El coronel Manuel Cordero, responsable del Caso Gelman, será extraditado desde
Brasil
El coronel uruguayo Manuel Cordero Piacentini, uno de los más
sanguinarios torturadores del centro clandestino de detención conocido como
Automotores Orletti, depende de la firma del presidente brasileño Lula para ser
extraditado desde Porto Alegre y someterse a la Justicia argentina por hechos de
los que fueron víctimas ciudadanos uruguayos, y el secuestro y desaparición de
María Claudia Irureta Goyena, la nuera del poeta Juan Gelman.
“Para tener éxito en el combate irregular, hay que usar métodos que escapan a la
guerra regular y a normas jurídicas, como los Tratados de Ginebra. Es la única
manera. Estados Unidos lo está preconizando y su Congreso por
unanimidad lo facilita”. Con estas declaraciones al semanario uruguayo Búsqueda
en noviembre de 2001 –plena ofensiva de George Bush contra los gobiernos
de Medio Oriente–, Cordero Piacentini reconoció sus delitos de
lesa humanidad en los años setenta. En ese mismo reportaje el militar confirmó
que se refería a la tortura, el secuestro y la desaparición forzada de personas
“para combatir al terrorismo” en el marco del Plan Cóndor, la coordinación
represiva entre dictaduras sudamericanas que se extendió hasta la década
siguiente.
Desde entonces inició un periplo de fugas que finalizó el 6 de agosto pasado
cuando el Superior Tribunal de Justicia de Brasil decidió por seis votos contra
dos su extradición hacia Buenos Aires. Cordero está imputado en dos causas cuyas
delimitaciones legales aún están por resolverse. Los magistrados brasileños
aceptaron las acusaciones por la desaparición de los militantes uruguayos del
Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), Washington Cram, Alberto
Mechoso, León Duarte, Ruben Prieto, Ary Cabrera,
Adalberto Soba, José Méndez, Francisco Candia, María Islas
Gatti, Jorge Zaffaroni y de la ciudadana argentina María Claudia
Irureta Goyena García de Gelman, pareja de Marcelo Gelman, hijo del
renombrado poeta argentino Juan Gelman.
Marcelo
y María Claudia desaparecieron en Automotores Orletti. El cuerpo del
joven fue hallado a mediados de 1989 dentro de un tanque metálico, en la
localidad de Tigre. María Claudia sigue desaparecida, aunque se
sabe que al momento de su secuestro estaba embarazada de siete meses y que fue
finalmente trasladada a Montevideo, donde tras dar a luz desapareció. Su hija,
Macarena, fue recuperada por sus abuelos paternos Juan Gelman y
Berta Shubaroff en el año 2000.
Laberinto judicial. Todos los desaparecidos por los que la justicia brasileña
aceptó la extradición de Cordero pasaron por el centro clandestino de
detención Automotores Orletti que funcionó entre mayo y noviembre de 1976 y
estaba al mando directo de la Side. Por allí pasaron detenidos políticos
argentinos, chilenos, uruguayos, cubanos, bolivianos y brasileños. De ello se
desprende que allí también actuaron militares y policías de cada uno de esos
países. Orletti estaba en manos del general Otto Paladino y el temible
Aníbal Gordon como responsable operativo. Por los casi setenta detenidos
uruguayos, visitaban periódicamente el lugar una docena de militares uruguayos
del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (Ocoa),
responsables de secuestrarlos y torturarlos en Orletti; entre ellos Cordero. Sin
embargo, entre septiembre y octubre de 1976 se produjeron dos vuelos desde
Aeroparque hacia Montevideo en los que fueron trasladados unos 30 detenidos,
incluyendo a María Claudia. Entre los represores uruguayos responsables
del traslado figuraban el teniente coronel José Gavazzo y Cordero.
Eran los oficiales de mayor jerarquía dentro de la patota oriental que actuó en
Buenos Aires.
Entre los juicios por delitos de lesa humanidad sustanciados en Argentina,
el juez federal Daniel Rafecas se encargó de la sub causa del Primer
Cuerpo de Ejército, referida a Automotores Orletti, en tanto que su colega
Norberto Oyarbide subroga la causa denominada Plan Cóndor. Su antecesor en
el caso es el actual secretario de Seguridad porteño, Guillermo
Montenegro, quien en 2005 libró orden de captura internacional contra la
patota uruguaya de Orletti, responsable junto al staff del centro clandestino,
de la desaparición de María Claudia, Carlos y Manuela Santucho
–hermanos del líder del ERP, Mario Roberto Santucho– y los asesinatos de
los legisladores uruguayos Zelmar Michelini
y Héctor Gutiérrez Ruiz.
La apología. Luego de la confesión periodística de Cordero un fiscal
montevideano actuando de oficio lo denunció por apología de la tortura. Sus
crímenes cometidos en Uruguay siguen impunes gracias a la ley de
Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, sancionada bajo el gobierno de
Julio María Sanguinetti, en 1989. La norma será sometida a plebiscito
popular en las próximas elecciones presidenciales el 25 de octubre y según las
encuestas el 63 por ciento de los uruguayos votaría por su derogación. Sólo
entonces vendrían los juicios por crímenes cometidos por los militares uruguayos
durante la dictadura.
