Transgénicos obsoletos

y la desmistificación de la ciencia

 

 

Todo el mundo sabe que desde el punto de vista ambiental la situación uruguaya es internacionalmente reconocida como de muy buena calidad. Es un país pequeño entre dos potencias como son Argentina y Brasil, entonces su vía de competitividad es la calidad. En este contexto hacer una opción por los transgénicos parece un contrasentido.

 

Además, los argumentos de los productores de semillas transgénicas ocultan que se trata de una tecnología obsoleta, porque trasmitir genes a través de una bacteria cuya resistencia a los antibióticos cumple la sola función de marcar qué semilla tomó el gene y cuál no, me parece un disparate que no se puede fundamentar seriamente desde el punto de vista científico, o desde cualquier punto de vista.

 

Decir que esta tecnología servirá para controlar las plagas tampoco es verdad, porque todos sabemos que hay una gran variabilidad y selección de virulencia, y mucho más en los insectos por dos razones: porque tienen cerebro y porque se mueven, lo que implica que van de una planta a otra según les convenga.

 

Decir por ejemplo que los transgénicos controlarán desequilibrios de la tierra como la salinidad es falta de sentido común, porque si tengo una planta que resiste la salinidad podré seguir poniendo sal en ese suelo y al final tendré una salina. Es un disparate.

 

La afirmación de que esta tecnología permite el uso masivo de herbicidas –como en el caso de la soja resistente al glifosato– es un también un error grave porque esto lo único que habilita es el empleo de un sistema agrícola dependiente de una transnacional que cuando quiera desestabilizar un país sólo tendrá que impedirle la importación del herbicida o de la semilla para ponerlo de rodillas.

 

Realmente no veo ninguna necesidad –y menos en un país donde lo que sobran son prados– de meter la soja y el maíz si aquí la alimentación animal se la llevarían los europeos por su calidad.

 

Creo que en el curso de la reunión se politizó un poco el tema, pero los que somos viejos sabemos que los políticos sólo hacen lo que les manda el pueblo. Bueno, los inteligentes, porque los otros terminan intentando montar una dictadura. Nadie cambiará nada si no hay un fuerte movimiento ciudadano que exija un debate serio y reposado en el Parlamento, en las gremiales de productores y trabajadores rurales, en los grupos de consumidores, en la academia, en los medios de comunicación, hasta que se llegue a una ley sobre transgénicos que los regule, ya que se trata de un tema que afecta en principio a la salud, al ambiente y la alimentación, además de otros aspectos sociales, económicos, políticos y culturales.

 

Hay que desmistificar la ciencia

 

Cuando escucho cómo se habla de las perversidades de la agronomía, por ejemplo en una reciente conferencia de uno de los mejores sociólogos rurales de España, que es Eduardo Sevilla Guzmán, quien habló de los efectos nocivos de la Revolución Verde y de las perversiones de los transgénicos, este pensamiento crítico me confirma que hay otros, también profesores y científicos, que se erigen en Sumos Pontífices y pareciera que sólo ellos tienen la verdad.

 

No tengo infraestructura, recursos ni tiempo para investigar, por tanto agudizo la capacidad creativa y lo que hago es observar a los productores tradicionales que veo que son creativos y tienen ganas de hablar. Mi entrenamiento como investigador me ha permitido desarrollar una cierta capacidad de síntesis que me hace posible manejar un sistema complejo como el agrario, y después paso a la confirmación de esas observaciones en el laboratorio. Este es un planteamiento diferente al que impera en la ciencia donde se practica una metodología reduccionista como es el manejo de los genes, como si en agricultura la cuestión fuese de genes, olvidando la cultura, los valores sociales, entre otras cosas. Este enfoque apunta a la patentización de sus aplicaciones, lo que consolida las relaciones de dependencia que ya existen entre las transnacionales de la biotecnología industrial y los sistemas agrícolas. Es hora de que digamos basta y de hacerles recordar a los agricultores que a través de sus conocimientos se pueden manejar los sistemas agrarios, y también estimularlos a practicar una ciencia participativa, a tomar parte en la creación de sistemas de investigación participativa. Esto es lo que llamo desmistificar la ciencia. Es saber armonizar el conocimiento científico con el saber campesino que es más globalizador, porque el científico es reduccionista por naturaleza, por las limitaciones de espacio, tiempo y dinero que sólo le permiten estudiar procesos concretos, mientras que el agricultor está estudiando un sistema complejo que va desde la semilla hasta buscar la manera de vender su producto final, pues su sistema también debe ser viable económicamente.

 

Intento difundir este enfoque en el mundo de los agricultores para que ellos lo hagan saber a otros, para que ellos no nos vean a los científicos como genios, porque a menudo sucede que mis colegas son los número 1 en su materia, pero que con respecto a la visión global son un desastre porque no saben ni cómo se vende un tomate.

 

Los agricultores deben ingresar al mundo de la investigación científica, debemos hacerles ver que son ellos quienes manejan los sistemas agrícolas y que eso no se puede hacer sin conocimiento, qué importa que sea un conocimiento empírico. Son ellos quienes van seleccionando técnicas asociadas a la calidad de las semillas, las condiciones climáticas, la calidad de las tierras y las necesidades del mercado. Es probable que tal vez el 20 por ciento de sus referencias sean anecdóticas, pero el resto tiene una base científica real, y en esto incluyo algunos aspectos que a primera vista pueden hasta parecer místicos, pero que tienen una razón de ser. Esta es mi idea de desmistificar la ciencia.

 

 

Rel-UITA *

9 de febrero de 2005

 

* Conceptos extraídos por la Secretaría Regional Latinoamericana de la UITA de las intervenciones del profesor Antonio Bello (Profesor Investigador del Centro de Ciencias Medioambientales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de Madrid, España), durante el foro “Justicia social en la agricultura orgánica y sustentable”, celebrado en Montevideo entre el 2 y el 5 del corriente, organizado por Rel-UITA, y las organizaciones Peacework Organics Farms, CATA y RAFI de Estados Unidos.

 

 

 

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