Monsanto y la Mano
de Dios
La
soja transgénica destruye suelos y vidas
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Lejos de
ser parte de un plan alimentario, la soja transgénica -la
panacea del agro argentino de la última década- se vende a
toneladas, sí, pero mayoritariamente para darles de comer a
los animales chinos y europeos. Mientras tanto en
Latinoamérica estamos destruyendo nuestros suelos, la
biodiversidad, nuestro hábitat y la salud y las vidas de
nuestra gente. La Argentina funcionó como semillero para los
países vecinos, con la llamada "soja Maradona". En la década
del 90, la Argentina fue uno de los países que hicieron
punta para imponer en Latinoamérica un "nuevo" modelo de
producción agroexportador basado en economías concentradas,
mucha producción para unos pocos y máximas ganancias sobre
todo para una empresa:
Monsanto.
¡Vení que te fumigo!
Petrona Villasboa vive en Encarnación, Paraguay.
En el año 2003, uno de sus siete hijos volvía a
su casa en bicicleta con la comida para su
familia, y cuando estaba pasando por el camino
ubicado entre dos sojales, un sojero alemán
estaba fumigando. "El hombre gira con el
mosquito, ve al niño, le da igual, no para la
máquina y rocía al niño. El niño llega a casa,
le pasa la carne a la hermana, quien prepara la
comida. Ese día había 22 personas que comieron y
que cayeron enfermas. Luego de unos días el
chico muere. Desde ese momento, Petrona está
llevando la única lucha legal que hay por
contaminación. El es un caso totalmente
certificado. Si el caso se gana, el caso
sentaría jurisprudencia", relata Rulli.
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En 1996,
con 13 millones de hectáreas al borde del remate, los
productores argentinos festejaron la llegada del decreto
promulgado por el entonces secretario de Agricultura,
Ganadería y Pesca, Felipe Solá, mediante el cual se daba vía
libre a la producción de soja transgénica, modificada
genéticamente para resistir a un poderoso agroquímico: el
glifosato. Un plan magníficamente orquestado, ya que a
partir de ahí la expansión de la soja transgenica fue
imparable en nuestro país.
Sembrada la
tierra libre, se buscaron luego tierras para deforestar y
obtener así un terreno propicio. Según los especialistas, la
tala indiscriminada es el mayor responsable de las grandes
inundaciones que sacuden últimamente a nuestras provincias.
Tal es el caso reciente de Tartagal, Salta (ver recuadro).
Pero eso no
fue suficiente. La ambición desmedida hizo que algunos
productores buscaran las tierras más ricas del país, sin
importarles quiénes las ocupaban y qué métodos se utilizaran
para lograr su objetivo. Así fue como descubrieron en las
tierras campesinas, indígenas, las yungas, la posibilidad de
más desmonte.
Los
campesinos que ocupaban las tierras con el derecho
veinteañal de posesión, comienzan a resistir frente a la
prepotencia de las guardias blancas integradas por grupos
paramilitares y terratenientes vinculados a empresas
semilleras, que expulsan a los campesinos de las tierras.
Los grupos más conocidos de esta resistencia son el
Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero (MOCASE), el
Movimiento de Campesinos de Formosa (MOCAFOR) y el
Movimiento de Mujeres en Lucha.
A
conquistar tierras de la mano de Maradona
Hace dos
años, una de las competidoras de
Monsanto, la
empresa Syngenta,
lanzó una publicidad para uno de sus productos con un mapa
bajo el título "República Unida de la Soja", donde se
destacaban grandes territorios de Brasil, Argentina,
Uruguay, Paraguay y Bolivia y se recalcaba: la soja no tiene
fronteras.
"Que se vayan todos"
Hace tiempo que desde EL MEDICO venimos
denunciando la cantidad de gente con cáncer en
el barrio Ituzaingó Anexo, ubicado en la
periferia sur de la ciudad de Córdoba, a causa
de los agroquímicos que rocían en los campos de
soja transgénica lindantes al barrio. A esta
altura, los muertos por cáncer ya suman más de
cien. Pero esta vez un estudio difundido por la
Municipalidad de Córdoba les dio la razón a los
vecinos que vienen luchando desde hace cuatro
años. Dicho trabajo detectó un plaguicida
prohibido, con niveles por encima de los valores
de referencia, en la sangre de 23 de los 30
niños (de 4 a 14 años) a los que se les tomaron
las muestras. La investigación comenzó en agosto
de 2005.
