El 27 de julio
pasado, el Secretario de Agricultura Alberto
Cárdenas Jiménez presentó otro componente de la
farsa de bioseguridad en México: la Red Mexicana
de Monitoreo de Organismos Genéticamente
Modificados, otra forma de subsidiar con
recursos públicos a las trasnacionales de los
transgénicos.
Cárdenas Jiménez
aprovechó para garantizar a las trasnacionales
que para el próximo ciclo otoño-invierno
comenzarán las primeras plantaciones de maíz
transgénico, que han sido aprobadas por la
secretaría de agricultura (SAGARPA)
ignorando los sólidos argumentos en contra que
enviaron agrónomos independientes, técnicos del
INIFAP Instituto Nacional de
Investigaciones Agrícolas (INIFAP),
la Unión de Científicos Comprometidos con la
Sociedad y muchas organizaciones campesinas y
ambientalistas. Solamente falta, dijo
Cárdenas, que la secretaría del ambiente (SEMARNAT)
“cumpla su tarea” y dé su visto bueno, lo cual
no pone en duda: “Saldremos siempre juntos y de
la mano” (Reforma, 28/7/09). Agregó que “Para
la seguridad alimentaria (…) hay que aumentar la
producción de alimentos. La biotecnología es
pilar en países desarrollados para asegurar la
seguridad alimentaria”. (Crónica, 28/7/09)
Reveló nuevamente que su única fuente de información es la
propaganda de las empresas trasnacionales. ¿Por
qué, si no, afirmar algo tan ignorante?
El estudio
científico más amplio y minucioso sobre
rendimientos de los cultivos transgénicos en
Estados Unidos
–por amplio margen el mayor productor de
transgénicos en el mundo– fue publicado en abril
del 2009 por la Unión de Científicos Preocupados
(UCS) de ese país. Analiza 20 años de
experimentación y 13 de comercialización de
transgénicos y muestra que dichos cultivos
disminuyen la producción.
Corroboran evidencias similares presentadas en
años anteriores por las Universidades de Kansas
y Nebraska.
En todos los
estudios es clara la fuerte disminución del
rendimiento de la soja transgénica frente a la
convencional.
En el caso del maíz, el estudio de la
UCS
muestra que el maíz transgénico aumentó un el
rendimiento un descartable 0,2-0,3 por ciento
anual (lo cual no compensa en forma alguna el
costo mucho más alto de la semillas transgénicas
frente a las convencionales, causando una
pérdida para los agricultores).
Sin embargo el
aumento total de producción del maíz en Estados
Unidos fue de 13 por ciento, debido a enfoques
agronómicos no transgénicos. Es decir, si la
producción de maíz aumentó en Estados Unidos,
fue a pesar de los transgénicos.
La única
razón por la que los agricultores
estadounidenses siguen plantando transgénicos es
que no tienen opción: no tienen semillas propias
y deben comprarlas a las trasnacionales que
controlan férreamente el mercado, que son las mismas dueñas de los transgénicos. Esas
empresas, entre ellas Monsanto, DuPont,
Dow, son las que ahora pretenden expandir
sus lucros inmorales con maíz transgénico en
México.
Los
transgénicos además aumentan el uso de
agrotóxicos, implican serios problemas de salud
y colocan en riesgo la biodiversidad y el
patrimonio genético, alimentario, económico y
cultural más importante del país: el maíz nativo. Sin embargo, para el gobierno es más importante favorecer
los intereses de un puñado de trasnacionales que
atender todo esto.
La anunciada Red Mexicana
de Monitoreo de OGM, aparece luego de años de
contaminación de maíz nativo, frente a la que el
gobierno se hizo cómplice y trató de acallar.
¿Por qué ahora?
-
Primero,porque el gobierno sabe que la contaminación del
maíz nativo o comercial no transgénico,
aumentará exponencialmente si se autoriza la
siembra maíz transgénico.
-
Segundo, le sirve para
aparentar “preocupación” por la contaminación,
financiando con dinero público a laboratorios y
empresas privadas de detección de transgénicos,
que necesariamente deben pagar sondas patentadas
de las multinacionales de transgénicos (otro
favor para ellas).
-
Tercero, porque la
contaminación transgénica en Estados Unidos
y Canadá es un negocio para las mismas
multinacionales: le permite saber donde están
las víctimas, y llevarlas a juicio para
cobrarles regalías por “uso indebido” de sus
genes patentados.
Es una práctica regular en
Estados Unidos, donde Monsanto ya cobró por
juicios, más de 21 millones de dólares a
agricultores contaminados y más de 160 millones
adicionales en “arreglos fuera de juicio”, por
el temor que tienen los agricultores
contaminados de tener que pagar aún más.
-
Cuarto, porque esta Red de Monitoreo, si detecta
contaminación en milpas campesinas, dará al
gobierno una excusa para hacer “limpieza étnica”
de semillas, forzando a los campesinos a cambiar
sus propias semillas y poco a poco, quedar en
dependencia con semillas comerciales, mercado
dominado por las mismas transnacionales.
-
Quinto,
porque esta red tan amigable con el gobierno,
puede manipular los resultados, tal como ha
hecho el gobierno los años pasados, publicando
los datos que le convienen y ocultando los
demás. Por ejemplo, que la mayoría de las
semillas híbridas importadas que se venden y/o
entregan en programas del gobierno, están
contaminadas con transgénicos.
Por todo ello la Red en Defensa del Maíz expresó su firme
rechazo al monitoreo digitado desde el gobierno
contra las milpas campesinas, en una declaración
contra la siembra de maíz transgénico en
México que ha recibido el apoyo de más de
800 organizaciones de 60 países. Reafirman
además, el compromiso de seguir “defendiendo,
sembrando, guardando e intercambiando semillas
propias, así como a ejercer el derecho sobre sus
territorios e impedir la siembra de maíz
transgénico”.
Silvia Ribeiro*
Tomado La Jornada, México
17 de agosto de 2009
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