Hasta ahora sólo eran soja y maíz, pero en breve
el “menú” de transgénicos disponibles en Uruguay
puede incrementarse, e incluso alcanzaría al
arroz, pese a que el cultivo de este grano
brinda un enorme saldo exportable al país
llegando a mercados que se han cerrado ante
variedades producto de la ingeniería genética.
A menos de un mes de caducada la moratoria
oficial para la presentación de nuevas
variedades transgénicas, la situación en
Uruguay ofrece un panorama poco alentador:
de un lado las corporaciones semilleras van por
más y ya han anunciado que reflotarán sus
pedidos para la aprobación de más eventos
alterados genéticamente; en un segundo plano el
gobierno, que alentó una hipótesis de
“coexistencia”, brinda una señal de debilidad
extrema en su argumentación, y en tercer lugar
los pooles de siembra redoblan su expansión a
costa de otros rubros e invaden zonas netamente
identificadas con la agricultura familiar.
Según informa el influyente semanario uruguayo
Búsqueda en su edición del jueves 31 de julio,
el cultivo con semillas transgénicas creció un
cuarenta por ciento en el último ciclo, en tanto
que las mencionadas trasnacionales de origen
estadounidense preparan una batería de
solicitudes de nuevas variedades.
La decisión de permitir la “coexistencia” entre
los cultivos transgénicos y los tradicionales se
toma sin establecer la discusión amplia y
profunda sobre el tema que reclamaban varias
voces del movimiento ambientalista, que previo a
que se anunciara la “coexistencia” ya
denunciaban que ésta no era otra cosa que la
aprobación tácita de los transgénicos.
Ya en 2005
Monsanto,
Bayer
y
Dow
Chemical
habían presentado solicitudes de aprobación para
nuevos eventos de maíz y una variedad de arroz
resistente al herbicida genérico glifosato,
aunque no fueron tenidas en cuenta. Ahora, una
vez fijado el criterio de la “coexistencia” las
trasnacionales vuelven por sus fueros. Y en ese
sentido parecen mucho más ágiles que la
complicada estructura gubernamental que en
apariencia buscaría regular este mercado de la
biodiversidad.
En efecto, en el decreto que concluye la
moratoria se plantea la creación de un “Gabinete
Nacional de Bioseguridad” conformado por los
ministerios de Ganadería, Salud Pública,
Economía, Medio Ambiente y Cancillería, así como
una comisión de gestión de riesgo integrada por
técnicos de esas carteras que asesorarían a
dicho Gabinete. Sin embargo no se estableció la
obligatoriedad del etiquetado de los alimentos
que contengan transgénicos.
“La coexistencia de transgénicos y cultivos
convencionales amenaza la biodiversidad por los
altos riesgos de contaminación genética, y avala
definitivamente el ingreso a Uruguay de esas
variedades modificadas en beneficio de grandes
empresas del exterior,
lo
que aumenta la extranjerización de la tierra y
expulsa a los pobladores del campo”,
señalaron al conocerse el fin de la moratoria la
Asociación de Productores Orgánicos del Uruguay
(APODU), la Red de Acción en Plaguicidas
y sus Alternativas para América Latina (RAPAL
Uruguay) y REDES - Amigos de la Tierra
Uruguay.
“Las medidas de bioseguridad que planea el
gobierno no garantizan que no haya contaminación
genética (por el desplazamiento del polen, por
ejemplo) entre las variedades transgénicas y las
que no lo son”, aseguran las organizaciones
Radio Mundo Real
11 de agosto de 2008