Ya no tendrá una bufanda para ocultar su rostro, ni hará una
mueca para desfigurar su cara en la foto, ni podrá ampararse en la
ceguera de sus víctimas encapuchadas . El coronel Juan
Manuel Cordero Piacentini será fotografiado de frente y de
perfil, para que nadie olvide los detalles de su siniestra figura.
Ya no irá al bar La Iguana a tomar cervezas, o realizará sus
diarias caminatas fumando pese a su mal cardíaco, ni correrá cuando
sienta que las cámaras de la televisión lo acosan, ni enjuiciará a
los periodistas que lo siguen... El coronel Juan Manuel Cordero
será filmado en su silla de reo ante la Justicia federal argentina.
Ya no podrá interrogar con esa voz irónica que se
transformaba en despiadado grito para aterrar a sus detenidos,
atados de pies y manos, sometidos a la corriente eléctrica, hundidos
en el agua podrida del tacho, golpeados salvajemente... Manuel
Cordero será quien tenga que dar respuesta a las preguntas de
fiscales y jueces.
Ya no participará de aquellas fiestas del Lido, con whisky
importado, con cocaína de la buena, con mujeres que aceptaban o lo
soportaban, cuando le decían "Manucho" y él se sentía un play boy,
festejado por sus alcahuetes... Cordero pasará sus noches tras las
rejas, temiendo que alguien venga a acompañarle.
Ya no gozará de la caducidad que le daba la ley de Julio
María Sanguinetti, del indulto de Carlos Menem, de la
vista gorda de Luis Alberto Lacalle, de la cobertura de
Jorge Batlle, de la complicidad del ministro Marco Aurelio,
o de las maniobras de sus abogados... El reo J.M.C.P.
afrontará el juicio que corresponde y el castigo que merece.
Y aunque nada de eso le quitará el dolor a sus torturados, le
evitará la humillación a sus violadas, le devolverá la vida a
Iván Morales, a Zelmar, al Toba y sus otros
muertos, o permitirá encontrar restos de sus desaparecidos, existirá
más verdad y se hará justicia. Y, sobre todo, la impunidad de un
criminal de lesa humanidad habrá sido derrotada.