Perú
Backus y Johnston, una oferta poco seria
|
Desde el 18 de
marzo los 300 trabajadores de la cervecería Backus y
Johnston de Perú se encuentran en huelga. Esa medida es el
corolario de un largo período de infructuosas negociaciones
entre el sindicato y la empresa para actualizar los
alicaídos salarios.
En el tramo final de las negociaciones la empresa ofreció,
aparentemente en un gran esfuerzo, la suma de 1 sol con 10
centavos –algo así como 30 centavos de dólar– al día por
trabajador.
Más de un lector podrá pensar en lo que habitualmente dicen
nuestros gobernantes, que si no damos condiciones para la
inversión los capitales no vienen a nuestros países, que uno
de nuestros principales problemas para captar inversiones es
el alto costo de la mano de obra y así por delante. En el
caso concreto de Perú, país que en la década del gobierno de
Fujimori se hiciera tanto por incrementar el informalismo,
despidiendo trabajadores públicos de todos los sectores y
facilitando la tan famosa y “moderna” flexibilización
laboral, más de uno se sentiría feliz con semejante aumento
y puede llegar a considerar que los trabajadores de Backus y
Johnston son exagerados en sus reclamos.
Pero resulta que entre los accionistas está el
Grupo Empresarial Bavaria
de Colombia (del cual hablaremos en otra
entrega) y el grupo Cisneros, uno de los más fuertes del
continente, según la revista Poder el más rico entre los
latinoamericanos, dueño de 72 empresas que operan en 80
países, entre las que hay medios de comunicación y
televisión por suscripción, como Univisión, Venevisión,
Direct TV Latin America y AOL Latin America, cadenas de
supermercados y de servicios de comida,
Pizza Hut
Venezuela y Backus y Johnston, por citar solo algunas.
Resulta, entonces, difícil de creer que los 300 trabajadores
de la cervecería peruana puedan poner en riesgo la
estabilidad económica y financiera del inversor.
Pero veamos con más detalle la propuesta de la empresa y los
números de la misma.
Si el sindicato aceptara la oferta que mencionábamos antes y
estos costos no fueran trasladados a los consumidores, como
sucede habitualmente, la empresa debería desembolsar la
impresionante suma de 90 dólares diarios más para hacer
frente a ese compromiso. Eso significaría unos 2.250 dólares
al mes, y en el año, aún suponiendo leyes sociales e
impuestos, no pasaría de los 30.000 dólares.
Para muchos latinoamericanos esa es una cifra impresionante,
con ella podríamos comprarnos una casa o resolver más de uno
de esos problemas que venimos postergando desde hace años.
Pero para esta empresa, y hablando exclusivamente de la
cervecería Backus y Johnston, no de los números del grupo
Cisneros, estamos hablando de caja chica.
Según los datos aportados por la propia empresa, al 30 de
setiembre de 2003 había registrado ventas netas por 208.7
millones de dólares lo que marca un leve descenso con
respecto al 2002. Esa misma información atribuye el descenso
al aumento del Impuesto Selectivo al Consumo establecido por
el gobierno.
Una vez más nos preocupamos por la suerte de este pobre
inversor acosado por el gobierno y el sindicato.
Pero si seguimos leyendo la empresa nos informa que la
utilidad neta en ese período alcanzó la cifra de 52 millones
de dólares, lo que significó un incremento del 18 % con
respecto al período anterior.
Sobre lo que no es demasiado explícita la información es
sobre cómo la disminución del 2% en las ventas se convirtió
en 18% de ganancia en las utilidades. Se hace referencia a
un incremento de otros ingresos financieros, pero parece un
poco exagerado suponer que eso sea suficiente para explicar
esa diferencia, de lo contrario deberíamos suponer que, en
realidad, Backus y Johnston es una financiera que funciona
con la fachada de una cervecería.
A falta de información nos inclinamos a suponer que cambios
en la tecnología y deterioro de la masa salarial pagada en
la producción tienen algo que ver en ese resultado.
Pero volvamos sobre la negociación salarial, más arriba
señalábamos que el aumento ofrecido le significaba a la
empresa el desembolso de unos 30.000 dólares más al año,
esto quiere decir que, en el peor de los casos la empresa
vería disminuidas sus utilidades en un 0.0006 %.
Verdaderamente, es fácil explicarse porque, con empresas con
tal grado de responsabilidad social, nuestros países siguen
teniendo a buena parte de su población por debajo de la
línea de pobreza. Lo que no resulta tan fácil de entender es
por qué Backus y Johnston se niega a negociar seriamente con
sus trabajadores y por qué el Ministerio de Trabajo de Perú
demora tanto en asumir una actitud decidida que permita
resolver este problema.
Ariel Celiberti
© Rel-UITA
31 de marzo de 2004
|