La justicia brasileña
decidió, luego de cinco años de su fuga de Uruguay, que el coronel Juan Manuel
Cordero Piacentini sea extraditado a Argentina para responder por crímenes de
lesa humanidad. Tres fotos, una carta y un video reflejan la particular historia
de un trámite de extradición que quiebra la impunidad de los torturadores en el
Cono Sur de América
2003:
EL DISFRAZ
El coronel Manuel Cordero se tapa la boca con una
bufanda, cubre su cabeza con un sombrero y esconde sus ojos detrás de gruesos
lentes de aumento. Es el mes de agosto de 2003 y el militar uruguayo oculta su
identidad al comparecer por primera vez ante un juzgado penal que lo indaga por
declaraciones consideradas “apología de la tortura”.
Cordero disfrutaba entonces de toda la impunidad que a los
represores uruguayos les otorgaba la ley de caducidad aprobada por el presidente
Julio María Sanguinetti a la salida de la dictadura que
sufrió Uruguay entre 1973 y 1985. Cordero había defendido en una
entrevista la tortura que él mismo practicó en los años de la represión.
La defensa del militar había interpuesto todo tipo de
recursos jurídicos, desde diciembre de 2001, cuando se inició la causa. Esta
vez, Cordero afirma que el juez actuante, José Balcaldi fue
funcionario policial en la dictadura y dice que no está dispuesto a declarar
ante un “ex subordinado”.
Balcaldi
archiva el caso y abre uno nuevo acusando a Cordero de “desacato con
ofensa”, pero la causa no se procesa. La defensa de Cordero presenta
nuevas dilatorias y Cordero termina por huir de Uruguay en julio
de 2004. Así lo explica su hija en el mes de agosto, cuando dos policías
concurren a su domicilio para llevarlo ante el juez.
2005:
DESDE LEJOS
El coronel Manuel Cordero aparece de perfil en
una foto que desde lejos le toma un reportero de la revista Caras y Caretas.
Su presencia en Santana do Livramento había sido detectada un mes antes por el
activista en derechos humanos Jair Krischke, pero la información
se filtró a la prensa antes de que se cerrara el cerco. Es febrero de 2005.
El delito de “desacato por ofensa” por el cual podía
requerirlo Uruguay sólo tiene una pena de dos años de prisión, menos de
lo exigido por el Tratado del Mercosur para que la extradición sea tramitada.
Impune en Uruguay, sólo podría ser detenido si se lograba un pedido de
extradición desde Argentina donde el militar secuestró, torturó y
asesinó.
Cordero
vuelve a desaparecer, a la vez que su defensa solicita a Brasil su asilo
político, en un expediente que duerme en la burocracia del Ministerio de
Justicia antes de llegar a ser rechazado. Cordero deja sus huellas en São Paulo
donde habría sido sometido a una intervención quirúrgica. Se teme que haya huido
a Paraguay.
Krischke,
del Movimiento Justicia y Derechos Humanos de Porto Alegre, sigue la pista del
prófugo y lo encuentra, otra vez, en Santana do Livramento. Cordero debía
firmar mensualmente un “certificado de vida” para cobrar su jubilación militar y
el gobierno uruguayo de Jorge Batlle autorizó cada mes el pago. La
impunidad seguía amparándolo.
2007:
LA MUECA
El coronel Manuel Cordero baja un párpado y
hace una mueca con la boca para desfigurar su rostro y burlarse de la cámara
fotográfica en el momento en que la Policía Federal toma su foto al ficharlo. Es
el mes de febrero de 2007. Había sido detenido ante un pedido de extradición del
juez federal argentino Guillermo Montenegro.
Esta vez, Krischke había logrado denunciar a la
justicia argentina la presencia del militar en la fronteriza ciudad brasileña.
Montenegro tenía a su cargo la causa sobre la coordinación represiva
conocida como Plan Cóndor practicada por las dictaduras militares
del Cono Sur en los años setenta. No dudó en reclamar al represor uruguayo.
Cordero
ya había sido requerido por Argentina en los años ochenta cuando su
participación en Buenos Aires fue confirmada. El militar uruguayo actuó en el
centro clandestino de represión “Automotores Orletti”, nido del Plan
Cóndor en Argentina, donde fueron secuestrados cientos de
latinoamericanos que terminaron desaparecidos.
La defensa del militar alegó que había sido indultado durante
el gobierno de Carlos Menem, pero el indulto había caído junto a
las leyes de obediencia debida y punto final en Argentina. El trámite de
la Extradición Nº 974 se demora dos años en el Supremo Tribunal Federal (STF)
de Brasilia. Otra impunidad estaba amparando ahora a Cordero.
2008:
UNA CARTA
“En sus manos, Usted, un ser humano como yo,
tiene el poder de hacer justicia al permitir que otros jueces, de otros países,
bajo las normas legales que sus pueblos se han dado, puedan también hacer
justicia. Porque de eso se trata, señor Ministro, de buscar la verdad y hacer
justicia”, reza la carta enviada al ministro Gilmar Mendes.
La carta enviada en octubre de 2008 al presidente del Supremo
Tribunal Federal es el eje de la Campaña Internacional realizada por Rel-UITA
a la que adhieren más de tres mil personalidades, como el escritor
Eduardo Galeano y el poeta Juan Gelman.
La extradición de Cordero había sido demorada, hasta
que en setiembre de 2008, el ministro relator Marco Aurelio de
Melo aboga en el STF por no conceder el pedido ni a Argentina
ni a Uruguay, donde también lo reclamaban por varios casos de
desaparición forzada. La votación queda 4 a 1 en contra de la solicitud
Marco
Aurelio apoya la impunidad de Cordero para que en Brasil no
se discuta el tema “desaparecidos” ni la Ley de Amnistía que desde 1979 daba
impunidad a sus propios militares, pero a fines de octubre el ministro Cézar
Peluso cambia la votación en 5 a 2 para la extradición al alegar que la
desaparición es un crimen imprescriptible y punible.
2009:
EL VIDEO
El coronel Manuel Cordero es filmado cuando
sale de su casa en Santana do Livramento con una caja de cigarrillos en su mano
y fumando. Cuando ve la cámara huye corriendo para meterse en su domicilio. Es
abril de 2009. Cordero disfrutaba de una “prisión domiciliaria” porque
supuestamente sería sometido a una cirugía cardíaca.
Cordero
había estado preso durante meses en la sede de la Superintendencia de la Policía
Federal de Porto Alegre y luego pasó a la Región Militar Nº 2 de Santana do
Livramento. La prisión domiciliaria fue concedida por “razones humanitarias”
antes de que su extradición terminara de votarse en el Supremo Tribunal Federal.
El video de Cordero se constituye en la gota (o la
imagen) que desborda el vaso, cuando Jair Krischke la exhibe
durante un seminario en São Paulo ante varios fiscales estaduales. El Supremo
Tribunal Federal ordena a la Policía Federal indagar sobre las condiciones de
reclusión del militar uruguayo.
Finalmente, este 6 de agosto de 2009, el ministro Eros
Grau dio el voto definitivo en el STF para que Cordero se
extradite a Argentina. Será el primer militar uruguayo juzgado en ese
país. El caso dejó abierta la posibilidad de que en Brasil también se
juzguen los crímenes de lesa humanidad. La próxima imagen de Cordero,
será detrás de las rejas.