Los análisis dieron como resultado niveles en
sangre de alfa hexaclorociclohexano, un
peligroso contaminante cuya fabricación o uso
están prohibidos en Argentina. Esta sustancia,
utilizada como plaguicida en algunos cultivos,
está prohibida en el país por la ley 22.289,
sancionada en 1980, y está catalogada como
"probablemente cancerígena". Uno de los autores
del Informe Intermedio del Estudio
Epidemiológico Analítico Transversal, el doctor
Edgardo Schinder, coordinó durante diez meses un
censo epidemiológico en Ituzaingó Anexo y
comprobó que esta ciudad con más de cinco mil
habitantes tiene "incidencia de cánceres un 50%
superior a la habitual". El año pasado, el
médico caracterizó la situación sanitaria del
barrio como un "Cromañón ecológico", y luego de
entregarle los resultados del trabajo a la
Agrupación de Madres, sugirió como solución la "relocalización
del barrio". |
Ya se
estaba caldeando una nueva expansión agropecuaria en el
resto de Latinoamérica. La Argentina funcionó como una
especie de globo de ensayo, un verdadero conejillo de
Indias. En Bolivia, Paraguay y Brasil se empieza a producir
con esta semilla de productores argentinos. Se
comercializaba sin marca en bolsas blancas, y la llamaban
"Soja Maradona". Una vez instalada la semilla en el
territorio, el actual gobierno brasileño tuvo que admitir la
producción transgénica como un hecho consumado, forzando a
elastizar su legislación.
Norma
Giarracca es socióloga rural e investigadora del Instituto
Gino Germani. Según la profesora, para expandir el negocio
"por un lado se hace la vista gorda para que se produjera la
semilla transgénica reproducida por los propios
agricultores, y por otro lado, el glifosato en ese período
está más barato que cualquier otro agroquímico. Eso funcionó
para introducir el modelo y que la gente se diera cuenta que
tenía una rentabilidad muy superior a producir arroz, o los
tambos, y cambiaban rápidamente a esa producción".
Las
modalidades son muy parecidas. En Brasil también hay en este
momento una expansión increíble de la producción en zonas
que eran libres de soja transgénica.
Carlos
Vicente, representante de la ONG GRAIN y responsable de la
información para América Latina, enfatiza: "La situación es
gravísima, porque los sojeros de Brasil están avanzando con
los paramilitares sobre los campesinos que no tienen la
titularidad de la tierra. De golpe aparecen con un título de
propiedad y sus topadoras para desplazar a la gente".
Por su
parte Javiera Rulli, bióloga e integrante del Grupo de
Reflexión Rural (GRR), argumenta que "en
Paraguay hasta el año 2000 había menos de un millón de
hectáreas sembradas con soja convencional. Pero en ese mismo
año empiezan a contrabandear soja desde Argentina y ahí es
cuando se duplica. Paradójicamente en Paraguay no estaba
permitido el cultivo de soja transgénica y cuando en el 2004
se aprueba, ya había dos millones de hectáreas sembradas con
esta producción".
Aunque en
nuestro país la soja se planteó como una panacea
nutricional, Europa no consume transgénicos para los
humanos. "Hay toda una organización de consumidores que
pelea para que a la Unión Europea no entre la soja
transgénica ni siquiera para uso animal. Nuestra soja la
consumen los animales en China, Estados Unidos y Europa. Y
nosotros estamos dejando de producir alimentos, con un 40
por ciento de pobreza, con gente que tiene desnutriciones
básicas. Sólo acá se les ocurrió en plena crisis dar eso
como alimento para los pobres", aseveró Giarracca.
La pelea
por los "royalties"
En los
últimos meses,
Monsanto reclama judicialmente en Europa que
se le reconozcan royalties o derechos por la soja RR de las
embarcaciones argentinas. De esta manera, solicita a un juez
local que determine si la soja que llevan esos cargueros es
transgénica (prácticamente toda la soja argentina lo es),
para así tener pruebas en los litigios que inició contra
diferentes importadores de soja, a los que reclama 15
dólares por tonelada en concepto de royalties.
Paraguay: la
cara más violenta
Aunque las modalidades de expansión se
reproducen casi de manera sistemática y en forma
muy similar, por su historia Paraguay es quizás
la cara más violenta de esta lucha contra la
soja, en un país donde el 50 por ciento de la
población es campesina. Con dos millones de
hectáreas sembradas, una superficie de más de
400 mil kilómetros cuadrados y con una población
de 6 millones de personas, la controvertida
siembra cubre más del 50 por ciento de la
superficie agrícola del país. Javiera Rulli hace
un año que viaja al país vecino. En su
evaluación, contó que "históricamente, Paraguay
tiene una distribución de tierras muy injusta.
