Las lecciones del
arroz para nuestro maíz |
En agosto
de 2006, el gobierno estadounidense reconoció la
contaminación del arroz comercial de ese país con el
transgénico experimental LL601, no aprobado para consumo
humano. El anuncio provocó la cancelación inmediata de las
importaciones de ese grano por parte Japón, la caída del
precio, el rechazo de los 25 países de la Unión Europea al
cereal, sumando pérdidas de más de 100 millones de dólares.
Cientos de productores de arroz han presentado 25 demandas
por daños en contra de Bayer, mientras la Federación
de Productores de Arroz han adoptado un plan de emergencia
para tratar de "limpiar" de transgénicos la cosecha del año
próximo. Este escándalo es ya calificado como la peor crisis
para los arroceros en Estados Unidos.
Los
conflictos creados por esta contaminación evidencian la
falta de control de la industria biotecnológica sobre los
cultivos transgénicos sembrados al aire libre y debe
alertarnos sobre los riesgos reales y los peligros
potenciales que corremos si se otorgan permisos a la siembra
experimental de maíz en México.
Jugar con fuego
El arroz
transgénico LL601 de Bayer que contaminó las cosechas
de Estados Unidos nunca se cultivó a escala
comercial: sólo se permitió su siembra experimental entre
1998 y 2001 a la compañía Aventis CropScience,
que después se fusionó con Bayer. Nadie sabe cómo
este experimento se "escapó" del control de sus
investigadores y apareció cinco años después en los
contenedores de arroz para la venta al público, en el estado
de Arkansas, el principal productor de arroz de ese país.
A raíz de
este escándalo, el centro experimental agrícola de la
Universidad de Louisiana aclaró que desde 2003 había
encontrado trazas del transgénico LL601 en la semilla de
arroz conocida como Cheniere, que fueron sembradas en
alrededor de 12 por ciento de la tierra dedicada al arroz en
Arkansas.
Sorprendentemente, pruebas de laboratorio revelaron que el
31 por ciento de la cosecha de ese estado resultó
contaminado. En otras palabras: hay tres veces más arroz
contaminado del que pudiera esperarse si la única fuente de
esta contaminación fuera a través de las semillas. Hasta la
fecha, 19 países han confirmado la presencia de este arroz
contaminado e ilegal en las importaciones de arroz
provenientes de Estados Unidos.
Cinco años
después de la siembra experimental de este arroz
transgénico, la contaminación está fuera de control, porque
es imposible controlar una contaminación de la que se ignora
su origen. Paradójicamente, aunque Bayer es la
responsable directa de estos problemas, la compañía no ha
aportado ni un centavo para controlar la situación. En su
página web, simplemente declara: "(Creemos) que la compañía
actuó responsablemente cumpliendo las leyes y regulaciones
en la materia y se defenderá vigorosamente de (las) demandas
(presentadas en su contra)". Por su parte, el gobierno
estadounidense guarda silencio.
Nuestras barbas a remojar
¿Acaso
tendremos que comer maíz contaminado con transgénicos
experimentales porque "no se pudo controlar" la polinización
abierta del maíz ni el vuelo de los insectos ni la "fuga
accidental" de estos transgénicos de los campos
experimentales del Instituto Nacional de Investigaciones
Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), donde se
pretenden hacer estos experimentos? ¿Monsanto,
Pioneer y Dow AgroSciences pagarán por los
daños que provoque la contaminación o dirán que "cumplieron
con la ley"? ¿El gobierno demandará a las trasnacionales que
paguen por los daños que sus semillas transgénicas pueden
causar o guardarán también un silencio negligente y
cómplice? Como país que no existe sin maíz, es preciso que
en México aprendamos las lecciones del arroz y
protejamos nuestro alimento básico de experimentos
transgénicos, antes de que sea demasiado tarde.
Areli
Carreón
Tomado de
La Jornada
26 de
marzo de 2007
Foto:
La Jornada
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