La
multinacional estadounidense Monsanto ha realizado
recientemente en Europa varios embargos sobre los embarques
de soja genéticamente modificada provenientes de Argentina
pretendiendo un resarcimiento por la utilización de sus
semillas transgénicas. En Estados Unidos el gobierno aprobó
el uso de la nueva alfalfa transgénica, también creada por
Monsanto. Como si fuera poco, la multinacional volvió a
amenazar con desarrollar y comercializar el gen Terminator,
que produce semillas estériles, con el que forzaría a los
productores a comprar nuevas semillas cada ciclo agrícola.
El primero te lo regalan,
el segundo te lo venden
Las
acciones judiciales recientemente realizadas por la
multinacional estadounidense Monsanto en Europa
contra los embarques de soja y sus productos derivados
provenientes de Argentina pueden provocar pérdidas
multimillonarias al país, y tienen claro objetivo de forzar
la legislación para cobrar a los productores agropecuarios
argentinos regalías por el uso del gen Round-up Ready (RR,
resistente al herbicida glifosato, también creado por
Monsanto) en semillas de soja.
La actitud de Monsanto impactará en todos los
eslabones de la cadena sojera, desde la siembra a los
derivados de la soja. Se prevé que la producción recibiría
el impacto directo de las regalías que intenta cobrar
Monsanto sobre la decisión de hectáreas a sembrar con
soja en la campaña 2006/07. En harina de soja, el impacto
económico de las acciones de Monsanto es directo, ya
que la Unión Europea es el principal cliente de Argentina,
adquiriendo el 50% de las exportaciones.
La actitud de Monsanto repercutiría en la industria
aceitera, hoy en expansión. El impacto negativo en el valor
percibido por el exportador se produciría inmediatamente,
dado que la incertidumbre respecto a posibles penalidades
hace que el importador prefiera comprar en otros orígenes.
De acuerdo a la producción sojera que logró la Argentina en
el ciclo anterior, que supera los 39 millones de toneladas,
los ingresos de divisas por las exportaciones de granos,
aceites y harinas derivadas de la oleaginosa deberían dejar
ingresos a la Argentina por unos 6.200 millones de dólares.
Monsanto, que ya ha realizado varios embargos sobre
los embarques argentinos de soja o de otros productos que
contengan el gen RR, pretende un resarcimiento de 15 dólares
por tonelada. De esta manera, la multinacional apuntaría a
embolsar de parte de los productores argentinos, además de
lo que ya cobra por la venta de semillas, cientos de
millones de dólares.
'Sabemos que están matando a la tierra con unos
productos que se llaman transgénicos. Están
envenenando a la tierra que es nuestra madre y
con ello nos están envenenando la sangre y nos
están haciendo dependientes de las grandes
empresas hasta que la tierra ya no acepte
nuestro maíz criollo, sino que sólo acepte el
maíz que fabrican ellos y que tengamos que
comprarles también la semilla para venderles el
maíz que producimos y en lugar de consumir
nosotros el maíz tengamos que consumir, comprar,
los productos que ellos hacen.”
Subcomandante
Marcos (EZLN) |
Lo que Monsanto no dice es que, cuando comenzó la
comercialización de soja RR e introdujo el gen en cuestión,
lo hizo bajo la vigencia de la Ley de Semillas cuyo artículo
27 reserva para el productor el derecho de multiplicarla
para uso propio. Por entonces Monsanto conocía
perfectamente las condiciones comerciales y legales del
país, y sin embargo introdujo la tecnología, con el fin de
ampliar sus mercados.
Es evidente que la política de la multinacional fue bien
calculada y planeada, ya que recién planteó el pedido de
regalías una vez que la tecnología había sido instalada
gracias a la inversión de los productores y a la circulación
de bolsa blanca que alentó la propia multinacional en los
primeros años, asegurándose así la expansión de su producto
genéticamente modificado.
Además de demostrar una ansiedad extrema por obtener
ganancias extraordinarias valiéndose de su posición
dominante y monopólica en el mercado argentino (que cubre
alrededor del 80 por ciento de las siembras argentinas de la
oleaginosa), lo que oculta la maniobra de Monsanto es
la pretensión de sobrepasar la ley argentina para percibir
el cobro por el uso gratuito de semillas de los
agricultores, concretando así, compulsivamente, un sistema
de alquiler de semillas.