Las comunidades campesinas han tenido siempre
una proporción reducida de la tierra. Menos del
dos por ciento de la población controla el 70
por ciento de la tierra. El 8 por ciento de las
tierras es de pequeños campesinos, que con su
agricultura cubren casi todas las necesidades
del mercado interno". Con el ingreso de la soja
transgénica, el país pasa de tener un millón de
hectáreas a dos millones, es decir, se duplica.
Como en Argentina, primero avanza sobre los
bosques y luego sobre las tierras campesinas.
"Encima que estaban acorralados y era bastante
injusta la distribución de la tierra, la soja
avanza sobre las tierras de pequeños campesinos.
Y ahí es cuando la gente empieza a ser
expulsada. Es una población campesina que no
quiere cultivar soja y que está sufriendo un
exterminio. Para seguir adelante con ese modelo
de agricultura el paraguayo va a tener que dejar
de existir", diagnosticó Rulli. Según la
bióloga, en Paraguay el problema se acentúa
porque el dictador Alfredo Stroessner hizo una
distribución inequitativa de la tierra, bajo el
programa de Reforma Agraria en los años 60,
mediante el cual regaló 12 millones de hectáreas
a sus aliados militares paraguayos y
corporaciones y empresarios extranjeros, sobre
todo brasileños. Una mínima proporción de esas
tierras quedó en manos de los campesinos. Es
decir: allá una familia campesina que no tiene
tierra tiene derecho a pedirla, y está todo el
aparato legal para hacerlo justo. Pero ese
aparato legal se malinterpretó y se usó para
dárselo a otra gente. |
De esta
manera, como
Monsanto no patentó en la Argentina el
transgen resistente al glifosato (conocido comercialmente
como "Round Up Ready" o "RR") intenta cobrar así las
regalías.
Vicente
puntualizó que "Monsanto
dejó que de 1996 al 2003 la soja se
multiplicara y cuando en el 2003 Brasil, Paraguay y
Argentina estaban invadidos de soja argentina, dijeron:
‘Nosotros queremos cobrar. Nuestros funcionarios recién
ahora visualizan el problema, pero en todo este tiempo
nuestro país entregó su agricultura a
Monsanto’".
Para
Giarracca el patentamiento por las semillas es injusto y
hasta puede llegar a ser peligroso: "Los campesinos desde
hace años produjeron sus propias semillas. Con este reclamo
de apropiación y patentamiento se pierde la posibilidad de
recrear y producir semillas. Pero también hay otra cuestión:
con las semillas transgénicas se contaminan semillas
naturales, que es lo que ha pasado en México con el maíz.
Hay un caso en el que agricultores que hacían soja orgánica
fueron contaminados por un vecino con semilla transgénica.
Entonces Monsanto les hizo un juicio a ellos para que
pagaran el royalty de las semillas. Y lo ganaron".
Terminator
En otra
instancia para controlar su negocio en el mundo, la
multinacional
Monsanto —a través de una subsidiaria, Delta
Pine— intenta patentar una semilla "estéril".
"Nosotros
la llamamos ‘suicida’ o ‘Terminator’. Vos la sembrás, y una
vez que termina de dar sus frutos, la semilla que produce es
estéril. Es decir, no podés guardar semillas para la próxima
siembra. ¿Cuál es la intención de esto? Que cada año tengas
que comprarle a la corporación", explicó Vicente. Para Rulli,
"el riesgo de contaminación es grande. Si un vecino que está
cultivando semillas ‘Terminator’ de maíz se cruza por
contaminación de aire con otras semillas y otros cultivos,
va a tener semillas Terminator aunque no quiera, y cuando
siembre sus semillas no van a germinar. Por eso ha causado
un rechazo global de organizaciones campesinas, científicas,
médicas. Es un crimen".
Política de
omisión
Según
Giarracca, lo que hubo en la Argentina fue "omisión de
política. Este gobierno no intervino para nada en la
política agraria, porque la producción de soja para la
exportación y la posibilidad de gravar esa exportación le
daba por un lado un superávit de la balanza comercial, y por
otro lado la posibilidad de unos ingresos al Estado que le
permitía manejar la cuestión interna de la desocupación,
como los Planes Trabajar. En realidad no hay política". A la
vez, aclaró: "Tampoco se trata de culpabilizar a la
producción ni a los productores. La cuestión era que en otra
época tenías una trama institucional que estaba pensando en
las ganancias de los productores, en los precios de los
alimentos y en un proyecto de país. Hoy no pasa eso". En
cuanto a las empresas, Vicente remarcó que "los Estados
nacionales no son los que dictaminan las políticas. Son las
corporaciones las que vienen y dicen lo que hay que hacer.
Por ende, su poder crece y se concentra".
Silvia
García
Tomado de
Biodiversidad en América Latina
17 de mayo de 2006
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