Con la excusa de problemas de salud, Cordero decidió no acatar los
llamados del juez y se fugó. Mientras todas las miradas apuntaban a Paraguay
como guarida del represor auxiliado por viejos aliados del Plan Cóndor, el
abogado y líder del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos (MJDH) de
Porto Alegre, Jair Krischke, lo detectó el 13 de enero de 2005 en Santana
Do Livramento, ciudad brasileña fronteriza con la uruguaya Rivera.
Casado desde 1977 con una brasileña, el prófugo buscó refugio en casa de su
cuñado y mediante un escribano puso todos sus bienes a nombre de su nueva
familia. No sólo eso: siguió cobrando su jubilación como militar retirado con un
trámite tramposo. Cada seis meses, el consulado uruguayo en Río Grande do Sul
extendía un “certificado de existencia”, condición necesaria para que el Estado
reconociera sus derechos económicos y pagara a su hija en la sucursal del Banco
República de Rivera su jubilación militar. La maniobra contaba con la
connivencia del gobierno del entonces presidente Jorge Batlle y su
canciller Didier Opertti, quien autorizaba al cónsul uruguayo en Río Grande do
Sul a expedir el certificado.
Sólo con la llegada del gobierno frenteamplista de Tabaré Vázquez y su
canciller Reinaldo Gargano, la maniobra fue desbaratada y
Cordero terminó detenido por la Policía Federal brasileña cuando salía del
consulado el 27 de febrero de 2007. Su abogado Roberto Favero lo intentó
todo: presentarlo como un perseguido político por el gobierno de Vázquez
hasta solicitar lisa y llanamente el asilo político denegado sin titubeos por el
presidente Lula.
Desde entonces Cordero pasó sus días en la cárcel de Livramento hasta que
el pasado 6 de agosto seis jueces sobre ocho votaron en favor de la extradición.
Prontuario. En el auto de elevación a juicio oral producido por el juez federal
de instrucción Daniel Rafecas, con fecha 4 de septiembre de 2008, el
nombre de Manuel Cordero aparece mencionado 97 veces como represor en
Automotores Orletti.
Los testimonios lo sindican como secuestrador, torturador y violador de
detenidas uruguayas allí. Pero su historia se remonta en tierra charrúa a la
persecución y tortura de militantes tupamaros y anarquistas entre 1970 y 1973,
quienes eran detenidos y torturados en los mismos cuarteles del Ejército
uruguayo.
A fines de 1972, por acuerdos secretos entre las fuerzas de seguridad de
Argentina, Uruguay y Brasil, Manuel Cordero realizó
cursos que incluían actividades de inteligencia ilegal en Buenos Aires
auspiciados por la Side en la búsqueda y secuestro de opositores políticos. Tras
el golpe de junio de 1973 en Uruguay los servicios de inteligencia
intensificaron sus relaciones y Cordero traba relación con algunos
integrantes de la incipiente Triple A. Bajo el gobierno de Isabel Perón
secuestró y torturó en Buenos Aires a Antonio Viana Acosta, un
colaborador de Zelmar Michelini. Su perfeccionamiento en inteligencia lo
llevó a ser integrado al Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA)
en 1974 y participar en operaciones clandestinas en Buenos Aires.
Campaña internacional
Jair Krischke
organizó en 2005, junto al periodista uruguayo Roger Rodríguez, una
campaña internacional por la extradición de Cordero para su juzgamiento.
“Después de mucho esfuerzo logramos la extradición y es un hecho importante no
sólo para uruguayos y argentinos, sino también para Brasil, porque por
primera vez una decisión de nuestra Suprema Corte dice que los crímenes de
desaparición forzada de personas siguen vigentes. Eso servirá para avanzar sobre
nuestros desaparecedores durante la dictadura militar aquí en Brasil”, sostuvo,
Krischke, durante una entrevista con Miradas al Sur.
Cordero
goza del beneficio de la prisión domiciliaria en Brasil teniendo en
cuenta sus 71 años recién cumplidos. Con todo, la prensa uruguaya y brasileña lo
pescó caminando libremente por las calles de Livramento en 2007, lo cual motivó
un reclamo del canciller Jorge Taiana en el sentido de que se disponga
una custodia especial para el reo.
La Policía Federal brasileña lo vigila y sólo falta que el presidente Lula
firme la autorización legal para que Cordero sea trasladado por fuerzas
de seguridad argentinas a Buenos Aires en un lapso no superior a 30 días, una
vez conocidos los fundamentos de la sentencia judicial. Cuando aterrice en el
territorio argentino será trasladado al penal de Marcos Paz donde esperará el
juicio junto a sus antiguos camaradas de Automotores Orletti; entre ellos
resaltan Raúl Guglielminetti, Eduardo Ruffo, Honorio Martínez
Ruiz y el ex coronel Rubén Visuara,
quienes integraron la patota argentina del lugar. Con ellos, los uruguayos
solían disputarse el botín robado a los detenidos. Y quizá se cobren entre ellos
algunas cuentas pendientes.
Entre ellos, por cierto, ya existe una situación algo tirante, puesto que
–según trascendidos– Ruffo habría propiciado la detención de Visuara
a cambio de una mejora en su situación procesal. El destino, sin embargo, los
terminó juntando en un penal.
Fabián Kovacic
Elargentino.com
5
de octubre de 2009