Los oncólogos
estadounidenses Slage y Shearer, del Centro de
Investigación Hutchinson, en Seattle
(Washington), precisaron en marzo de 1976, que
el 80 por ciento de las enfermedades cancerosas
en el ser humano, son causadas por los productos
químicos en el ambiente y el 20 por ciento por
productos químicos en los alimentos. Revolución
verde, agroquímicos, biotecnología moderna,
transgénicos..., ¿un mismo camino que nos lleva
a la decadencia?
La OMS en 2002 precisó que el número de
personas que murió de cáncer alrededor del
mundo, 7,6 millones, fue superior a los 5,6
millones que en total murieron por VIH/SIDA,
malaria y tuberculosis.
El cáncer es pues actualmente, el riesgo permanente que
amenaza nuestra salud. Para analizar las causas,
sólo detengámonos en el dato de los expertos que
indica que el 20 por ciento del cáncer es
causado por los productos químicos en los
alimentos. Recordemos a su vez, que el origen y
el estilo de producción está marcado por varios
enfoques. ¿Cuál de esos enfoques de producción
revelarán atajos hacia el cáncer? ¿La
agricultura ecológica? ¿La “revolución verde”
con sus agroquímicos sintéticos? ¿La
biotecnología “ultra moderna” con sus semillas
transgénicas?. Veámoslo por partes
La revolución
verde
Hace 50 años que se viene impulsando la llamada “revolución
verde”, basada en un paquete tecnológico con uso
intensivo de productos químico-sintéticos,
dentro de los cuales destacan los abonos
nitrogenados, los pesticidas de amplísima
especialización y las semillas mejoradas y en la
última década las transgénicas.
El profesor W. Schuphan (1971), director del Instituto
Nacional de la Investigación de la Calidad, de
Geisenheim (Rhin), describe el círculo vicioso
al que nos somete la agricultura de la
revolución verde “El uso exagerado de
fertilizantes nitrogenados provoca un alto grado
de susceptibilidad a contraer enfermedades o
parásitos en las plantas alimenticias. Esto
obliga a un empleo masivo de pesticidas
químicos. Además el alto contenido de nitrógeno
(que utiliza la agricultura convencional) reduce
los minerales y las vitaminas en las plantas,
tan necesarias para la salud del hombre”.
A partir de ello, lo que nosotros observamos además, no sólo
es un círculo vicioso, más bien, una espiral.
Plaguicidas y
demás males en la salud
El uso de pesticidas por parte de la revolución verde ha
venido generando reducción de la fertilidad
masculina, enfermedades neurológicas, reducción
del crecimiento, anormalidades fetales, síndrome
de fatiga crónica en niños y mal de Parkinson.
Por supuesto, también está contribuyendo
enormemente al incremento del índice de cáncer,
ya que, los residuos de pesticidas están entre
las tres mayores causas de cáncer.
Las mujeres con cáncer de mamas tienen cinco a nueve veces
más frecuencia de tener residuos de pesticidas
en su sangre que aquéllas que no. Estudios
previos demostraron que aquéllas con exposición
laboral a pesticidas tienen tasas más altas de
cáncer.
Por su parte, el gobierno británico encontró residuos de
pesticidas en un tercio de los alimentos y más
grave aún, más de un agroquímico en manzanas,
pan, lechugas, papas y fresas; el uso de más de
un agroquímico potencia los efectos adversos.
La revolución verde y la biotecnología moderna
de los transgénicos
Los defensores de los transgénicos podrían sentirse aliviados
porque sólo hemos referido las consecuencias de
la primera etapa de la revolución verde, las que
ya no se pueden acallar ni ocultar pues al cabo
de más de 40 años la suma de evidencias es
abrumadora, los daños cuantiosos y hasta los
científicos protransgénicos aceptan esta
realidad.
Así por ejemplo, en una entrevista periodística aparecida en
el diario oficial El Peruano (5 agosto 2008), un
conocido científico asegura que “No hay debates
sobre los fertilizantes y los insecticidas
químicos. Tenemos manzanas bellas, pero llevan
insecticida dentro,... lo cual es probadamente
dañino y produce cáncer”.
Lo peculiar de la entrevista no radica en que los científicos
admitan ahora el perjuicio de los agroquímicos
sintéticos, lo singular es que traten de hacer
un deslinde entre agroquímicos sintéticos y
transgénicos como si tuvieran un origen distinto
y una perspectiva diferente.
Lo verídico es que agroquímicos sintéticos y transgénicos
comparten una misma genealogía y, es nuestro
deber difundirlo. Las semillas transgénicas
basan su visión en el mismo sistema impulsado
por la revolución verde de los años 50, esto es,
el uso de fertilizantes y pesticidas químicos de
síntesis. Sólo han variado las semillas
mejoradas por las semillas transgénicas; todo lo
demás sigue siendo válido, aunque pretendan
decir que se usará menos.
