Argentina
La
transnacionalización del conflicto sobre las regalías
de la soja
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En Argentina se
viene desarrollando una fuerte controversia porque que
la empresa Monsanto pretende cobrar derechos de uso
(regalías) sobre semillas de soja transgénica. La
multinacional con sede en San Luis (EE.UU.), es un
coloso global que factura alrededor de 600 millones
dólares al año en Argentina, liderando el mercado
local de los agroquímicos. Monsanto se ha hecho muy
conocida por su agresiva promoción de variedades
transgénicas asociadas a herbicidas que ella misma
comercializa. |
La polémica que ha estallado en Argentina es poco
habitual, ya que no sólo incluye a los productores
agrícolas, sino que además involucra al sector
exportador y al propio gobierno. Recordemos que ese
país es uno de los principales exportadores
internacionales de soja, con una producción de 36,5
millones de toneladas de soja y 13,7 millones de
hectáreas cultivadas (datos: zafra 2003-2004).
El conflicto se desencadenó a principios del 2005 con
la decisión de Monsanto de cobrar la regalía a
partir del mes marzo. La multinacional preveía que el
sistema de regalías comenzara a aplicarse este año,
cobrando alrededor de un dólar por tonelada de soja,
cifra que para el 2006 aumentaría a 2,5 dólares. En el
caso argentino las semillas de soja transgénica son
propiedad exclusiva de la empresa estadounidense, que
tiene por ley el monopolio de los derechos hasta el
año de 2021.
Cabe precisar que actualmente existe un sistema de
cobro basado en la venta de la semilla certificada,
pero la multinacional no está conforme con ese
mecanismo porque no lo considera eficaz. Los
productores argentinos sostienen que hoy pagan 3
dólares por concepto de derechos de uso sobre cada
bolsa de semillas de soja que adquieren. También
denuncian que la patente de Monsanto nunca tuvo
validez, en la medida que no cumplió con los trámites
de registro en los plazos establecidos.
Este tipo de prácticas, que imponen un precio a los
productores agrícolas, no es ajena a la estrategia de
Monsanto, y muchos recuerdan que en el año 2003
intentó imponer el precio del herbicida glifosato, que
la empresa también produce y que se utiliza para
eliminar las malezas que crecen en las superficies
donde se siembran semillas de soja genéticamente
modificadas.
La transnacionalización del conflicto
El actual conflicto se ha expandido notablemente e
involucra a los productores rurales, a los
exportadores y al gobierno argentino. Monsanto
ha solicitado un pronunciamiento de la Organización
Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI). Esta
apelación a un arbitraje internacional no es bien
vista por las autoridades argentinas, que son
partidarias de involucrar en la negociación a todos
los sectores de la cadena comercial, incluyendo a los
propios exportadores de granos.
El gobierno argentino intentó destrabar la situación
presentando un nuevo proyecto sobre regalías basado en
una ley que debería aprobar el Congreso, pero esta
postura no es bien vista por Monsanto, que
reclama una vía rápida por medio de un decreto del
Ejecutivo. En consecuencia, la poderosa multinacional
subió la apuesta al enviar a mediados del pasado mes
de marzo una carta desde su sede en San Luis (EEUU) en
la que advertía a los exportadores de productos de
soja argentinos sobre su disposición a aplicar una
multa de 15 dólares por cada tonelada de soja que
llegue a un país europeo donde se encuentre registrada
la patente RR.
Monsanto no sólo presiona en Argentina, sino
que además plantea dar un nuevo paso afectando las
exportaciones de soja al amenazar con demandas en los
sitios compradores. Teniendo en cuenta que la Oficina
Europea de Patentes de la UE confirmó recientemente
que la estadounidense Monsanto mantiene el
derecho sobre sus semillas modificadas genéticamente
en Europa, el mecanismo que ahora utilizaría la
multinacional es sencillo: Monsanto iniciaría
demandas en todos los países europeos compradores de
soja argentina donde esté patentada la variedad
roundup ready. De esta manera se afecta a la cadena de
comercialización internacional y se transnacionaliza
el conflicto, puesto que las sedes judiciales para
dirimir el problema ya no estarían en Argentina y
podrían ubicarse en cualquier país importador,
generando implicaciones y derivaciones que pueden
resultar interminables.
La diversificación del conflicto
Frente a esta situación tan compleja se han movilizado
los diversos grupos involucrados en el problema. En
los últimos meses, los productores rurales grandes y
pequeños han expresado su rechazo a través de la
Federación Agraria Argentina. El sector exportador
también se ha visto afectado y el gobierno de Néstor
Kirchner ha cuestionado la posición de Monsanto.
