Las
condiciones son cada vez más favorables para ampliar consumo
y experimentación con alimentos genéticamente modificados.
La negativa de la mayoría de gobiernos latinoamericanos a
establecer que se indique en las etiquetas si un producto es
transgénico, no sólo viola el derecho de los consumidores a
estar informados, sino también su libertad de elegir.
En el Perú, por ejemplo, es imposible saber si se está
consumiendo un alimento transgénico. No sólo porque no
existe una norma que obligue a que en la etiqueta de un
producto se indique si contiene organismos genéticamente
modificados, sino porque las propias empresas se niegan a
informar al consumidor si un producto es o no transgénico.
José Purizaca, asesor legal de la Asociación Peruana de
Consumidores y Usuarios (ASPEC), precisó que si bien en el
Perú "no existen datos de que se produzcan alimentos
transgénicos, sí se importan diferentes tipos de alimentos
transgénicos de otros países", como por ejemplo maíz y soya
provenientes de Argentina, donde más de la mitad de esos
cultivos son genéticamente modificados.
Pero el Perú no es un ejemplo aislado. Los únicos países de
la región que tienen leyes de etiquetados, según Elizabeth
Bravo, de la Red por una América Latina Libre de
Transgénicos (RALLT), son Brasil, Chile y Ecuador, pero
tampoco las estarían cumpliendo.
La soya y el maíz se usan para una diversidad de
subproductos —como harinas, aceites, jarabes, lecitina,
entre otros—, por lo cual urge un proceso de etiquetado,
pero las empresas tampoco tienen interés en mantener
informado al consumidor.
Consumidores desinformados
Purizaca señaló que el año pasado, representantes de las
empresas le manifestaron que no querían informar a la
población si los ingredientes de los productos que
elaboraban eran o no transgénicos.
Según Purizaca, los ejecutivos le dijeron que "la gente no
está capacitada para entender, y puede haber una alarma en
la población. La gente tiene un grado de desconocimiento tal
que no es conveniente que sepa si este alimento es o no
transgénico. A la gente no le debe interesar este tema".
Purizaca criticó la falta de responsabilidad social de estas
empresas, a diferencia de México, donde 17 empresas que
comercializan más de 30 marcas de alimentos decidieron
unilateralmente garantizar que no utilizan transgénicos en
sus productos.
En diciembre del año pasado, la organización ambientalista
Greenpeace México presentó la "Guía roja y verde de
alimentos transgénicos", que clasificó unos 250 productos
alimenticios como "verdes" cuando los fabricantes han
garantizado no usar organismos genéticamente modificados ni
sus derivados entre sus ingredientes, o "rojos" si las
empresas se negaron a dar información sobre sus políticas de
compra y uso de transgénicos, o no fueron capaces de
certificar que sus productos no contienen esos ingredientes.
Según Bravo, "la superficie de transgénicos en América
Latina ha crecido en los últimos años, particularmente en el
Cono Sur. Se están introduciendo nuevos cultivos en algunos
países donde antes no se sembraban transgénicos como
Colombia (maíz y algodón) y Honduras (maíz)".
"En Chile se están produciendo semillas transgénicas de
varios cultivos, incluidos los que se usaron para
experimentar con niños en el Perú", dijo Bravo en relación
al suero rehidratante a base de arroz modificado con genes
humanos que se usó en un experimento con niños en el Perú.
Cuestionado proyecto
Diversas organizaciones han denunciado la implementación a
partir del 2007 en Brasil, Colombia, Costa Rica, México y
Perú de un proyecto del Banco Mundial para capacitar a las
autoridades sobre el manejo de la contaminación transgénica
de productos nativos a consecuencia de la introducción de
algodón, arroz, maíz, papa y yuca modificados genéticamente.
El proyecto, titulado "Construcción de capacidades en
bioseguridad en múltiples países de América Latina",
pretende establecer regulaciones favorables en países cuyos
gobiernos están abiertos a los transgénicos y luego utilizar
esas normas como modelos a imponer en países vecinos, con lo
cual se elude cualquier debate público y se ofrece a las
empresas un gran mercado único para sus cultivos
genéticamente modificados, dice un informe elaborado en
junio por la RALLT, junto con el grupo ambientalista
canadiense ETC, y GRAIN, de España, que defiende la
agricultura sostenible y la seguridad alimentaria.
La RALLT señaló que la razón principal para elegir a los
cinco países latinoamericanos es que "están entre los
centros más importantes de biodiversidad del mundo y son
centros de origen de cuatro de los cinco cultivos a los que
apunta el proyecto".
El algodón, el maíz, la papa y la yuca son originarios de
América y constituyen los cultivos más importantes de las
regiones mesoamericanas, andinas y amazónicas. El arroz, si
bien proviene de Asia, es parte esencial de la dieta básica
de las comunidades locales.
Según la RALLT, el proyecto "tiene como objetivo a largo
plazo, facilitar la introducción de variedades transgénicas
con fines comerciales y de experimentación justamente de los
cultivos más importantes para las comunidades indígenas y
locales de los países en los que se implementaría".
"Un resultado final de este proyecto puede ser que las
comunidades campesinas e indígenas se queden sin
alternativas y tengan que recurrir a semillas transgénicas
patentadas, a pagar regalías y aumentar su dependencia de
las empresas transnacionales", concluyó la RALLT.
La Ley de Promoción de la Biotecnología Moderna,
aprobada por el Congreso peruano el 11 de julio, se
inscribiría dentro de esta corriente.
La norma permite a transnacionales como Monsanto —que domina
el 80% del mercado de transgénicos del mundo— "la
investigación científica y el desarrollo e innovación
tecnológica" con el objetivo de "incrementar la
competitividad, el desarrollo económico y el bienestar de la
población en armonía con la salud humana y con la
preservación del medio ambiente".
Luis Gomero, coordinador nacional técnico de la Red de
Acción en Agricultura Alternativa (RAAA), con sede en Lima,
advirtió que la ley está dirigida a "saquear nuestros
recursos genéticos".
El Perú no es un mercado para los transgénicos, afirmó
Gomero, pero sí es "atractivo para la investigación. Apenas
tenemos 4 millones de hectáreas para hacer agricultura
intensiva a gran escala, y eso es insuficiente. Pero sí
tenemos un potencial genético y seguramente [estas
transnacionales] van a identificar los genes y luego los van
a patentar. Somos un país megadiverso, tenemos una
potencialidad enorme de recursos genéticos; somos el banco
de germoplasma más grande del mundo".
"La ley convertirá a nuestro país en un centro de
experimentación para que las grandes corporaciones hagan sus
investigaciones libremente, sin vigilarlas, sin cumplir con
las leyes nacionales, los derechos de bioseguridad ni los
principios éticos que tienen que guardarse en este tipo de
investigaciones", concluyó Gomero.
Noticias Aliadas
11 de setiembre de 2006
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