Pese al claro rechazo al maíz transgénico
por parte de la gran mayoría de la
población, las trasnacionales que controlan
el negocio siguen presionando para que se
aprueben estos granos en México. Para ello
prueban nuevas trampas y mentiras, a ver si
alguna resulta. Si no, intentarán otros
métodos, como hicieron para lograr que el
Congreso apruebe una ley de bioseguridad (la
Ley Monsanto) y luego una de certificación y
comercialización de semillas, totalmente a
su favor y en contra de los intereses
nacionales.
Para las trasnacionales de los agro-transgénicos
-que son las mismas que controlan el mercado mundial de
semillas comerciales- es fundamental legalizar la
contaminación transgénica en México a través del aval
oficial para su siembra. México, por su alto consumo
de maíz, es un mercado importante, sobre todo si todos
usaran sus semillas.
Pero tienen un "problema": más del 85 por ciento
de los productores de maíz son campesinos, no quieren
transgénicos y usan sus propias semillas. Incluso en los
casos que estos campesinos usan híbridos, la mayoría son
resultantes de la investigación pública y además, los
"acriollan", es decir, los adaptan y vuelven a sembrarlos.
Mirando las estrategias de las trasnacionales,
apoyadas por leyes y políticas gubernamentales, parecería
que la solución que pretenden dar a esto es terminar con los
campesinos. A ver si así por fin dejan sus semillas y los
que queden no tengan más opción que comprárselas a ellos.
Por un lado llevan una guerra mediática y
demagógica con amenazas como "ya, muy pronto, el próximo mes
o el siguiente" se aprobará la "experimentación" con maíz
transgénico, que en realidad no se propone "experimentar"
nada, sino abrir el canal para su comercialización.
Para decorar este escenario y ocultar el
desprecio que tienen por el maíz nativo (del cual sacaron
todas las variedades que hoy venden), las trasnacionales se
consiguieron unos agricultores títere que se muestran
negando alegremente lo mejor de su historia y su país. El
libreto de este teatrito es el contrato de Monsanto
con la gremial agrícola CNC, que afirma crearán un
banco de semillas de maíz nativo y al mismo tiempo
promoverán la introducción de maíz transgénico. O sea, el
zorro va a cuidar a las gallinas, abriendo una empresa de
venta de pollos.
Aunque el proyecto es ridículo -por ejemplo dicen
muy ufanos que "ya tienen 60 variedades", cuando en
México hay miles de variedades de maíz nativo en las
comunidades campesinas- el papel al que se presta la CNC,
no sólo es una traición, como lo han llamado los campesinos,
sino una vergüenza nacional e internacional, de dimensiones
históricas. Tomando el discurso que les dictan las
transnacionales, dicen que es para que haya "opciones". Pero
no existe país en el mundo donde habiendo transgénicos no se
haya contaminado. La contaminación es inevitable y por tanto
intencional. Sirve a las empresas para crear situaciones de
hecho y que todos tengan que primero aceptar los
transgénicos, y ya legalizados, pagar por ellos. También
dice la CNC que es "para conservar" las semillas
porque otras instituciones no lo hacen. ¡Qué ignorancia! La
diversidad del maíz no es la que puedan congelar en un
banco, que de todos modos sí los hay públicos, sino la que
existe en los campos, viva y alimentada en cada siembra, en
cada intercambio, por las familias campesinas e indígenas.
Pero hay situaciones más peligrosas. Monsanto,
por ejemplo, ha logrado en Veracruz -con la complicidad de
la Secretaría de Desarrollo Social y la Fundación Miguel
Alemán-, embarcar a grupos de campesinos a sembrar maíz
híbrido, con la promesa de que sacarían mucha producción y
les pagarían un precio más alto. Les dijeron que estaba
"comprobado" que si usaban los agrotóxicos que vienen en el
mismo paquete y trabajaban con tractores, obtendrían altos
rendimientos, y que ellos comprarían la producción. Las
instituciones nombradas prestaron millones de pesos para
adquirir maquinaria e insumos. Como no podían llegar al
volumen que puso Monsanto, los campesinos arrendaron
tierras de vecinos. Pero, el rendimiento no fue el
"comprobado" y para la cosecha de invierno 2007 les pagaron
apenas 1,50 pesos por kilo, por debajo del precio pactado.
Los campesinos quedaron endeudados y sin maíz para comer.
Este tipo de experimentos o muy similares se repiten en
otras partes del país.
A Monsanto y otras empresas con prácticas
similares, les resultan un excelente negocio (venden sus
semillas y agrotóxicos, no corren riesgo, las instituciones
los subsidian). Además, Monsanto no es un productor
de grano de maíz, sino de semillas, entonces este
experimento parece más bien diseñado para probar la
adaptación de sus variedades híbridas a los distintos climas
y regiones del país, para luego convertirlas en
transgénicos. Los costos del experimento, la tierra agotada,
el trabajo mal pago, la contaminación con agrotóxicos y las
deudas le quedan a los campesinos.
Las trasnacionales, los empresarios y muchas
autoridades seguirán derrochando ingenio y dinero público
para inventar maneras de expulsar a los campesinos y pueblos
indígenas de la tierra. La lucha de resistencia, por lo
tanto seguirá. Por todo ello no podemos olvidar que los
campesinos siguen siendo la base real de la alimentación de
todos. El tema no es "campesino": es de todos.
Silvia Ribeiro*
La Jornada de México
5 de setiembre de 2007
*Investigadora del Grupo ETC
Foto1: Fotocomposición Rel-UITA
Foto2: transgenicos.ecoportal.net