Los transgénicos en el
mundo |
Qué
Los cultivos transgénicos están
muy concentrados en apenas 6 países, en unos pocos cultivos
y en unas pocas características. Aunque hay muchas plantas
transgénicas, sólo unas pocas se cultivan. La soja
transgénica, con 41,4 millones de hectáreas en 2003,
representó el 61% del área transgénica mundial; el maíz, con
15,5 millones de hectáreas, el 23%. El resto corresponde al
algodón, con 7,2 millones de hectáreas y el 11% del total
mundial, y a la colza, con 3,6 millones de hectáreas y el 5%
del total mundial.
En el año 2003 el 55% de los 76
millones de hectáreas de soja cultivadas en el mundo
correspondió a la soja transgénica, el 21% de los 34
millones de hectáreas cultivadas de algodón, el 16% de la
colza de los 22 millones de hectáreas cultivadas en el
mundo, y el 11% de los 140 millones de hectáreas de maíz
cultivadas en el mundo correspondió al maíz transgénico. Si
se suman los cuatro cultivos citados, el 25% de los 272
millones de hectáreas correspondió a los cultivos
transgénicos.
Quién
Monsanto tiene el 80% del
mercado de las plantas transgénicas, seguida por Aventis con
el 7%, Syngenta (antes Novartis) con el 5%, BASF con el 5% y
DuPont con el 3%. Estas empresas también producen el 60% de
los plaguicidas y el 23% de las semillas comerciales.
Cómo
La práctica totalidad de los
cultivos transgénicos han sido manipulados para reemplazar a
sustancias químicas de amplio uso, sobre todo insecticidas (Bacillus
thuringiensis) y herbicidas (glifosato o glufosinato,
fabricados también por las mismas empresas que venden las
semillas). La mayoría de las plantas transgénicas incorporan
un gen de resistencia a los antibióticos (gen marcador).
Cerca del 18% por ciento de los cultivos transgénicos
mundiales son variedades Bt (Bacillus thuringiensis), sobre
todo de maíz (9,1 millones de hectáreas, 13% del total
mundial en 2003), manipuladas para producir una toxina
contra los insectos (12,2 millones de hectáreas en total), y
el 73% son cultivos transgénicos de soja (41,4 millones de
hectáreas, 61%), maíz, colza y algodón diseñados para
resistir a herbicidas como el glifosato o el glufosinato
(67,7 millones de hectáreas). El resto llevan ambas
características, Bt y resistencia al glifosato.
Dónde
Estados Unidos (63%), Argentina
(21%), Canadá (6%), China (4%), Brasil (4%) y Suráfrica (1%)
representan el 99% de la superficie plantada con
transgénicos en 2003, aunque en el resto del mundo,
afortunadamente, no pasan de ocupar un lugar marginal. No
obstante, ha aumentado el número de países con cultivos
transgénicos, 6 en 1996, 9 en 1998, 13 en 2001, y 18 en
2003. Los transgénicos se cultivan en 7 países
industrializados (Estados Unidos, Canadá, Australia, España,
Alemania, Rumania y Bulgaria) y en 11 países en desarrollo
(Argentina, China, Suráfrica, México, Indonesia, Brasil,
India, Uruguay, Colombia, Honduras y Filipinas).
El ISAAA prevé que en los
próximos cinco años 10 millones de agricultores de 25 países
sembrarán 100 millones de hectáreas de cultivos transgénicos,
y el valor del mercado mundial de transgénicos pasará de los
actuales 4.500 millones de dólares de este año a 5.000
millones en el año 2005.
Estados Unidos sembró 42,8
millones de hectáreas con cultivos transgénicos, un 10% más
que en 2002, representando el 63% del total mundial
(básicamente maíz Bt y soja tolerante a herbicidas).
Argentina plantó 13,9 millones de hectáreas, un 3% más que
en 2002 y un 21% del total mundial (maíz Bt, y casi el 100%
de la superficie de soja). Canadá cultivó 4,4 millones de
hectáreas, el 6% del total mundial y un 26% más que en 2002
(colza, maíz Bt y soja tolerante a herbicidas).
Brasil, que en 2003 sembró soja
transgénica legalmente por primera vez (ya se importaban
semillas de soja transgénica de contrabando, procedentes de
Argentina), a pesar de las promesas electorales del
presidente Lula y de la oposición de buena parte del PT,
plantó 3 millones de hectáreas, un 4% del total mundial (en
su totalidad soja resistente al herbicida glifosato, que
vende Monsanto, al igual que las semillas transgénicas).
