SINALCORTEROS
Ante el cierre de los Ingenios Manuelita,
Mayagüez y Marialuisa
En su
comunicado oficial del 5 de noviembre donde anuncia la
"suspensión de los contratos de trabajo de sus
colaboradores" (3.397 empleos directos y más de 13.500
indirectos), Manuelita S.A. recuerda que fue fundada en
1864. El justo levantamiento de los corteros por sus
derechos debe servir para desempolvar la historia.
Los ingenios azucareros del Valle del Cauca han sido los
consentidos de la sociedad y beneficiarios de las
políticas de Estado por varios decenios. Siempre han
contado con el subsidio que pagamos los consumidores al
precio interno del azúcar:
tres veces mayor al precio internacional.
La Corporación Autónoma del Valle del Cauca cubrió de
energía el valle geográfico, estudió los suelos, la
flora y el clima, reguló las aguas, protegió las
cuencas, programó los riegos y con la represa de
salvajinas evitó que los cañaduzales se inundaran. Los
grandes beneficiados fueron los asociados de
Asocaña.
Los planes oficiales de infraestructura vial, portuaria,
férrea y aéreo-portuaria a costa del erario han
fortalecido a la élite agroindustrial. La sede de la
Universidad Nacional de Palmira ha servido para la
formación de profesionales calificados sin los cuales
los saberes de los ingenios, hoy concentrados en
Cenicaña,
no habrían sido posibles, al igual que el aporte estatal
a través de los egresados de la Universidad del Valle y
del Sena.
Este es el apalancamiento estatal del que tanto
denigraron los neoliberales del "bienvenidos al futuro",
pero que bien supieron utilizar los industriales del
Valle y sus congéneres en Colombia, quienes ante
el anuncio de 1990 aprovecharon hasta la última gota de
la plusvalía, haciendo que
la noche
comenzara a las 10 P.M., por ley, para no pagar horas
extras y así apuntalarse a costa de la eliminación de
los derechos de los trabajadores para rebajar costos y
llegar a ser competitivos internacionalmente.
A este breve recuento hay que agregar lo más valioso y
valeroso, la mano de obra barata aportada por los
departamentos del Cauca, Nariño y la costa pacífica.
Fuerza de trabajo sin la cual la Sultana del Valle no
hubiera alcanzado la hipérbole de "sucursal del cielo",
Palmira no hubiera sido la "capital agrícola de
Colombia" y el Valle nunca hubiera sido "valle y lo
demás loma".
Esa despensa de alimentos, como se conoció al Valle del
Cauca en la década del 60, tuvo en la economía campesina
y empresarial no monopolista, junto a esa fuerza obrera
fresca llegada del sur y de la costa pacífica, un empuje
nunca antes conocido en Colombia. Pero sus
derechos aún se encuentran hundidos en los anales del
pliego de las bananeras, como la deuda histórica sobre
la cual están pasando la cuenta de cobro hoy los
corteros de caña de la segunda y tercera generación de
los venidos del Cauca y Nariño. A través de su
explotación sin límites se consolidó el oligopolio del
negocio del etanol, que obedece a las consignas del "Plan
Colombia": seguridad para los inversionistas y
alistamiento para el TLC -aún sin firmar-
políticas de forma y contenido tan oprobiosas, o más,
que las vividas por los huelguistas de las bananeras.
Existe sí la esperanzadora movilización de distintos
sectores sociales, entre ellos los más firmes y claros
en sus objetivos: los indígenas. Ellos nos han llenado
de valor y mística para persistir en reclamar nuestros
justísimos derechos.
El oligopolio del etanol ha llegado a concentrar tanto
poder económico y político en Colombia que es
vergonzoso para un ingenio como Manuelita S.A.
decir que: "…al cierre de agosto 31 de 2008 arrojó
pérdidas por valor de 13.261 millones de pesos…por
factores como el fuerte invierno, el alto costo de los
insumos agrícolas y la revaluación del peso…", sucesos
sobre los cuales sus trabajadores no tienen la menor
responsabilidad, pero prefiere cerrar su planta, que
dice ser de altísima tecnología (muele 10.000
toneladas diarias y destila 250 mil litros-día), y
no aceptar negociar un modesto pliego de peticiones de
sus "colaboradores" más humildes, los corteros de caña,
quienes llevan más de 50 días exigiéndole que acepte una
negociación civilizada.
Tal decisión encierra una inconfesable perversidad que
generará mayores sufrimientos e intranquilidad a la
comunidad y al país que tantos sacrificios y recursos le
han aportado a una agroindustria protegida como pocas.
SINALCORTEROS
invoca la sensatez de los ingenios y una vez más
recurre a la invaluable solidaridad de los sindicatos y
del pueblo en general y a las organizaciones amigas del
mundo a redoblar su respaldo al paro. Asimismo conmina
al gobierno y a las instituciones de control a ejercer
una vigilancia imparcial para el buen suceso de las
mesas que iniciaron la negociación e impedir los
cierres de ingenios tras el pretexto del paro.
SINALCORTEROS
Junta Directiva Nacional
8 de noviembre 2008
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