencia de una agricultura sin transgénicos. Sin embargo, los intereses económicos en juego hacen que se han introducido ya a gran escala en algunos países y se intenten imponer al resto del mundo. Llegar a este extremo resultaría muy peligroso para la humanidad, ya que la alimentación mundial recaería en manos de un puñado de grandes empresas.

 

 

Liliane Spendeler

Biodiversidad

11 de octubre de 2004

 

 

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