China plantó 2,8 millones de
hectáreas de algodón transgénico (58% del cultivo nacional
de algodón), con un aumento del 33% respecto a 2002 y el 4%
del total mundial. Suráfrica sembró 400.000 hectáreas, un
33% más que en 2002 y un 1% del total mundial (maíz Bt,
algodón y soja). En Australia disminuyó la superficie
cultivada, que fue de sólo 100.000 hectáreas de algodón
transgénico. India plantó algodón Bt por segundo año,
llegando a 100.000 hectáreas en 2003. Uruguay plantó 60.000
hectáreas de soja y maíz Bt, y Rumania sembró 70.000
hectáreas de soja transgénica.
España siguió siendo el único
país de la Unión Europea que sembró una superficie
importante con cultivos transgénicos, 32.000 hectáreas de
maíz Bt, con un aumento del 33% respecto a 2002, aunque
deberá dejar de cultivarlo, por la utilización de
antibióticos, que inducen a resistencias, tras la resolución
del Parlamento Europeo. En el resto de Europa, Alemania
sembró una pequeña superficie con maíz Bt, y Bulgaria siguió
cultivando unos pocos miles de hectáreas de maíz tolerante a
herbicidas.
Filipinas sembró por primera vez
cultivos transgénicos en 2003, unas 20.000 hectáreas de maíz
Bt. En Indonesia los agricultores sembraron una pequeña
superficie con algodón Bt en Sulawesi. Colombia aumentó las
plantaciones de maíz Bt hasta unas 5.000 hectáreas, y
Honduras plantó 2.000 hectáreas de maíz Bt en 2003 (500
hectáreas en 2002). México cultivó 25.000 hectáreas de maíz
Bt y 10.000 hectáreas de soja tolerante al herbicida
glifosato.
Cuándo
La progresión ha sido
espectacular, desde el primer cultivo transgénico de tabaco
en 1992 en China, y las primeras plantaciones comerciales en
Estados Unidos en 1994. En 1995 se cultivaron apenas 200.000
hectáreas, en 1996 se pasó a 1,7 millones de hectáreas, en
1997 a 11 millones, en 1998 se cultivaron 27,8 millones, en
1999 se plantaron 39,9 millones, 43 millones en 2000, 52,6
millones en 2001, 58,7 millones en 2002 y en el año 2003 se
alcanzaron los 67,7 millones de hectáreas, con un
crecimiento mundial del 15% (11% en los países
industrializados respecto a 2002 y un 28% de aumento en los
países en desarrollo).
Cuánto
En 1983 se creó la primera
planta transgénica, y en 20 años los cultivos transgénicos,
impulsados por unas pocas multinacionales, pasaron de la
nada a más de 67,7 millones de hectáreas en el año 2003, sin
que aún se conozcan sus consecuencias sobre la salud y el
medio ambiente, y en contradicción con el más elemental
principio de precaución. Según el Servicio Internacional
para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA),
el área mundial de cultivos transgénicos se multiplicó por
40 desde 1996.
Por qué
Las plantas transgénicas son
mayoritariamente resistentes a los herbicidas, y se venden
formando parte de un "paquete de tecnología" que incluye la
semilla transgénica y el herbicida al que es resistente. Los
dos productos principales son actualmente el "Roundup Ready"
de Monsanto que tolera su herbicida "Roundup" (glifosato), y
el "Liberty Link" de AgrEvo que tolera su herbicida "Liberty"
(glufosinato).
Puede parecer contradictorio y
demagógico, pero un objetivo declarado de tales plantas
transgénicas es reducir el uso de herbicidas. Al diseñar
cultivos tolerantes a niveles muy altos de exposición a un
herbicida (que es un producto químico tóxico para la mayoría
de las plantas), las empresas ofrecen a los agricultores la
opción de usar potentes aplicaciones de herbicidas en la
estación de crecimiento, en lugar de la práctica normal que
requiere una serie de aplicaciones de varios compuestos
diferentes. A pesar de lo que pregonan las empresas
fabricantes, en la práctica aumenta la cantidad de
herbicidas aplicados, al no afectar a las plantas
cultivadas, pero su simplicidad facilita el trabajo de
muchos agricultores.
Otro beneficio potencial
pregonado por Monsanto es que pueden permitir "el mínimo
laboreo", las técnicas de cultivo que reducen la necesidad
de arar o incluso lo eliminan completamente. Una de las
razones para arar es eliminar las malas hierbas, pero al
dejar la tierra desnuda, el arado agrava la erosión del
suelo fértil.