Compartiendo los mismos progenitores, los estudios demuestran
que los alimentos transgénicos son inclusive más
peligrosos, pues las características de su
resistencia no son externas, sino han sido
incorporadas al interior de su mapa genético.
Así, la semilla transgénica de maíz Bt está
preparada para resistir plagas porque cada una
de sus células contiene el Bacillus
thuringiensis, una bacteria que produce
sustancias tóxicas para los insectos.
En consecuencia, el uso de agroquímicos ya no sólo se
restringe a las aplicaciones externas, sino
están incluidas en la genética de lo que
pretenden sean nuestros alimentos cotidianos.
Según la OMS, el cáncer aumentó en 19 por ciento en
todo el mundo entre 1990 y 2000, principalmente
en los países en desarrollo.
¿Será porque en nuestros países cada vez usamos más
agroquímicos y los países desarrollados procuran
usar menos y cada vez consumen más alimentos
ecológicos?
La
agricultura ecológica
¿Realmente no hay otra solución tecnológica? En realidad sí
existe y ha existido desde siempre y se llama
agricultura ecológica. Si observamos el enfoque
de la agricultura ecológica, ésta procura usar
técnicas compatibles con las leyes de la
naturaleza, prohíbe el uso de fertilizantes,
pesticidas químicos de síntesis y transgénicos
por lo que la exposición al peligro de
enfermedades tan graves como el cáncer
disminuye.
A la par, los estudios científicos refieren que la calidad
nutricional de los productos ecológicos es muy
superior a la calidad de los productos obtenidos
con la revolución verde, también denominados
"convencionales". Esta mayor calidad biológica
de los alimentos ecológicos se ha comprobado en
diferentes pruebas biológicas. La más antigua se
realizó en Nueva Zelanda en los años 40 (Daldy,
1940), donde se comparó el efecto de la dieta
ecológica en escolares, a los cuales se les
suministró estos alimentos durante dos años. Al
cabo de este tiempo, se comprobó que su salud
dental era mucho mejor, presentaban mayor
resistencia a la fractura de huesos, la
incidencia de gripe y resfriados había
disminuido notablemente, su tiempo de
convalecencia era menor y su salud en general
era mucho mejor.
A mediados de los años 70, los trabajos de Schuphan*
como resultado de 12 años de investigación,
mostraron que los productos ecológicos superaban
a los convencionales en el contenido de
proteínas, vitaminas, azúcares totales (en un
18, 28 y 19 por ciento respectivamente) y en
minerales como el hierro, potasio, calcio y
fósforo (en un 17, 18, 10 y 13 por ciento
respectivamente). A la par, se demostró que los
alimentos ecológicos nos alejan de componentes
indeseables porque contienen menos nitratos,
aminoácidos libres y sodio (93,42 y 12 por
ciento menos respectivamente).
Otros estudios realizados en Reino Unido en 1992
concluyeron (Heaton, 2002) que una mejora en el
suministro de vitaminas y minerales a través de
alimentos ecológicos, podría reducir el cáncer
en un 20 por ciento, las enfermedades cardíacas
en un 25 por ciento , la artritis en un 50 por
ciento y el alcoholismo en 33 por ciento.
En 2007, oficialmente, y luego de un estudio de dos años que
costó 20 millones de dólares a la Unión
Europea, se reafirmó que los alimentos
ecológicos son mucho mejores. Entre muchos
resultados se dio a conocer, por ejemplo, que
los alimentos ecológicos pueden tener de 20 por
ciento a 90 por ciento más antioxidantes,
sustancias que tienen la cualidad de ser
anticancerígenas.
La revolución verde dio a luz agroquímicos con el argumento
de ser la salvación y el camino para la
obtención de grandes cantidades de alimentos; la
historia ha demostrado que ni han logrado
incrementar sostenidamente la producción ni
menos han resultado ser la salvación al hambre
del mundo. La biotecnología moderna con sus
transgénicos, tiene la misma raíz de origen y se
presenta con el mismo argumento ¿deberíamos ser
igualmente crédulos y admitir su promoción en el
Perú?
Finalmente, exijamos la moratoria por cinco años al ingreso
de transgénicos al Perú y también, la
promulgación inmediata de la Ley del etiquetado,
con la cual podamos conocer aquellos alimentos
que contienen transgénicos en su composición,
propuesta ya presentada pero que actualmente
duerme en el Congreso.
Sumemos voluntades y esfuerzos, la sociedad civil es mayoría
y podemos hacer valer nuestros derechos
Silvia Wú
Guin y Fernando Alvarado de la Fuente
Tomado de
Biodiversidadla
14 de agosto
de 2008