Transgénicos sin fronteras |
El
sórdido caso de un arroz manipulado genéticamente que se
pasea por medio mundo como “Pedro por su casa”. Los
protocolos de bioseguridad se derrumban como castillo de
naipes. La seguridad alimentaria, una vez más en entredicho
El título no hace mención al nombre de una ONG, sino a una
muestra más de la inseguridad intrínseca de los cultivos
transgénicos, a su falta de control y a la temeridad a la
que nos someten políticos ineptos y empresarios sin
escrúpulos. El protagonista de esta historia es el arroz
transgénico LL601, que ha sido manipulado genéticamente por
la multinacional Bayer CropScience para
otorgarle resistencia a herbicidas.
El engendro era ilegal en Estados Unidos para consumo
humano. Sólo fue permitido a modo experimental entre los
años 1998-2001. Misteriosamente, cinco años después,
concretamente el 18 de agosto de 2006, el gobierno
norteamericano declaraba que contenedores comerciales se
hallaban inexplicablemente contaminados con el arroz LL601.
Dicho de otra manera más sencilla, los granos de arroz
normales estaban mezclados con estos granos transgénicos
ilegales. Esta noticia propició medidas tales como la
cancelación de las importaciones desde Japón, la
certificación de ausencia del LL601 y el incremento de
controles en la Unión Europea. En ambos lugares el
arroz transgénico no estaba autorizado para humanos y era
ilegal.
La contaminación fue detectada inicialmente en enero de 2006
en Arkansas. Bayer lo notificó el 31 de julio al
gobierno y éste tardó 18 días en hacerlo público. Luego
apareció en Mississippi, Louisiana, California, Texas y
Missouri. Inmediatamente después del escándalo se activaron
los controles en Europa y entre septiembre y octubre
se descubrió el LL601 en 15 países europeos. Algunos de los
hallazgos, incluso iban certificados como ausentes de
transgénicos por las autoridades norteamericanas, lo que
facilitó que los lotes contaminados se dispersaran por más
países. Estos controles evidenciaron también la presencia
ilegal del arroz transgénico chino Xianyou BT63 en Reino
Unido, Francia, Alemania y Austria.
La estrategia inicial de la Unión Europea fue
permisiva y fracasó. El LL601 pululó a su libre albedrío por
el viejo continente. En septiembre, la Agencia Europea para
la Seguridad Alimentaria (AESA) anunció que el arroz
ilegal LL601 no presentaba riesgos inminentes para la salud
humana, en un informe que la Comisión Europea calificó como
limitado por la falta de un análisis adecuado. La propia
AESA reconocía que lo elaboró con datos insuficientes.
En noviembre el Departamento de Agricultura de los Estados
Unidos (USDA) autorizaba el arroz LL601 y advertía
que no era nocivo. Claramente las autoridades en ambas
partes del Atlántico contrarrestaban sus errores mediante
estudios irresponsables y licencias rápidas.
El 24 de noviembre, ecologistas costarricenses denunciaron
públicamente, que Greenpeace había descubierto un barco
estadounidense que iba rumbo a Costa Rica cargado de
arroz con fracciones contaminadas de LL601. Ese mismo día,
Amigos de la Tierra reveló que Estados Unidos había
exportado el arroz contaminado a Ghana y Sierra
Leona. Lo más repugnante fue que lo camufló como ayuda
alimentaria para los más necesitados. A inicios de febrero
de 2007 se halló el rastro en Filipinas[vi]. El 15 de
febrero, la Alianza para la Protección de la
Biodiversidad de Nicaragua atestiguó que arroz
contaminado con la variedad transgénica LL601 se estaba
vendiendo en diversos supermercados de la nación. Según la
propia Alianza, las marcas con presencia de transgénicos
eran: Carolina, Indiana, Gallo Dorado, Continental, Canilla,
Faisán, América, Sabemás e Imperial. Las muestras fueron
recogidas en varios puntos del país y el 75% dieron
positivo. El propio estudio de la Alianza desvelaba que, si
bien el origen de las muestras en su mayoría pertenecía a
Estados Unidos, existieron otras de Guatemala y
Nicaragua. Esto hizo pensar que algunos arroceros
centroamericanos podrían estar cosechando o exportando arroz
transgénico.
El 8 de marzo, Greenpeace México expuso en rueda de
prensa que la contaminación con LL601 había llegado al país
azteca. Tras recoger muestras se realizaron pruebas y
algunas dieron positivo. Este descubrimiento vino envuelto
en una gran polémica, porque se sabe que las Secretarías de
Salud y Agricultura efectuaron sus pruebas para detectar el
arroz contaminado y los resultados siguen siendo un enigma.
Greenpeace, amparado en la Ley de Transparencia y Acceso a
la Información, solicitó información a la Comisión Federal
para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS,
Instancia que en México tendría que retirar aquellos
productos no aprobados para consumo humano) y ésta la negó
argumentando la falta de tiempo para buscarla. Sin embargo,
ante las presiones ecologistas y los síntomas de escándalo
que se avecinaban, el 16 de marzo, la COFEPRIS
decidió cerrar la importación de arroz norteamericano,
exigiendo la certificación del arroz como no contaminado. Se
sospecha que nadie está haciendo nada para frenar la entrada
de arroz transgénico, y es más, la Secretaría de Salud
emitió en abril un comunicado en el que decía que el LL601
era seguro para la salud y en breve se podría aprobar su
consumo humano. Se sigue manteniendo un silencio tan
hermético como cómplice sobre los controles iniciales en
arroz, así como unos muestreos realizados en campos de maíz
de diferentes puntos del país. Por algo será.