Las plantas transgénicas
resistentes a los herbicidas, al igual que los cultivos Bt,
son una extensión del modelo actual basado en los
plaguicidas. Pueden permitir una reducción del uso de los
herbicidas a corto plazo, pero su adopción generalizada
promoverá la dependencia de los herbicidas. En muchas partes
del mundo en desarrollo, donde hoy apenas se usan
herbicidas, el hábito de su uso podría agravar la crisis
ambiental: los herbicidas son tóxicos para muchos organismos
del suelo, contaminan las aguas subterráneas y pueden tener
efectos a largo plazo en las personas y en la fauna. Y, por
supuesto, la resistencia aparecerá, pues se favorece la
dependencia de unos pocos herbicidas de amplio espectro (glifosato
y glufosinato), por lo que la resistencia se desarrollará
más rápidamente, y la agricultura será más vulnerable. En EE
UU el uso generalizado de Roundup (glifosato) en la soja
Roundup Ready ha promovido varias especies de malas hierbas
resistentes a ese herbicida.
El Bacillus thuringiensis (Bt)
transgénico reemplaza a un insecticida, que antes se rociaba
sobre las plantas, por otro dentro de la misma planta. La
resistencia de las plagas al Bt podría aparecer en pocos
años, afectando no sólo a los cultivos transgénicos, dado
que el Bt también se usa en los cultivos convencionales. Los
agricultores verán cómo uno de los plaguicidas más benigno
ambientalmente dejará de ser útil. Los cultivos Bt son un
retroceso a los peores días del empleo masivo de plaguicidas
químicos, cuando se animaba a que los agricultores rociaran
sus campos con plaguicidas cuya toxicidad no tardó en
aparecer. El Bt está programado para atacar a la plaga
durante todo el periodo de crecimiento de la planta,
aumentando la probabilidad de resistencia, al aumentar al
máximo la exposición.
En 1997, un año después de su
primera plantación comercial en Canadá, un agricultor
informó, y las pruebas de ADN confirmaron, que la colza
Roundup Ready se había propagado, por polinización, a una
especie silvestre cercana, que crecía en los márgenes del
sembrado, produciendo una mala hierba con resistencia al
herbicida. El gen con resistencia al herbicida había
"escapado." Había aparecido una grave contaminación, la
genética, al abrir la caja de Pandora transgénica.
Si un cultivo transgénico es
capaz de reproducirse sexualmente (y generalmente lo es), la
fuga de "transgenes" es inevitable, lo que puede tener
graves consecuencias en las zonas de gran diversidad
agrícola. El algodón de Monsanto, mezcla de Roundup Ready y
Bt, está en el mercado desde hace varios años. En el futuro
podría difundir una amplia variedad de potentes genes en la
naturaleza.
Todas las semillas transgénicas
están patentadas. Hasta ahora los agricultores podían
comprar las semillas, incluso las patentadas, y podían
usarlas posteriormente en sus propios cultivos e incluso
cambiarlas por otras semillas. Pero con las nuevas leyes de
patentes, todas esas actividades son ilegales; el comprador
paga por usar una sola vez el germoplasma.
El derecho a poseer genes es un
fenómeno nuevo en la historia mundial y sus efectos en la
agricultura, y en la vida en general, todavía es muy
incierto. Las multinacionales argumentan que la propiedad
intelectual es esencial para que prospere su industria. Para
otros se trata de un nuevo neofeudalismo, que convierte a
los agricultores en los nuevos siervos de las
multinacionales, que les venden semillas y plaguicidas y les
compran la producción a muy bajos precios, sin dejarles ni
oficio ni beneficio, con el único consuelo de la propiedad
formal sobre la tierra que cultivan. En la práctica, una
especie de franquicia de Monsanto. Las multinacionales de
las semillas transgénicas han iniciado una nueva era, cuyo
fin es controlar la industria más importante y básica (todos
comemos todos los días, y la mayoría tres veces), una
industria que factura más de 2 billones de dólares, la
industria alimentaria.
Las patentes son un ingrediente
importante en la expansión de la industria. Las ventas
globales de plantas transgénicas crecieron de 75 millones de
dólares en 1995 a 4.500 millones en 2003. Se espera que las
ventas alcancen los 5.000 millones en 2005 y 25.000 millones
en el año 2010.
