México
¡Estaban en
la casa del vecino!
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Cuando era muchacho, en nuestra casa se criaban gallinas.
Recuerdo una bataraza, seguramente contaminada por algún gen
libertario, que desaparecía con cierta frecuencia. A mi
madre no se le ocurría ordenarme tomar el tranvía para
buscarla en otros barrios, simplemente me decía: “pedí
permiso y mirá en el terreno de al lado”. La ausencia de tan
elementales criterios de respeto y lógica, es lo que llevó
al presidente Bush a buscar inútilmente armas químicas y
biológicas en lejanos confines, cuando en realidad estaban
en la casa de su vecino.
La noticia, pese
a confirmar lo que desde hace años se viene denunciando, es aterradora:
Material transgénico prohibido para consumo
humano contaminó maíz en nueve estados mexicanos1.
El maíz de 138 comunidades campesinas e indígenas de los estados de Chihuahua,
Morelos, Durango, Estado de México, San Luis Potosí, Puebla, Oaxaca, Tlaxcala y
Veracruz, está contaminado con transgénicos.
Seis ONGs, con
el apoyo de varias organizaciones comunitarias y de biólogos de la Universidad
Autónoma de México, analizaron más de 2.000 plantas provenientes de 138
comunidades, con el siguiente resultado: en el 24% de las comunidades se
encontró la presencia de algunos genes transgénicos en el maíz nativo, que van
desde 1,5% hasta 33,3%. La contaminación coincide con la proteína Bt-Cry9c que
identifica el maíz
Starlink
el que presuntamente Aventis (ahora fusionada con Bayer) habría retirado del
mercado por estar prohibido para el consumo humano. También se encontró
contaminación con otras cepas de Bacilus Thuringiensis (Bt) utilizadas, entre
otras, por las empresas Monsanto y Novartis y con la proteína CP4-EPSPS de
Monsanto. Los análisis fueron realizados con “kits” comerciales de detención,
marca Agdia. Primero los realizaron las comunidades y las ONGs y posteriormente
la empresa que distribuye los “kits” en México, que corroboró los resultados.
Las plantas,
provenientes de zonas alejadas y de comunidades que cultivan su propia semilla,
contenían dos, tres y hasta cuatro transgénicos en forma concomitante. Esto
indica que la contaminación tiene muchos años y que el maíz contaminado, se ha
estado cruzando por muchas generaciones para incorporar todos esos eventos en su
genoma.
Las
consecuencias son impredecibles, la uruguaya Silvia Ribeiro (del Grupo ETC)
señaló que
“un riesgo aún mayor es la
contaminación que se podría dar por la producción que hay en EE.UU. de maíces
transgénicos para producir sustancias que van desde plásticos y adhesivos a
espermicidas y abortivos”. Escapes accidentales de maíz modificado
para producir sustancias no comestibles ya habían ocurrido en Iowa y Nebraska.
Otro aspecto que Silvia destacó, es que
“todas las proteínas detectadas están patentadas”. Quiere decir que
los responsables, debido a su urgencia por el lucro, dejaron sus huellas
dactilares.
Por ello, un
comunicado de las organizaciones que llevaron a cabo la investigación, ahora
reunidas en red, responsabiliza por la contaminación a las transnacionales que
producen transgénicos, particularmente a:
-
Monsanto
(estadounidense) poseedora de más del 90% del mercado mundial de
agrotransgénicos.
-
Syngenta
(suiza) producto de la fusión de la compañía suiza Novartis y la
sueca/británica Astra Zeneca. Fabricante del herbicida Paraquat (también
conocido como Gramoxone) extremadamente tóxico. Miles de damnificados en las
bananeras centroamericanas dan fe de ello.
-
Bayer,
alemana.
-
Dupont,
estadounidense.
-
Dow,
estadounidense.
-
Dupont,
estadounidense.
-
BASF,
alemana.
