Investigadores rusos han encontrado que
hámsteres no
han podido reproducirse después de tres
generaciones alimentados con soja transgénica. El
experimento (que será publicado en julio) fue
realizado durante dos años por investigadores
del Instituto de Ecología y de la Evolución de
la Academia de Ciencias de Moscú, y la
Asociación Nacional Rusa para la seguridad de
los genes. Los investigadores trabajaron con
cuatro grupos de hámsteres: uno alimentado sin
soja, otro con soja no transgénica, un tercero
con soja transgénica y un cuarto con cantidades
mayores de soja transgénica.
En otro estudio realizado en Rusia y publicado a
principios de este año, los investigadores
concluyeron que los animales tuvieron un
crecimiento retardado, alta mortalidad entre las
crías, e incluso crecimiento del pelo dentro de
la boca de los hámsteres. Aunque otros estudios
han demostrado alta mortalidad en animales de
laboratorio alimentados con soja transgénica,
uno de los investigadores (el biólogo ruso
Alexey V. Surov) comentó que se necesita más
investigación, ya que la infertilidad y la
anormalidad del pelo pueden no ser causadas
solamente por la soja transgénica o por
organismos genéticamente modificados, sino que
tal
vez podría ser el resultado de una combinación
de contaminantes en la alimentación, tal como el
Round Up que se encuentra en concentraciones muy
altas en la soja y maíz transgénico de
Monsanto.
Las palabras del investigador Surov son
ilustrativas: “No tenemos derecho a usar
organismos genéticamente modificados hasta no
comprender sus posibles efectos adversos, no
solo hacia nosotros sino también para las
futuras generaciones. Para clarificar esto es
imperiosa la necesidad de llevar a cabo estudios
completos y detallados sobre el tema. Cualquier
tipo de contaminación debe ser sometida a
estudio antes de pasar al consumo y los
organismos genéticamente modificados solo son
una de ellas”.
¿Y en nuestros
platos qué servimos?
En nuestro país se cultivan la soja y el maíz
transgénicos de
Monsanto
y un segundo maíz (transgénico) de la compañía
Syngenta.
Estamos consumiendo los productos de ambos
cultivos sin contar con la información adecuada
para elegir si queremos o no alimentarnos con
soja o maíz transgénico.
Los cultivos transgénicos han sido rechazados en
varios países europeos e incluso en varios
países escandinavos está prohibida la entrada de
alimentos que contengan transgénicos. La
Unión Europea
cuenta además con una regulación que no permite
la comercialización de ningún alimento procesado
que tenga más de 1 por ciento de transgénico.
¿Será que los
europeos cuentan con más información que la que
tenemos nosotros? ¿O será que simplemente somos
conejillos de India para las industrias?
La investigación en los hámsteres mostró que
después de tres generaciones se constató
infertilidad, retardo en crecimiento,
crecimiento de pelos en la boca y alta
mortalidad entre las crías.
Si se quisiese hacer
esta misma observación en seres humanos, se
tendría que esperar al menos cuarenta años más y
cuando se constaten estos impactos, será
demasiado tarde y probablemente la respuesta de
la industria será: sus gobiernos nos aprobaron y
nos permitieron el cultivo de nuestras semillas
y el uso de nuestros agrotóxicos.
¿Cuál será la
reacción de nuestras futuras generaciones?
Los resultados de los investigadores rusos junto
con otras investigaciones que han sido
publicadas desde hace bastante tiempo, deberían
de ser una alerta para que las autoridades
competentes investiguen sobre los impactos que
estos cultivos provocan en la salud y no
simplemente esperar que los impactos comiencen a
aparecer para empezar a tomar medidas.
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