Las patentes dan a las
multinacionales un enorme poder sobre los agricultores. Para
defender sus derechos sobre las patentes, las cuatro o cinco
multinacionales del sector exigen a los agricultores que
firmen "contratos de semillas", un fenómeno totalmente nuevo
en la agricultura. Los contratos pueden estipular qué marca
de plaguicidas debe usar el agricultor, una especie de
mercado cautivo para algunos herbicidas en estos "paquetes
tecnológicos."
La lucha para reforzar las
patentes no se detendrá con este tipo de contratos. La
llamada "tecnología de protección de los genes",
popularmente denominada "terminator", puede hacer que los
contratos sobre las semillas sean una realidad biológica, al
igual que los actuales desarrollos tecnológicos. La
tecnología terminator o similares (traitor) impiden que las
semillas recolectadas vuelvan a germinar. La tecnología
terminator aumentará la uniformidad de los cultivos al
restringir la práctica de guardar y cruzar semillas de un
año para otro por los agricultores.
Y en cuanto al potencial de la
biotecnología para alimentar a la población mundial, las
tendencias actuales no son muy alentadoras. El problema del
hambre, que afecta según la FAO a 842 millones de personas,
es un problema de distribución y de desigualdades, y no de
falta de alimentos, que sobran. Las plantas transgénicas
están hechas para dar beneficios a las 4 multinacionales que
las fabrican, y no para alimentar a los pobres del mundo.
Pretender adornar con el supuesto altruismo de alimentar a
los hambrientos lo que es una apropiación y un oligopolio
sobre la alimentación, es uno de los mayores escarnios
contemporáneos.
La agricultura ecológica, con
mezcla de cultivos, sin empleo de herbicidas y otros
plaguicidas ni abonos químicos, con mezcla de ganado y
cultivos de leguminosas, permite obtener mejores resultados
a largo plazo, y es el nuevo paradigma agrícola de la
sostenibilidad, muy diferente al enfoque tecnocrático que
hoy domina el pensamiento.
El rechazo de los consumidores y
de los fabricantes y grandes comercializadores de alimentos
en Europa ha reducido el consumo de los alimentos
transgénicos. Las exportaciones estadounidenses de soja y
maíz a la Unión Europea han caído estrepitosamente.
Los consumidores podemos y
debemos rechazar los transgénicos, por razones de salud
(alergias, resistencia a los antibióticos), de la calidad de
los alimentos, de los riesgos ambientales (contaminación
genética, pérdida de biodiversidad, resistencias) y de los
riesgos económicos y políticos que se derivarían de poner
nuestra alimentación en manos de cinco grandes
multinacionales.
El rápido lanzamiento de los
cultivos transgénicos es muy parecido al del DDT y a las
centrales nucleares, hoy en crisis. La combinación de
oposición pública y crisis financiera forzó a la
paralización del desarrollo de estas tecnologías, después de
que sus efectos en el medio ambiente y en la salud humana
demostraran ser más complejos, difusos y duraderos que las
promesas que acompañaron a su rápida comercialización. En un
esfuerzo para evitar este mismo ciclo con la introducción de
cada nueva tecnología "revolucionaria", se ha propuesto la
adopción del principio de precaución, al que se oponen las
multinacionales citadas.
La transición a una agricultura
y ganadería ecológica es una necesidad imperiosa, y así
empiezan a entenderlo los consumidores y los propios
agricultores. En 2002 la agricultura ecológica certificada
se extendió por 23 millones de hectáreas, aunque una
cantidad muy superior no etiquetada se cultivó sin
agroquímicos ni transgénicos.
Los transgénicos tendrán
consecuencias mucho más graves y prolongadas que los
plaguicidas tóxicos, y suponen el último eslabón de un
modelo insostenible, que empobrece a los agricultores y
perjudica a los consumidores, beneficiando sólo a unas pocas
empresas multinacionales, con un enorme poder de
manipulación e influencia sobre algunos gobiernos, como el
de Estados Unidos, que a su vez presionan a la Unión Europea
y a otros países donde el rechazo a los transgénicos es cada
vez mayor.
José Santamarta
Director de
World Watch
Convenio: La
Insignia - Rel-UITA
1º
de marzo de 2004
Referencias:
www.isaaa.org
www.grain.org
www.biodiversidadla.org
www.etcgroup.org
www.ecoportal.net
www.tierra.org/transgenicos/transgenicos.htm
www.vidasana.org
www.rel-uita.org
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