Un importante número de entidades ambientalistas, campesinas
y defensoras de los derechos de los agricultores mantienen
desde hace años una posición contraria al patentamiento de
genes, puesto que esta práctica socava el derecho conocido
como de 'uso propio', es decir, la posibilidad de que el
productor pague por una sola vez las semillas, y luego al
momento de la cosecha pueda guardar algunas para resiembra
en la campaña siguiente.
Ahora va por
la alfalfa
Una
coalición de granjeros, consumidores y grupos ambientalistas
interpusieron recientemente una demanda contra el gobierno
estadounidense por aprobar la siembra de la alfalfa
transgénica de Monsanto, sin analizar las
consecuencias a la salud pública, al medio ambiente y en
términos económicos de dicha aprobación.
La alfalfa es el cuarto cultivo más importante en Estados
Unidos después del maíz, la soja y el trigo. La demanda
asegura que la alfalfa convencional será contaminada por la
alfalfa transgénica, lo que forzará a los granjeros a pagar
por las patentes de la tecnología, aunque ellos no hayan
querido usarla.
'Por la forma en que se poliniza la alfalfa, desaparecerá la
alfalfa convencional. Monsanto se adueñará
completamente de la industria de la alfalfa' dijo Pat Trask,
granjero de Dakota del Sur. La contaminación dañará también
la producción orgánica de leche y carne, y se puede perder
un mercado de exportación de alrededor de 480 millones de
dólares al año porque los dos principales compradores, Japón
y Corea del Sur, han indicado que evitarán comprar alfalfa
de Estados Unidos una vez que se libere al medio ambiente la
variedad transgénica.
Monsanto
amenaza usar al Terminator
Semillas
que no generan nuevas semillas. He aquí uno de los nuevos
productos de la biotecnología: semillas estériles, también
conocidas como 'Terminator'. Esta tecnología fue
desarrollada para impedir que los agricultores conservaran y
volvieran a usar la semilla cosechada, forzándolos a comprar
nuevas semillas cada ciclo agrícola.
La tecnología Terminator, que no se comercializa aún pero de
la que se llevan a cabo pruebas en invernaderos
estadounidenses, es un asalto directo contra el saber, las
prácticas y los modos de vida tradicionales de los pueblos
indígenas y de las comunidades rurales de todo el mundo.
En octubre de 1999, en respuesta a una gran oposición
mundial, Monsanto se comprometió públicamente a no
comercializar semillas Terminator. A pesar de esto,
recientemente volvió a amenazar con desarrollarla y no
descartó hacerlo en un futuro cercano.
Es importante exigir la prohibición global de la tecnología
Terminator, puesto que las semillas estériles amenazan la
biodiversidad y destruirán las formas de supervivencia y las
culturas de millones de personas que dependen de las
semillas que son conservadas tras la cosecha. En ese
sentido, Terminator representa una amenaza para el bienestar
y la soberanía alimentaria y constituye una violación del
derecho humano a la autodeterminación.
Una amplia coalición de agricultores, campesinos, pueblos
indígenas y organizaciones celebraron que los esfuerzos para
minar la moratoria global sobre las tecnologías Terminator
hayan sido firmemente rechazados en la reunión, realizada el
mes pasado, del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) de
la ONU en Curitiba, Brasil.
“Las semillas Terminator son un arma de destrucción masiva y
un asalto a la soberanía alimentaria. Terminator amenaza
directamente nuestra vida, nuestra cultura y nuestra
identidad como pueblos indígenas”, afirmó Viviana Figueroa en representación del Foro Indígena sobre
Biodiversidad.
A pasar de la victoria no hay duda de que la industria
biotecnológica multinacional continuará promoviendo la
tecnología de semillas estériles. Seguramente los intentos
por instalar al Terminator aparecerán nuevamente en la
próxima reunión del CDB en el 2008.
Como vemos, el debate sobre los transgénicos deja de ser una
mera cuestión científica, y muestra con suma contundencia
las implicancias sociales, políticas y económicas que
conlleva la agricultura basada en el monocultivo de
organismos genéticamente modificados.
Tomado
de Argenpress.info
12 de
abril de 2006
Ilustración:
transgenicos.ecoportal.net
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