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                    Uruguay 
  
  
    
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Glifosato y soja 
transgénica tierra adentro 
             
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                          Recientemente, en una audición rural tempranera, uno 
                          de los intervinientes elogió la extensión del uso del 
                          herbicida glifosato en el país; sugiriendo la 
                          incorporación del verbo "glisofatear" a nuestro 
                          léxico. Y se refirió al chasco que se llevaban las 
                          aves cuando, al descender a la tierra, en la que había 
                          sido aplicado, no encontraban alimento, en particular 
                          las apetecidas lombrices. Lo cual, sugería, podría 
                          llevarlas a declarar "una huelga ecológica". Más 
                          congruente sería que ésta estuviera a cargo de los 
                          aplicadores del herbicida si tuvieran el instinto de 
                          conservación de los animales.  | 
                         
                       
                      
                     
                    
                      
                    
                      
                    
                    
                    Es verdad que, en muchos países latinoamericanos, continúa 
                    siendo promocionado como benigno para el ambiente. El 
                    periodista Larry Rother, del New York Times, relataba que 
                    cuando, en el año 2000 los habitantes del poblado andino de 
                    Ríoblanco de Sotará, en Colombia, se quejaron de los 
                    trastornos de salud que sufrían, luego de repetidas 
                    fumigaciones aéreas, destinadas a destruir cultivos de 
                    amapola, el funcionario estadounidense a cargo del programa 
                    declaró que el glifosato, ingrediente activo del producto 
                    empleado, era "less toxic than table salt or aspirin". Menos 
                    tóxico que la sal de mesa o la aspirina, siendo el herbicida 
                    más estudiado del mundo y probadamente inofensivo para la 
                    vida humana y animal. A pesar de que vacas y caballos habían 
                    enfermado y aves de corral resultado muertas. 
                    
                    
                      
                    
                    
                    Las quejas de los pobladores seguían siendo "scientifically 
                    impossible". Pero en EEUU, decía Rother, Monsanto, líder en 
                    la fabricación de herbicidas con glifosato, en 1996, en el 
                    Estado de New York, acordó retirar propaganda que lo 
                    presentaba como seguro, no tóxico, inofensivo y libre de 
                    riesgos; así como no filtrable ni contaminante de aguas 
                    subterráneas. Las etiquetas de productos que lo contienen, 
                    como Roundup, advierten que las aplicaciones deben 
                    efectuarse en ausencia de viento y evitando alcanzar cursos 
                    de agua. Los operarios deben usar equipos protectores 
                    especiales. En California, el glifosato figura en tercer 
                    lugar como causa de enfermedades o trastornos debidos a 
                    intoxicaciones por plaguicidas. Es entendible, pues, que la 
                    prohibición de acceso a las áreas fumigadas sea de 12 horas. 
                    El español Jorge Riechman, en su libro "Cultivos y alimentos 
                    transgénicos", prologado por Ramón Folch, doctor en Biología 
                    y consultor en Gestión Ambiental de Unesco, analiza la 
                    toxicidad de los herbicidas considerados "más benignos", 
                    entre ellos, el glifosato. Dice que es tóxico para especies 
                    que habitan el suelo: arañas, escarabajos, ácaros, así como 
                    para lombrices. 
                    
                    
                      
                    
                    
                    De ahí, la forzada "huelga ecológica" de las aves uruguayas. 
                    Se acumula en frutas y tubérculos y su degradación 
                    metabólica en plantas es escasa, por lo que preocupan sus 
                    residuos en alimentos. Ha contaminado aguas subterráneas en 
                    Dinamarca; hecho que Monsanto y el funcionario 
                    estadounidense en Colombia habrían considerado 
                    científicamente imposible. Sus efectos sobre la salud humana 
                    son múltiples. 
                    
                    
                      
                    
                    
                    Han aparecido tumores de tipo linfómano no hodgkiniano, con 
                    un incremento del 80% desde los años 70, según la American 
                    Cancer Society. Los transgénicos, el más cultivado de los 
                    cuales es la soja, producen nuevas alergias y, en casos 
                    extremos, reacciones autoinmunes, que pueden ser fatales. 
                    Noëlle Lenoir, presidenta del Comité Internacional de 
                    Bioética de Unesco, habla de un "Chernobyl biotecnológtico". 
                    
