Marco nacional de
bioseguridad
Genes rigurosamente
vigilados |
La
prohibición temporal de comercializar semillas de maíz dulce
y otros transgénicos cosechó calurosos aplausos y duras
críticas. El tema es polémico y la sociedad civil ha
sido convocada demasiado
tarde para poder decidir.
La decisión
del gobierno de suspender “el uso, producción y
comercialización de semilla de maíz dulce genéticamente
modificado” y la moratoria temporal del ingreso al país de
nuevas semillas con tratamientos similares implica un primer
paso hacia una política nacional sobre los transgénicos
coherente con los acuerdos internacionales ratificados por
Uruguay.Si bien los sectores gremiales consideraron el hecho
como el inicio de una “revisión” de la política, ninguna de
estas decisiones tiene valor definitivo ni afecta al grueso
de la producción agrícola nacional con transgénicos, en
donde reina la soja rr y le siguen los tipos de maíz Mon 810
y Bt 11, autorizados por el Poder Ejecutivo desde 1999, 2003
y 2004, respectivamente. “El gobierno no se ha definido
todavía. Estamos trabajando con dos escenarios posibles, uno
sin transgénicos y el otro con transgénicos”, dijo a BRECHA
Marcos Frommel, integrante del Comité de Coordinación de la
Dirección Nacional de Medio Ambiente (DINAMA) creado para
elaborar la propuesta del marco de bioseguridad.
El
comunicado oficial que suspende la comercialización del maíz
dulce menciona la denuncia sobre su venta ilegal (sin
etiqueta) realizada hace ocho meses por la Red de Acción en
Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (RAP-AL).
Y agrega que esta decisión también es conveniente debido a
“la vulnerabilidad particular de los sectores de agricultura
familiar que llevan adelante sistemas de producción
hortícola” a la introducción de transgénicos. La alusión
directa (y el hecho de que actualmente los representantes de
estos sectores no están asistiendo al Comité Nacional de
Bioseguridad) buscaría recomponer el proceso de discusión,
que Frommel define como “ambicioso y muy participativo”,
pero que para legitimarse debe incluir efectivamente tanto a
las partes interesadas como a las afectadas.UN MARCO
REGULATORIO. El Comité de Bioseguridad inició sus trabajos
en agosto de 2005 con el fin de elaborar una propuesta de
marco nacional a ser discutida y aprobada por el Parlamento
en abril de 2007 dentro del cronograma establecido por el
Protocolo de Cartagena, un acuerdo de las partes de la
Convención sobre Diversidad Biológica (CDB), aprobada en la
cumbre de la ONU de 1992 (Rio de Janeiro) y ratificada por
Uruguay con la ley 16.408 de 1993.
El
protocolo, aprobado en junio de 2001, busca “contribuir a
asegurar un nivel adecuado de protección en (...) la
transferencia, manejo y utilización de organismos vivos
modificados por la biotecnología moderna que puedan tener
efectos adversos sobre la conservación y el uso sostenible
de la diversidad biológica, tomando también en cuenta los
riesgos sobre la salud humana, y específicamente en
movimientos transfronterizos”. Y la declaración de Rio
establece que los estados deben “aplicar ampliamente el
criterio de precaución de acuerdo a sus capacidades. Cuando
haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de
certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón
para postergar la adopción de medidas eficaces en función de
los costos para impedir la degradación del ambiente”. El
marco nacional debe incluir un sistema regulatorio, una
estructura administrativa acorde, un sistema de toma de
decisiones para la evaluación y gestión de riesgos, y
mecanismos que aseguren la participación e información del
público. La elaboración de la propuesta debería buscar
definir y validar los componentes del marco a través de una
amplia consulta.
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Uruguay
23-08-2006
Una buena noticia
Gobierno suspende autorización a maíz dulce
transgénico
RAPAL-Uruguay |
El Programa
de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Fondo para el
Medio Ambiente Mundial (fmam) financian y supervisan la
realización de este proceso en Uruguay y en más de 100
países que adhieren al protocolo. ¿Uruguay ha tenido una
política que cumpla con estas exigencias? Evidentemente no.
¿Quiere decir eso que no hubo hasta ahora decisiones en esta
área? No, y es aquí precisamente donde se origina el
problema.HECHOS Y CONFLICTOS. La soja rr fue introducida en
Uruguay en 1999, por decisión del gobierno de Sanguinetti,
sin consultar al Parlamento ni a la sociedad civil, ni
evaluar sus riesgos. Recién por el decreto 249 del año 2000
se creó una Comisión de Evaluación de Riesgos de Vegetales
Genéticamente Modificados (CERV) integrada por técnicos de
los ministerios de Ganadería y Agricultura, Economía, Salud
y Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente.
La entrada
al país del maíz Mon 810, o también maíz Bt, de la
multinacional Monsanto, fue autorizada en junio de 2003 sin
cumplir adecuadamente con la audiencia pública previa
requerida por el decreto 249/000. La Asociación de
Productores Orgánicos del Uruguay (APODU) presentó un
recurso de amparo contra esta decisión y en julio fue
interpelado el ministro de Ganadería del gobierno de Batlle
sin que se lograra modificar la decisión.APODU señaló que la
CERV había recomendado el ingreso del Mon 810 Bt “sin
ensayos, sin experimentación, sin análisis local de impacto
ambiental en condiciones de seguridad, sobre la base de
experiencias extranjeras e información interesada de la
empresa”. Y advirtió que la resolución “carece de base
científica, es apresurada y su ejecución debe ser suspendida
para evitar daños irreversibles”. La aprobación en mayo de
2004 del maíz Bt 11, de la empresa Syngenta, tuvo, esta vez,
una audiencia pública, pero se realizó en la ciudad de
Dolores, durante la Semana de Turismo, sin que se enteraran
y pudieran intervenir organizaciones de la sociedad civil.
Esta es “la
política” vigente y sus beneficiarios ya amenazan con
juicios ante la “revisión” que podría implicar la definición
del marco nacional de bioseguridad. Frommel señaló, en el
sitio web de la Presidencia, que el compromiso de nuestro
país respecto al “Protocolo de Cartagena es que tenemos que
tener un mecanismo de comunicación de los genes que se
liberan en el país, los controles que se van a hacer. Hay
que controlar el tránsito (...) si pasa una exportación de
Argentina para Brasil, tenemos que tener definidos
procedimientos para eso también”. Pero sin estudios ni
controles esta meta es muy difícil de lograr. Algunos
“especialistas” hablan del asunto como si se tratara de
resolver una regulación del tránsito vehicular, pero los
transgénicos no son separables del ambiente como el agua y
el aceite sino que se parecen más al “café con leche”. Por
eso cuando se afirma que un producto va a ser sólo para
consumo animal o de exportación, en realidad se esta
afirmando una falsedad. Esta realidad además choca
frontalmente con el eslogan oficial “Uruguay Natural” (que
pretende promocionar los servicios nacionales de sol y
playa, los paseos histórico-culturales, el turismo termal y
el ecoturismo) y con la “natural meat” promovida por el
Instituto Nacional de Carnes.
Si a los
cientos de miles de hectáreas con soja y maíz transgénicos
sumamos los millones previstos para la forestación (que
además del impacto del monocultivo pueden agregar la
condición de transgénicos, porque las semillas de los
árboles son consideradas “hortícolas” y, por tanto, no
sujetas a control genético) llegamos a un cuarto de la
superficie agrícola del país. En tales condiciones, no habrá
producción orgánica o natural que resista.
Víctor
L Bacchetta
Convenio
Brecha / Rel-uita
1 de
setiembre de 2006
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