A pesar de la
gran cantidad de evidencias que existen sobre
los fracasos de la aplicación de la
biotecnología en el agro, en el Senado de los
Estados Unidos se ha propuesto una ley de ayuda
al desarrollo de muchos miles de millones de
dólares, fondo que estaría dirigido a más
investigación sobre ingeniería genética. La ley
se propone con el argumento que los cultivos
transgénicos son esenciales para dar de comer a
los pobres del mundo.
El gobierno de Estados Unidos como parte
de sus programas para ayuda al desarrollo
pretende promover de manera masiva los cultivos
de trangénicos en los países más pobres del
mundo, y de esa manera beneficiar a sus empresas
biotecnológicas.
A pesar de la gran cantidad de evidencias que
existen sobre los fracasos de la aplicación de
la biotecnología en el agro, en el Senado de los
Estados Unidos se ha propuesto una ley de
ayuda al desarrollo de muchos miles de millones
de dólares, fondo que estaría dirigido a más
investigación sobre ingeniería genética. La ley
se propone con el argumento que los cultivos
transgénicos son esenciales para dar de comer a
los pobres del mundo.
La propuesta se llama Global Food Security Act (SB
384), y representa el más grande proyecto
agrícola dirigida a la ayuda al desarrollo desde
que se introdujo la Revolución Verde, que obligó
a los campesinos del Tercer Mundo a adoptar de
manera masiva semillas de alto rendimiento,
dependientes de pesticidas, mecanización del
campo, sistemas de irrigación artificial, para
producir productos sobre todo dirigidos a la
exportación, en las décadas de 1959 y 1960.
Esta nueva propuesta de ley, que en realidad
tiene como intención re-lanzar una nueva
revolución verde, pero esta vez basada en
semillas transgénicas, pero también en otras
tecnologías de punta como la nanotecnología), ha
sido fuertemente apoyada por el sector del
agronegocio en los Estados Unidos.
Esta legislación es conocida también como la Ley
Lugar-Casey porque el proyecto fue hecho por los
senadores Richard Lugar (R-IN) y
Robert Casey (D-PA). El proyecto de ley
pretende reformar los programas de ayuda para
centrarse a largo plazo en el desarrollo
agrícola, y reestructurar los organismos de
ayuda para responder a las crisis.
El fondo para
el desarrollo agrícola - unos US $ 7,7 mil
millones del total previsto en el marco del
proyecto de ley - se dirige en gran parte a la
investigación de cultivos genéticamente
modificados.
Este proyecto de ley está complementado con
otras iniciativas como las de la Fundación Gates.
La Fundación Gates lanzó junto con la
Rockefeller Foundation una iniciativa llamada
AGRA que tiene como propósito lanzar una nueva
revolución verde en África, con el
argumento, que la primera revolución verde no
tuvo un fuerte asidero en África, a
diferencia de lo que pasó en América Latina
y Asia.
Aunque el AGRA no trabaja directamente con
semillas transgénicas, si promueve nuevas
variedades que sustituirán las variedades
tradicionales usadas por los campesinos en todo
el continente. Esta nueva revolución verde va a
trabajar con semillas en las que se basa la
soberanía alimentaría de los pueblos africanos
como es el sorgo, el banano, el camote, el maíz
y el arroz, y se pretende desarrollar variedades
resistentes a sequías, (con el argumento de que
hay que adaptarse al cambio climático), a
ciertos virus, etc.
Este proyecto se complementa con una fuerte
promoción a lo que ellos llaman agrodealers
(vendedores ambulantes de tecnología), que son
gente de las mismas comunidades, quienes se
encargarán en distribuir el paquete tecnológico,
así las nuevas semillas llegarán a los rincones
más recónditos del continente.
Pero además, la Gates Foundation trabaja en una
línea fuerte de ingeniería genética a través de
su programa THE GRAND CHALLENGE IN GLOBAL HEALTH
INITIATIVE (Iniciativa para desafiar la salud
global) , donde se entregan sumas muy grandes
para investigación en cultivos transgénicos, a
Universidades y centros de investigación de
Estados Unidos, pero dirigidos a cultivos
del Tercer Mundo, incluyendo cultivos de banana,
yuca, arroz y sorgo con mayor cantidad de
nutrientes, por ejemplo con más Vitamina A (una
especie de arroces dorados), Hierro, Calcio,
etc.
Esta iniciativa
trabaja fuertemente también en nanotecnología.
Uno de los
grandes beneficiarios de este fondo es el
Danforth Centre, basado en St. Louis, donde
Monsanto tiene su sede. Este centro recibe
además fuertes fondos de Monsanto.
Otro
beneficiario de los fondos Gates es la propia
Monsanto.
La Fundación Carter es una de las
administradoras del fondo.
A diferencia de la primera revolución verde,
estas nuevas semillas tendrán propiedad
intelectual, y serán elaboradas usando una serie
de instrumentos que están patentados.
Por ejemplo, en
el desarrollo del Monsanto ha dicho que
colaborará en algunos de los proyecto, poniendo
a disposición (y cobrando) por su tecnología
patentada.
Recordemos que Bill Gates hizo su inmensa
fortuna a base de la propiedad intelectual,
llegando a ser el hombre más rico del mundo. El
influyó en las legislaciones de muchos países
para que se reconozcan los copyrights (que le
beneficiaban a el).
Es este mismo espíritu el que mueve a la nueva
revolución verde de Gates, que toma
además los viejos elementos de la revolución
verde de Rockefeller, esto es, promover
el consumo de insumos basados en petróleo
(recordemos que Rockefeller, como dueño
de la Standar Oil fue también en su época
el hombre mas rico del mundo, en base al
petróleo).
La USAID está también trabajando en el
desarrollo de nuevas variedades transgénicas
para el África, usando argumentos tales
como enfrentar la adaptación al cambio
climático, y paliar el hambre en el mundo,
coordina estrechamente con los proyectos de la
Fundación Gates.
Todos estos programas se complementan con apoyo
al desarrollo de normas de bioseguridad y de
propiedad intelectual, para facilitar el ingreso
de estos nuevos trasngénicos en los países donde
aun no han entrado (que son la gran mayoría de
países).
A este escenario se junta
la nueva
propuesta de ley, que inyectará a la industria
biotecnológica con 7 mil millones de dólares
más,
lo que le permitirá llegar a un mercado que ha
estado cerrado para ella, que son los pobres del
mundo, porque con el argumento de que el
objetivo es ayudar a la problemática del hambre,
se trabajará con los cultivos de los cuales
depende la soberanía alimentaría de muchos
pueblos.
Tomado de
Ecoportal
21 de agosto de 2009
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