Argentina
No tocar los genes
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Próximamente
el médico argentino Darío Gianfelici
publicará un libro en el que describe el efecto de los transgénicos sobre el
medio ambiente y sobre la salud humana. A continuación, y como adelanto,
reproducimos fragmentos de ese trabajo |
Después de la soja: la nada
E
n 1995 aparecería un producto de revolucionaria
concepción que resolvería la penuria habitual de los
productores agrarios acosados por los bajos rindes y los
altos costos. Se trataba de una variedad de soja denominada
transgénica.
Esta propiedad, su transgenicidad, lograda a través de
la inclusión por ingeniería genética de un gen bacteriano,
hace a la soja resistente al
glifosato,
un herbicida de alta potencia que suprime todas las malezas
que compiten por los nutrientes del suelo.
Desde entonces, la producción de soja crece a ritmo
extraordinario. El entusiasmo de los productores hace que
cada vez más terreno sea destinado a este grano.
Consecuentemente, la fumigación con
glifosato y
con endosulfan,
el producto que controla las plagas de insectos, ha crecido
también exponencialmente. Como es habitual, nadie le explica
al productor los peligros para su capital y su familia.
Tampoco se explica que las multinacionales –que
producen la semilla transgénica y el producto químico que
las fumiga– compran la producción, la exportan y distribuyen
en el mundo con escandalosas ganancias.
Sin embargo, el mercado de este cereal se achica cada
vez más. Europa ha comenzado a imponer severas restricciones
a los productos transgénicos.
Tampoco les explican a los productores que el
endosulfan
está prohibido en Colombia y otros países de América por su
toxicidad en el momento de la aplicación y a distancia.
No le dicen que el suelo saturado de
glifosato va
a impedir cultivar soja o cualquier otra cosa si no se
detiene este espiral destructivo. Ante la indiferencia, y la
ignorancia, los aviones fumigadores sobrevuelan libre e
impunemente centros poblados, cultivos orgánicos sin
respetar distancias ni condiciones climáticas.
En Basabilbaso (Entre Ríos) aparecen 250 perros
muertos con síntomas de intoxicación con
endosulfan y
un número no precisado de pollos. Los colmeneros pierden sus
enjambres a cada momento porque son incluidos en la
fumigación.
Los médicos estamos advirtiendo síntomas de
intoxicación hepática en nuestros pacientes. Desde hace
cinco años se incrementa la morbimortalidad perinatal en la
provincia, los embarazos anembrionados y los trastornos de
la fertilidad en productores.
Esto ha sido denunciado por quien suscribe, pero la
Secretaría de Salud de Argentina lo ignora y el Colegio de
Ingenieros Agrónomos se cree en la obligación de alimentar
el mundo aún a costa de la salud de su propia gente. Por su
lado, la Secretaria de la Producción está obnubilada por la
necesidad de ingresar divisas. En general nadie hace nada.
La soja avanza. Invade campos, destruye la
diversificación de cultivos y también la biodiversidad
autóctona. El monte nativo cede ante los espacios cada vez
más amplios de cultivo y los animales y plantas pierden su
hábitat pero además son envenenados y extinguidos.
Paralelamente, comienzan a aparecer malezas
resistentes al
glifosato (la vida no se detiene), producto
de un extraño proceso de cruce genético entre ellas y la
soja
¿Con qué se van a fumigar estas nuevas especies,
monstruosidades creadas por el hombre?
¿Cómo vamos a dominar una especie que nace con un
poder invasor y una resistencia artificial?
Pregunto humildemente, con culpa también, a quienes
les interesa conservar la tierra, a quienes quieren defender
el medio ambiente, a quienes hemos votado para defendernos
también de esto, a los medios de difusión, a los educadores,
a quien le interese la herencia que va a dejar a sus hijos:
¿no es hora de hacer algo?
Carlos Caillabet
© Rel-UITA
3 de junio de 2004
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