Un
delito de lesa humanidad
Por sus
consecuencias, el concepto es perfectamente aplicable. Si los investigadores a
sueldo de las transnacionales antes de andar jugando al “haber qué sale” y
abandonando su soberbia de considerarse dioses, hubieran consultado a campesinos
e indígenas, no habrían tocado el maíz.
Hombre y maíz
están estrechamente ligados. El maíz no puede vivir sin el hombre y en ciertas
regiones, el hombre no hubiera sobrevivido sin el maíz. No existe maíz en estado
silvestre, esto se explica porque la planta no puede reproducirse sin la
intervención humana. Las mazorcas, que concentran ordenadamente los granos y los
protege con una cobertura de hojas, impide que se dispersen naturalmente. Las
mazorcas, contienen cientos de semillas apretadas, que si germinaran al mismo
tiempo competirían hasta aniquilarse, por lo tanto no producen naturalmente
plantas viables. Sin el trabajo humano, especialmente de las mujeres, como los
antropólogos nos enseñan, el maíz no existiría.
Los campesinos
también les habrían hablado -y alertado- sobre la enorme capacidad que tiene el
maíz para producir polen o de mutación, a la que es especialmente propenso.
Utilizando otros términos, les habrían hablado del carácter monoico de la
planta, es decir, que una misma planta posee flores masculinas y femeninas que
están separadas, condición que facilita la polinización. Lo cual permitió al
hombre trabajar sobre ellas desde tiempos inmemoriales.
Ahora el daño
está consumado y pensamos que los responsables tendrán que ir a juicio, ser
castigados y obligados a resarcir -si esto es posible- las pérdidas.
Especialmente si tenemos en cuenta que, similar a lo que sucedió en Brasil, la
contaminación se produjo en un país donde el cultivo de transgénicos es
prohibido.
¿Qué se ha
perdido o está en peligro?
El maíz se
produce rápido, es fácil de almacenar, se conserva por largo tiempo y con
procedimientos sencillos se torna comestible. Todo esto puede realizarlo la
familia campesina con sus propios recursos, lo cual implica autonomía e
independencia. Hasta la espiga que hecha la planta en el remate, es utilizada
por los indígenas para elaborar una especie de pan. Las hojas que cubren la
mazorca (chala) sirven de envoltura de alimentos, como los tamales de masa de
maíz cocida al vapor. Los residuos que quedan en el campo sirven de forraje para
el ganado. En EE.UU. el raquis (marlo) de la mazorca se utiliza para fabricar
pipas. También con maíz se elabora un tipo de whisky. Todos estos usos se
encuentran ahora comprometidos por la contaminación.
Las
transnacionales gastan millones de dólares en propaganda, en la cual afirman que
la biotecnología es la forma moderna, científica y rápida de continuar la
actividad ancestral del hombre de manipular plantas. No han logrado convencer a
la mayoría de los consumidores, mucho menos lo lograrán con los campesinos
mexicanos, que si de algo saben, es del maíz.
Por si todo lo
anterior fuera poco, este escándalo ocurre al mismo tiempo que el gobierno de
EE.UU. acaba de aprobar nuevas reglas para el ingreso de alimentos a ese país.
La medida, que encarecerá y dificultará aun más las exportaciones, está
justificada en la
necesidad de impedir la
entrada de posibles armas biológicas.
¿Qué
consecuencia para la salud de la población campesina tendrá la ingestión,
durante años, del maíz contaminado? ¿Qué dirán ahora las transnacionales? ¿Qué
hará el gobierno mexicano? ¿Qué hará la administración Bush? ¿Cómo reaccionará
la ONU y sus organismos especializados, como la FAO y la OMS?
Es seguro que no
dirán ni harán nada. Lo que significa que nosotros, la sociedad civil, tenemos
mucho que hacer.
Enildo
Iglesias
© Rel-UITA
15 de octubre de
2003
NOTAS
1
La Jornada, México, 09.10.03 |