Revoltosos
esos transgénicos
Los agricultores norteamericanos están mosqueados. No es para
menos. A raíz del descubrimiento los precios del arroz se
han desplomado. El 40% de la exportación total
estadounidense se ha visto afectada. Pero los problemas no
acaban ahí. Campesinos y autoridades estadounidenses
enfrentan la complicada tarea de limpiar los arrozales de
restos de LL601. Empresa faraónica por cuanto la
contaminación genética es invisible, incolora, inodora e
insípida; además de escurridiza, imprevisible y difícil de
revelar. De momento los arroceros han establecido una serie
de medidas, como suprimir del mercado la variedad de arroz
que contenía los genes contaminantes. Paralelamente los
juicios contra Bayer ya han iniciado. La empresa se
defiende afirmando que lo sucedido es un hecho fortuito
cimentado en la negligencia y descuido de los propios
agricultores. La transnacional no tenía intención de
comercializar el LL601, pero el mismo día que se hizo
público el escándalo solicitó la aprobación a la USDA.
Fue concedida velozmente en noviembre. Con esa autorización,
el arroz LL601 deja de ser ilegal en Estados Unidos y
Bayer gana posiciones en los litigios. Patético el
despotismo de la USDA y claro aviso a los
agricultores de todo el mundo: las multinacionales no están
dispuestas a asumir sus responsabilidades ante
contaminaciones genéticas, por mucho que éstas cierren
mercados y generen pérdidas económicas.
Investigaciones efectuadas en el Centro de Investigación del
Arroz de Crowley (Louisiana), han desvelado la existencia de
granos correspondientes al año 2003 contaminados con el
evento LL601. Este dato, junto a la existencia de trazas de
LL601 provenientes de Nicaragua y Guatemala,
indicaría que la contaminación es anterior a la fecha de
detección (agosto de 2006).
La legislación en bioseguridad ha quedado en ridículo. El
Protocolo de Cartagena ha sido reducido a poesía en el
desierto, las normativas en coexistencia han envejecido
prematuramente, y los proyectos emprendidos por algunas
instituciones como Naciones Unidas, en materia de “Creación
de Capacidades en Bioseguridad”, han demostrado ser
infructuosos. El caso del arroz chino BT 63, el del maíz
Star Link y el del maíz Bt 10 que estuvo a punto de
filtrarse en Europa en el año 2005, serían tres ejemplos más
de movimientos transfronterizos ilegales.
El capítulo del arroz LL601 nos deja una lección más
importante si cabe: la necesidad imperiosa de desarrollar
políticas agrarias dirigidas a consolidar de la Soberanía
Alimentaria, en lugar de claudicar ante las políticas
neoliberales que arrasan con el tejido productivo nacional.
¿Qué sucedería si México -por ejemplo- decidiera
interrumpir o limitar la importación de arroz desde
Estados Unidos ante la presencia del LL601? Pues
posiblemente un desabastecimiento y su consecuente
incremento de precios, pues México importa la mayor
parte del arroz que consume. La dependencia al arroz
norteamericano de algunos países es tal, que simple y
llanamente no pueden detener las importaciones por muy
contaminadas que estén. El caso del arroz LL601 y la
“Crisis de las Tortillas”, sitúan a México como
paradigma de la inseguridad y servidumbre alimentaria.
Calderón Hinojosa debería pensar antes en el arroz y el
maíz como alimentos seguros para sus 60 millones de pobres y
extremadamente pobres, que en encender fuegos de artificio
con el agrobusiness, los transgénicosy los biocombustibles.
En definitiva y a modo de conclusión, una vez más se
demuestra la inexistencia de controles serios que permitan
localizar, controlar y erradicar un brote indeseable de
transgénicos y más si hay necios en los cargos de
responsabilidad. Una vez más una variedad transgénica ha
logrado filtrarse, recorrer miles de kilómetros y colocarse
inocentemente en las estanterías de los supermercados. Una
vez más ha quedado patente la necesidad de tomar medidas
urgentes ante los cultivos transgénicos comerciales y
experimentales. Y una vez más las organizaciones sociales
han reemplazado a los poderes públicos en su misión de
defender a la sociedad. Esta vez y según rápidos e
insuficientes estudios, el arroz transgénico LL601 no era
dañino para la salud, pero ¿Qué pasará cuando la variedad
que se escape sí lo sea? ¿Cuántos alimentos estarán
contaminados y cuándo, dónde y cómo se hallarán? ¿Seguiremos
amparándonos en la fortuna o habrá algún político decente
que se tome esto en serio?
Mariano
Cereijo *
Agencia
Latinoamericana de Información – ALAI
29 de mayo
de 2007
*
Ecologista y consultor ambiental español.
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