Brasil

Semillas de la decepción

Autor de libro sobre transgénicos denuncia mentiras de la industria

La población consume alimentos transgénicos que no pasarían por controles adecuados en función de la presión de la industria biotecnológica, denunció en Porto Alegre Jeffrey Smith, ex ejecutivo y autor de un libro explosivo

  

La campaña de desinformación en torno de los organismos genéticamente modificados (OGM) y la lógica del lucro que subordina la investigación científica a intereses comerciales inmediatos, están ocultando a buena parte de la opinión pública mundial el hecho de que los productos conteniendo transgénicos no son seguros para la salud humana, aseguró el pasado 12 de abril en Porto Alegre el ex-ejecutivo e investigador Jeffery Smith. Autor del libro “Sedes of Deception – Exposing Industry and Government Lies About of de Genetically Engineered Foods You’re Eating” (Semillas de la decepción – Las mentiras de la industria y del gobierno sobre la seguridad de los alimentos transgénicos que usted está comiendo) publicado en septiembre de 2003 en Estados Unidos.

 

En su libro, Smith sustenta que los efectos colaterales producidos por los transgénicos son imprevisibles y existe una serie de investigaciones señalando el surgimiento de alergias, alteraciones en el sistema inmunológico y otras enfermedades, como consecuencia del consumo de estos productos.

 

Smith está en Brasil convidado por ONGs que luchan contra la liberación del plantío y la comercialización de productos transgénicos y viajó a Porto Alegre por iniciativa de la Secretaría Agraria del PT local para divulgar las principales conclusiones de su obra. Fundador del Instituto por la Tecnología Responsable y profesor en administración de negocios, trabajó durante dos años como vice-presidente de marketing de la empresa Genetic ID, un laboratorio que detecta la presencia de transgénicos en los alimentos. Durante seis años, Smith investigó las relaciones de las grandes empresas de biotecnología con el gobierno estadounidense y la Food and Drug Administration (FDA, agencia gubernamental de EE.UU. responsable de la liberación de productos alimenticios y farmacéuticos para consumo).

 

Resultado de ese trabajo, su libro denuncia una red de casos de soborno, presiones, amenazas y destituciones de funcionarios públicos y científicos, en función de la presión de esas empresas para obtener la liberación de sus productos. En su opinión, los alimentos genéticamente modificados solamente están siendo vendidos en el mercado en virtud de la presión ejercida por la industria junto a los órganos  gubernamentales, la comunidad científica y los medios de comunicación masiva. Smith ha participado activamente en discusiones sobre el impacto de los OGM y propuso al Congreso de EE.UU. medidas para proteger, principalmente a los niños, de los riesgos del consumo de alimentos transgénicos. También defendió la creación de una legislación especial para proteger a los agricultores de los riesgos de contaminación por polinización cruzada con transgénicos

 

Problemas para la salud humana

 

Smith presentó en Porto Alegre algunos de los casos relatados en su libro que, en su opinión, comprueban la existencia de riesgos para la salud humana en función del consumo de transgénicos. La población está corriendo un gran peligro, alertó, por el hecho de existir pocos test confiables (de largo plazo) sobre el consumo de alimentos que contienen transgénicos. Según Smith, hoy la situación más común es que la industria adultere los test de seguridad para evitar la identificación de problemas y su consiguiente prohibición de comercialización.

 

El autor citó un hecho ocurrido en EE.UU. en la década de los 80, cuando cerca de 100 personas murieron y entre 5 y 10 mil enfermaron al consumir un suplemento nutricional que contenía el aminoácido esencial L-triptófano, modificado genéticamente. El suplemento, según denuncia en su libro, contenía elementos contaminantes minúsculos, pero mortales. “Si la enfermedad  provocada por el producto no hubiera tenido una manifestación rápida, crisis aguda y efectos raros, el suplemento talvez nunca hubiese sido detectado como la causa”. La industria y el gobierno de EE.UU. encubrieron, según Smith, esos hechos y no responsabilizaron a nadie por lo ocurrido.

 

Crisis de información

 

Para Smith, hay una seria crisis de información relacionada al tema de los alimentos genéticamente modificados. “La mayoría de la población no está bien informada sobre lo que está consumiendo en función de la brutal presión ejercida por la industria biotecnológica en los medios de comunicación masiva y en la definición de políticas gubernamentales”. Además, afirma que las empresas de biotecnología invierten cerca de 50 millones de dólares al año en propaganda destinada a convencer a la población sobre las supuestas ventajas de los alimentos genéticamente modificados. El bloqueo de información también afecta a la gran prensa estadounidense, que no realiza una cobertura profunda sobre el tema. En su libro, Smith afirma que funcionarios importantes de los gobiernos de Clinton y de Bush mantuvieron estrechas relaciones con las empresas de biotecnología.

 

Entre los ejemplos, citó el caso de Michael Taylor, que era abogado de Monsanto y después se convirtió en director de la FDA en 1992, cuando esta modificó las reglas para la comercialización de transgénicos. Al salir de la FDA, Taylor regresó a Monsanto, donde asumió el cargo de vice-presidente. En 2001, continuó relatando Smith, las empresas del sector de biotecnología invirtieron cerca de 150 millones de dólares en lobby frente al gobierno de EE.UU. Añadiendo que Monsanto es conocida en EE.UU. por la manera como manipula datos de investigaciones científicas y que ha sido condenada por invasión de propiedad, negligencia, ocultamiento de la verdad y ultraje.

 

Perjuicios económicos

 

También se refirió a los perjuicios económicos enfrentados por los agricultores estadounidenses en función del cultivo de transgénicos. Afirmó que EE.UU. perdió en forma creciente participación en el mercado mundial de soja después del avance de las plantaciones de transgénicos. Participación que cayó de 57 por ciento a 46 por ciento en los últimos años. Y que una de las razones para explicar esa caída es el creciente rechazo de los productores pecuarios europeos a comprar soja transgénica para alimentar el ganado, situación que se agravó después de la crisis del mal de la “Vaca Loca” que afectó a Europa. Citando estudios de universidades estadounidenses, Smith estimó que las pérdidas de los productores de soja de ese país llegan a 12.000 millones de dólares, con una pérdida de productividad cercana al 6 por ciento.

 

En función de esos números, manifestó su sorpresa frente al hecho de que en Rio Grande do Sul se esté plantando soja transgénica, en un momento en que la mayor parte del mercado mundial rechaza ese producto. Recordó un reciente laudo del Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos que alerta sobre el hecho de que la contaminación de las plantas tradicionales por transgénicos es ilimitada y no existe forma segura de evitarla. Asegurando que hoy Brasil está en el foco de la atención mundial, pues se encuentra en condiciones de ganar grandes espacios en los mercados europeos y asiáticos con productos convencionales. “Brasil es el país que tiene mejores condiciones para conquistar el espacio que EE.UU. está perdiendo y sería un gran error, justamente en este momento, abrirle las puertas a los transgénicos”, concluyó.

 

 

 

Marco Aurélio Weissheimer

26 de abril de 2004

 

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