Sabido es que en los laboratorios se experimenta con ratas y
cobayos, pasando luego, si los resultados son alentadores, a
efectuarlo con monos. En el caso que nos ocupa, se consideró
apropiado recurrir a un nivel superior en la escala
zoológica:
140
niños pobres del Perú.
Recientemente, la Asociación Médica Peruana (AMP)
denunció que ese número de bebés (entre cinco meses y tres
años) internados en dos hospitales públicos de las ciudades
de Lima y Trujillo debido a la deshidratación
provocada por diarreas agudas, fueron tratados con drogas
provenientes de arroz transgénico manipulado con genes
humanos.
Los niños fueron repartidos en tres grupos, al primero se lo
trató con un suero de rehidratación oral (SRO) de glucosa,
al segundo con SRO a base de arroz convencional y al tercero
con el mismo suero a base de arroz, al que se le adicionó
lactoferrina y lisozima recombinantes. La investigación
pretendía demostrar que estas dos proteínas inmunológicas
del ser humano implantadas al arroz y posteriormente
extraídas, al ser mezcladas con sales hidratantes, frenaban
la diarrea.
El experimento podría tener su lado atendible dado que cada
año mueren en el mundo dos millones de niños como
consecuencia de las diarreas. Pero no es ese el mercado que
interesa a la compañía fabricante del transgénico –la
mayoría de los padres de los niños que mueren a causa de la
diarrea son demasiado pobres para generar un mercado
lucrativo– no así el segmento de las bebidas deportivas
(energéticas) y el de los suplementos alimentarios, que
podrán comercializarse a mayor precio al ser consumidos por
sectores con mayor poder adquisitivo.
El experimento se dio a conocer el pasado mes de mayo en
Estados Unidos, pero la población peruana, pese a que el
ensayo fue autorizado por el Ministerio de Salud Pública, se
enteró posteriormente a través de las denuncias de la AMP y
algunas ONGs.
El experimento fue patrocinado por Ventria Biosciences,
una empresa estadounidense especializada en producir
farmacultivos –cultivos manipulados genéticamente para
obtener sustancias de uso farmacéutico– aunque ahora, para
evitarse problemas, cambió aquella denominación por
“alimentos médicos”. Al introducir genes humanos en las
plantas, Ventria rompe con un acuerdo no escrito
entre las compañías de biotecnología, la propia Monsanto
suscribió un compromiso extendiendo la prohibición a todos
los genes de origen animal.
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Perú
4-07-2006
Bebés como conejillos de Indias
Empresa biotecnológica hace de dos hospitales
pediátricos peruanos su laboratorio.
Por
Silvia Ribeiro |
Ventria
es una pequeña empresa. Cuenta apenas con 16 empleados y un
campo de arroz experimental de poco más de 135 hectáreas.
Este pequeño porte le confiere una movilidad que le resulta
útil a la hora de huir de la ley y de sus responsabilidades.
No solamente las asociaciones de consumidores y ecologistas
se oponen a los experimentos de Ventria, algunos
sectores insospechados se convirtieron en un dolor de cabeza
para la empresa. Entre ellos se encuentran la Asociación
Estadounidense de Productores de Arroz; Grocery
Manufacturers of America –una de las mayores tiendas al
por menor de Estados Unidos– y Anheuser-Busch
–fabricante de la cerveza Budweiser y mayor comprador
de arroz del país–. Todo comenzó cuando Ventria
anunció su intención de plantar una pequeña extensión de
arroz transgénico en el estado de Missouri
–tradicional productor de arroz– ante lo cual Anheuser-Busch
anunció que dejaría de adquirir arroz producido en ese
estado. Frente a esa oposición Ventria se trasladó al
estado de Carolina del Norte.
Los peligros de los farmacultivos son numerosos y
están documentados, más aun si las plantas transgénicas
contienen genes humanos. Uno de los peligros es que estos
productos ingresen inadvertidamente –con todas las
consecuencias negativas imaginables– en el sistema
alimentario, llegando a personas a las cuales las drogas no
estaban destinadas. La mejor prueba de que el peligro de los
farmacultivos es real nos la brinda un empresario de
Indiana llamado Doug Ausenbaugh, fundador de
la empresa Controlled Pharming Ventures. Junto
a un grupo de investigadores de la Universidad de Purdue,
Doug está estudiando la posibilidad de cultivar este
tipo de plantas bajo tierra, en una cantera abandonada de
piedra caliza en el estado de Indiana.
Ventria,
que no puede experimentar con niños en su país de origen,
pero si lo pudo hacer con niños peruanos, logró huir con su
arroz transgénico hacia el sur, en este caso Chile.
La Fundación Sociedades Sustentables acaba de
denunciar el aumento de cultivos farmacéuticos prohibidos en
otros países. Entre otros casos hace referencia a Ventria,
quien sembró en predios de la VI región durante el año
pasado dos hectáreas de arroz transgénico manipulado con
genes humanos. Según la Fundación, este tipo de cultivos se
triplicó en el transcurso de un año, pasando de siete
eventos registrados en 2004 a veintiuno en 2005.
Es bueno que recordemos –en especial los chilenos– que la
actual presidenta de Chile, Michelle Bachelet, asumió
por escrito durante su campaña electoral un compromiso con
los grupos ecologistas de “No abrir el país a los
cultivos transgénicos comerciales y establecer el requisito
de Estudios de Impacto Ambiental para la actual reproducción
de semillas transgénicas”.
En
Montevideo, Enildo
Iglesias
© Rel-UITA
5 de julio de
2006 |
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