                    
                      
                    
                    
                    En los ambientes en que son cultivados ha aparecido 
                    resistencia en especies, como el rye-grass, en Australia. Y 
                    han surgido otras, como la Soja Guacha en Argentina, frente 
                    a la cual el glifosato solo ya es ineficaz. 
                    
                    
                      
                    
                    
                    Además, se difunde con rapidez la roya, enfermedad que 
                    requiere el uso de fungicidas. 
                    
                    
                      
                    
                    
                    Un festín de agroquímicos y de dinero para las empresas 
                    vinculadas a los transgénicos, cuya creación, se proclamaba, 
                    haría disminuir el empleo de aquéllos; aunque, por las 
                    dudas, tenían genes modificados para resistir mayores 
                    aplicaciones. 
                      
                    
                    
                    La "sojarización" argentina demanda el 46% de los 
                    plaguicidas; el glifosato, el 37%. Y la planta, promocionada 
                    como "la principal reserva del tesoro nacional" está 
                    empobreciendo la Pampa y avanza por regiones como la 
                    chaqueña, en la que dispara, también, un proceso de 
                    desertificación, con pérdida de bosques, suelo y recursos 
                    hídricos.  
                    
                    
                      
                    
                    
                    El emponzoñado y artificializado, al máximo, desierto verde, 
                    por ahora prospera. Pero, expulsa de la tierra a 
                    agricultores de otros rubros, a pequeños y medianos 
                    productores ganaderos, lecheros y a mano de obra; los que 
                    van a aumentar, en muchos casos, el número de indigentes en 
                    las ciudades. En compensación "la soja solidaria" pasa a ser 
                    su alimento básico en los merenderos, si bien es altamente 
                    inconveniente para niños pequeños, mujeres embarazadas y 
                    ancianos. 
                    
                    
                      
                    
                    
                    En Brasil, convertida, asimismo, en "cultivo estrella", ha 
                    tomado el estado de Mato Grosso y grandes extensiones de 
                    selva son desmontados para hacerle sitio, desalojando 
                    poblaciones indígenas y destruyendo riquísimos ecosistemas. 
                    En Uruguay, su cultivo avanza desde el litoral hacia el 
                    centro y norte. Impulsado por inversionistas argentinos que 
                    aprovechan los menores precios de compra o arriendo de los 
                    campos y el no pago de retenciones del 23% a su exportación, 
                    como en el vecino país. Brasil tiene 21 millones de 
                    hectáreas plantadas: Argentina, 14 millones, Uruguay 
                    250.000. Se planea ampliar esas áreas, en nuestro caso a 
                    500.000, para competir con EEUU, por el mercado de China, 
                    colosal economía sobre pedestal de barro, que adquiere el 
                    60% de la producción sojera mundial. 
                    
                    
                      
                    
                    
                    En el edificio del Mercosur, en Montevideo, se está 
                    realizando un ciclo de conferencias sobre "Políticas de 
                    Estado: el agro en los tiempos que vienen", en el que se 
                    trata el tema.  
                    
                    
                      
                    
                    
                    Se afirma que por 20 años más habría mercado para la soja en 
                    el mundo, a pesar de haberse enfatizado lo vertiginoso de 
                    los cambios. Nuestra minúscula contribución a tal empresa 
                    nos haría, sin embargo, perder la calidad de "País Natural", 
                    perjudicando nuestras exportaciones, nuestra economía y , 
                    por ende, a nuestra población, en sus ingresos y en su 
                    salud.  
                    
                    
                      
                    
                    
                    Es necesario actuar. Exigiendo una moratoria a la expansión 
                    de los cultivos transgénicos y el etiquetado de los 
                    productos que los contengan. Asimismo, los políticos 
                    deberían informarse y meditar antes de tomar decisiones que 
                    marcarán, irreversiblemente, el destino de nuestro país.
                     
                      
                      
                    
                    Irma María Olivera 
                    
                    Diario La República 
                    
                    13 de agosto de 2004 
                    
                      
                    
                      
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