El secretario de agricultura, Miguel Campos, fue
categórico y expresó su total disconformidad con los
planteamientos de la empresa, que consideró
insolentes. Afirmó que "pese a las conversaciones
mantenidas para encontrar la solución para brindar un
marco legal adecuado para la comercialización de
semillas, Monsanto persiste en su actitud
patoteril", y sostuvo que se trataba de "un atropello
que pretende intimidar a nuestros productores". Un
comunicado emitido por la Secretaría de Agricultura
agregaba que "Monsanto actúa como si fuera una
pequeña empresa, desconociendo las enormes inversiones
que tiene en la Argentina y el cuantioso beneficio que
ha recibido de nuestro campo. El gobierno argentino no
permanecerá impasible frente a estas amenazas y
actuará en su debida forma en el momento apropiado".
El gobierno Kirchner también ha buscado
internacionalizar el conflicto involucrando a los
otros miembros del Mercosur, y en especial a Brasil,
otro gran productor global de soja. En el marco de esa
estrategia regional de resistencia frente a
Monsanto se convocó a los demás ministros de
Agricultura del MERCOSUR ampliado (Brasil, Bolivia,
Chile, Paraguay y Uruguay), a un encuentro del Consejo
de Agricultura del Sur. En esa reunión los ministros
de los demás países apoyaron la postura argentina de
rechazar las regalías que pretende cobrar la empresa
estadounidense, con el argumento de que las regalías
"sólo deben ser cobradas al momento de comprar las
semillas".
La presencia de Brasil en este debate es importante.
En ese país existe actualmente una situación compleja,
donde se paga por la semilla de soja pero también rige
un acuerdo de indemnizaciones a Monsanto por el
uso indebido de las mismas. Ese acuerdo de la empresa
con las entidades agropecuarias brasileñas se basa en
el pago del 1 % del valor recibido por cada agricultor
en la zafra 2004/05, y que se elevaría al 2 % para la
próxima temporada. A pesar de esto, un productor rural
de la región de Três Passos (Río Grande do Sul)
presentó una reclamación judicial contra esos pagos, y
sorpresivamente obtuvo una resolución favorable que lo
exime de pagarle a Monsanto.
La política de las
regalías
La política que pretende imponer Monsanto de
cobrar por la utilización de su variedad transgénica
de semilla de soja es resistida desde amplios y
diversos sectores y tiene pocos defensores. Entre
ellos el caso mas notorio es el de Héctor Huergo, que
desde su columna regular en el suplemento de asuntos
rurales del periódico Clarín de Buenos Aires ha
manifestado que en "lugar de poner paños fríos, el
titular de la SAGPyA [Secretaría de Agricultura] echó
nafta al fuego sin percatarse de que podía quedar
entre las brasas ... Campos le grita a Monsanto,
aprovechando que el comunicado de la empresa llegó en
un momento de alta sensibilidad política, en lugar de
hacer un mea culpa por la falta de definiciones en un
área fundamental para el futuro de la competitividad
agropecuaria".
El campo de los opositores es ahora muy amplio, aunque
entre ellos existen diferencias importantes. Algunos
cuestionan el pago por considerar que el valor actual
es muy alto, pero no rechazan el mecanismo de la
regalía en sí mismo, mientras otros sectores
consideran que no se pueden imponer regalías sobre
semillas, ni impedir que los agricultores guarden
parte de esas semillas para futuras cosechas. Por otro
lado es un hecho positivo que el gobierno argentino
buscara algunos mecanismos de coordinación política
regional en el seno del Mercosur, aunque todavía no se
ha profundizado sobre las serias implicancias de la
transnacionalización y de la presión que a su vez está
ejerciendo Monsanto. Las amenazas de afectar
las exportaciones argentinas por medio de demandas en
países compradores es de una gravedad sustantiva, y va
mucho más allá de la anécdota actual, representando
una nueva escala en la reconfiguración de la dinámica
comercial mundial.
El caso Monsanto y el conflicto en marcha, que
se desenvuelve tanto en Buenos Aires como en las
capitales europeas y en la sede corporativa de la
empresa en San Luis, también muestra la creciente
dependencia de los productores en relación a la compra
de un paquete tecnológico desarrollado por
multinacionales, que incluye los procedimientos de
labranza, los agroquímicos, la semillas y hasta las
formas de comercialización y uso. Esta es una
dependencia que abarca planos que van desde las
estrategias productivas hasta las áreas de ciencia y
tecnología. Todos esos factores no hacen otra cosa que
restringir cada vez mas derechos de los agricultores y
reducen sus opciones. El enorme poder de estos
gigantes globales también amenaza la propia autonomía
e independencia de los gobiernos.
Martín Pardo
Convenio La Insiognia / Rel-UITA
25 de abril del 2005.
* Martín Pardo
es analista de información de D3E (Desarrollo, Economía,
Ecología, Equidad - América Latina) en cuestiones de
desarrollo sostenible rural.
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