Unas 200 ratas que durante dos años se
alimentaron con distintos tipos de maíz
genéticamente modificado MK603 de Monsanto
vivieron seis veces menos que las que lo
hicieron con maíz convencional. Lo revela una
investigación científica de alto nivel divulgada
por estos días en Francia, que podría dar un
vuelco definitivo sobre la percepción de los OGM.
Hasta ahora buena parte de los estudios
toxicológicos comparados llevados a cabo sobre
los efectos de los organismos genéticamente
modificados en animales no habían dado lugar a
conclusiones acabadas.
Algunos arrojaban dudas sobre la nocividad de
los OGM, pero otros –y al parecer eran los más–
no establecían mayores diferencias biológicas
entre animales alimentados con transgénicos y
animales que no.
Pero había un detalle: la mayoría de esos
estudios habían sido llevados a cabo a pedido de
o financiados por las propias empresas
productoras de agrotóxicos, la duración de la
experiencia había sido relativamente corta
(algunos meses) y habían tomado en cuenta tan
sólo algunos parámetros bilógicos.
Y cuando por esas cosas algún estudio se salía
de la norma -escribe Paul Vuarin, de la
Alianza Internacional Tierra Ciudadana-
su difusión permanecía trabada por comisiones de
evaluación cuya composición “ha sido fuertemente
criticada por organizaciones de la sociedad
civil y hasta por legisladores europeos” en
razón de las relaciones de alguno de sus
integrantes con empresas implicadas en el tema.
“Pese a su contenido relacionado con asuntos que
tienen que ver con la salud humana, hubo que
llevar a cabo épicas batallas jurídicas para
obtener la publicación de alguno de estos
estudios en Internet, por ejemplo uno sobre el
maíz transgénico MON863” de Monsanto,
señala Vuarin.
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En los animales tratados con el maíz
transgénico el nivel de mortalidad
fue a su vez muy superior a los que
presentaron los del grupo testigo. |
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¿Cómo es posible, se pregunta, que
las autoridades sanitarias de
Estados Unidos o Europa hayan sido
incapaces de sacar a luz los
problemas puestos sobre el tapete
por este estudio? |
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El estudio que se acaba de difundir, conducido
por el biólogo Gilles Eric Seralini, de
la Universidad de Caen, es revolucionario en más
de un aspecto, indica a su vez en el diario
Le Monde el periodista Stéphane Foucart.
Por un lado, fue realizado de manera
independiente, a iniciativa de una organización
de la sociedad civil, el Criigen (Comité de
Investigación y de Información Independiente
sobre Ingeniería Genética) y financiado por una
Fundación (Charles Leopold Mayer y por el CERES,
una asociación que reúne entre otros a empresas
del sector de la distribución.
Por otro lado, está el tema del estudio en sí
mismo: consideró el conjunto de los parámetros
biológicos, se extendió durante dos años (el
tiempo promedio de la vida de una rata) y fue
publicado en una revista, Food and Chemical
Toxicology, que sólo difunde investigaciones
cuyos resultados han sido sometidos a experticia
técnica.
Los trabajos de Seralini analizaron los
efectos sobre los roedores de un régimen
alimenticio compuesto de tres dosis distintas de
maíz transgénico (11, 22 y 33 por ciento),
cultivado o no con su herbicida adosado, el
Round Up.
Otros tres grupos fueron tratados sin el
organismo genéticamente modificado.
Al cabo de un año, en las ratas macho las
congestiones y las necrosis de hígado resultaron
entre 2,5 y 5,5 veces más frecuentes en los
animales tratados con el OGM que en los del
grupo testigo.
Las afecciones renales severas fueron a su vez
entre 1,3 y 2,3 veces más numerosas en los
roedores alimentados con el maíz transgénico que
en los que no lo fueron. En las ratas hembra
tratadas con OGM, a su vez, aparecieron tumores
mamarios no visibles en las alimentadas con maíz
convencional.
En los animales tratados con el maíz transgénico
el nivel de mortalidad fue a su vez muy superior
a los que presentaron los del grupo testigo.
Según los autores del estudio, indica la nota
publicada en el diario Le Monde, el
Round Up podría comportarse como un
“perturbador endócrino”. “La construcción
genética del OGM conlleva la modificación de una
enzima implicada en la síntesis de ácidos (…)
que juegan un papel en la protección contra el
cáncer.
El hecho que la producción de estos ácidos sea
reducida podría explicar, según los autores, las
patologías más frecuentemente observadas en las
ratas expuestas únicamente a OGM”, dice el
artículo firmado por Stephane Foucart.
Desde hace varios años, recuerda a su vez
Pierre Vuarin, trata de comprender los
posibles efectos de la tecnología OGM. Pero s ha
visto obstaculizado por “los intentos de
transnacionales como Monsanto que buscan
por todos los medios a su alcance limitar la
realización de estudios de impacto sobre la
salud y sobre el ambiente de los OGM, así como
bloquear el acceso a los escasos estudios
existentes”.
La difusión de esta investigación puede cambiar
radicalmente la situación y dejar al descubierto
no sólo las maniobras de las empresas
transnacionales sino también las complicidades
de que gozaron a nivel político, estima el
animador asociativo.
¿Cómo es posible, se pregunta, que las
autoridades sanitarias de Estados Unidos
o Europa hayan sido incapaces de sacar a
luz los problemas puestos sobre el tapete por
este estudio?
La investigación del equipo conducido por
Seralini será presentada en Francia
en un video de 13 minutos de duración («OGM ,la
hora de la verdad») que estará disponible en el
sitio web
www.ogm-alerte-mondiale.net en varias
lenguas.
Seralini
es autor de un libro («Tous Cobayes!», Todos
cobayos, editado en París por la editorial
Flammarion) en el que alerta sobre los efectos
de las manipulaciones genéticas realizadas por
las empresas del tipo de Monsanto.
Una película basada en ese trabajo, de Jean
Paul Jaud, será estrenada en París a fines
de este mes.
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