Con
Maria Elenice Anastácio
Tierra, educación, créditos y asistencia técnica: la clave de la
permanencia juvenil
en el campo
Maria
Elenice es secretaria de Jóvenes Trabajadores y Trabajadoras Rurales
de la Confederación Nacional de Trabajadores en la Agricultura (CONTAG),
e integró la delegación que mantuvo una audiencia con la presidenta
Dilma Rousseff. Luego del Grito da Terra dialogó con Sirel sobre la
situación de la juventud en la actual coyuntura del país.
-¿Cuál es la
situación de la juventud rural en Brasil?
-El gobierno define como jóvenes a las personas entre 16 y 29
años, lo que determina que, según el Instituto Brasileño de
Geografía y Estadística (IBGE),
en Brasil hay 50 millones de
jóvenes. De ellos, 8 millones están viviendo en el campo.
Pero el IBGE considera en esta categoría sólo a
quienes habitan estrictamente en el medio rural, en las comunidades,
y deja de lado a quienes viven en los pequeños municipios agrícolas,
incluso a los que viven en pequeños centros urbanos pero trabajan en
el campo.
Si usamos el concepto nuestro de juventud -hasta 32 años-, y
tenemos en cuenta los asalariados rurales que viven en las
periferias de las ciudades, los acampados que reclaman tierra y
otras categorías que las estadísticas oficiales no consideran,
veremos que actualmente
son 20 millones los jóvenes que viven en o del campo.
Los gobiernos, ya sea el federal o los estaduales y
municipales, no ven esta realidad y la necesidad de políticas
específicas para este sector que es fundamental para el desarrollo y
el futuro del país, así como en el combate a la pobreza.
-¿Cuáles son sus
reivindicaciones dentro de la pauta del Grito da Terra?
-Nuestro principal punto en la plataforma que presentamos al
gobierno es la institucionalización de la juventud dentro del
Ministerio de Desarrollo Agrario, ya que es una realidad que los
jóvenes no tenemos acceso real a los programas dirigidos a nuestra
franja etárea porque las trabas burocráticas lo impiden casi
completamente.
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Actualmente, viven en o
del campo unos 20 millones de jóvenes de hasta 32 años |
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Durante el gobierno de Lula logramos algunas
conquistas como el Programa Nuestra Primera Tierra, que ofreció
créditos para la adquisición de tierra, el capítulo dirigido a la
juventud del Programa Nacional para la Agricultura Familiar (PRONAF
Joven) y el Consorcio Social de la Juventud Rural, pero estos
tres programas tuvieron una muy escasa accesibilidad para los
jóvenes.
-¿Por qué ocurrió
esto?
- Por burocracia estatal. El primero de ellos –Nuestra
Primera Tierra- fue el que logró más eficacia, y si bien más de la
mitad de los 86 mil beneficiarios de esos créditos fueron jóvenes de
menos de 32 años, eso es absolutamente insuficiente.
En cuanto al PRONAF Joven, se trata de un
capítulo del PRONAF general, con créditos accesibles para
jóvenes entre 16 y 29 años con tasa de 2 por ciento anual. Pero ese
crédito está limitado a un máximo de 6.200 dólares, lo que es muy
poco.
Además, entre sus requisitos aparece que el beneficiario debe
tener un mínimo de 100 horas de capacitación técnica. Esto es
interpretado muy restrictivamente por los bancos y entidades
encargadas de distribuir el dinero, de tal forma que el acceso a
estos créditos ha sido muy escaso.
Nosotros hemos insistido en que el Estado no puede exigir lo
que no ha proporcionado, porque ninguno de los gobiernos anteriores
había invertido en la formación para la juventud rural.
-¿Cómo enfrentaron
estas dificultades?
-Con el tiempo logramos calificar a 4 mil jóvenes, así como
lo hicieron otros movimientos rurales, y actualmente tenemos 30 mil
jóvenes participando en el Programa Joven Saber, que es una
formación a distancia gestionada por la CONTAG
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Sin una ayuda concreta y
real la juventud no se quedará en el campo, y ése
debería ser uno objetivo nacional |
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Pero todas estas formaciones no han sido suficientes para que
los jóvenes accedamos al PRONAF Joven, porque ahora el
impedimento está en la escasa disposición de la Secretaría de
Agricultura Familiar apara hacer posibles los créditos para la
juventud.
Las exigencias llegan a ser tan absurdas como por ejemplo que
si los padres del joven candidato a un crédito, a su vez, no son
beneficiarios del PRONAF, ese muchacho tampoco podrá acceder.
Incluso se llega al extremo de que si alguno de sus padres es deudor
del sistema PRONAF, eso también inhabilita al joven para
acceder a un crédito.
Por eso decimos irónicamente que en realidad el PRONAF
Joven ha sido un “PRONAF Hijo”. Los requisitos no pasan
por ser un joven trabajador rural, sino por otras cosas
completamente diferentes.
-¿Qué planteo
concreto le han hecho al gobierno en este Grito da Terra?
-Los jóvenes de la CONTAG estamos exigiéndole al
gobierno que acabe con esa burocracia. Los requisitos deben incluir
sólo ser joven hasta los 29 años, aunque sabemos que debería llegara
los 32. Lo más que hemos logrado es que se integre un grupo de
trabajo para analizar el problema, y eso es muy poco.
Sin una ayuda concreta y real la juventud no se quedará en el
campo, y ése debería ser uno objetivo nacional.
Por eso planteamos la necesidad de que haya una
institucionalidad de y para la juventud dentro del MDA, que
pueda articular las diversas secretarías del organismo para
establecer diálogos productivos con los demás Ministerios, como el
de Trabajo para lograr programas de capacitación, o el de Educación,
para mejorar la pésima atención que tenemos hacia las escuelas
rurales que, además, son malas. Los métodos pedagógicos que allí se
aplican están obsoletos, los contenidos no dialogan con la realidad
del campo, y si esta metodología ya no sirve para la ciudad, menos
aún para el campo.
-¿Qué respuestas
han recibido del gobierno en este plano?
-Sumándose a la crítica hacia la situación de la educación en
el campo, hemos tenido que escuchar al ministro de Educación,
Fernando Haddad, decir que si se cerraran todas las escuelas
rurales nadie las echaría de menos.
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La búsqueda de educación
ha sido la principal puerta de salida del campo |
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Nosotros decimos que ellas necesitan atención, necesitan ser
mejoradas, se precisa aplicar la Ley de Directivas de Base para la
Educación en el Campo de 2002 que marcó pautas importantes que nunca
han sido aplicadas. Incluso a pesar de que el ex presidente Lula
reglamentó ya esa ley, cuya aplicación depende en gran parte de los
estados y los municipios.
-¿Cuál es la
relación pobreza-juventud?
-Según cifras oficiales, el 53 por ciento de los 16 millones
de personas que sobreviven con una renta per capita de hasta
50 dólares por mes -esto es, en la pobreza extrema-, tiene hasta 19
años de edad.
¿A qué futuro estamos condenando a esta generación que ya no
tiene presente? Porque, además, 25 por ciento de esta población es
analfabeta, y la mayoría se encuentra en la periferia de las
pequeñas ciudades y municipios y son asalariados rurales.
¿Cómo discutir sobre el desarrollo del país siendo que aún
tenemos tanta gente analfabeta? Y aún con las escuelas rurales
desapareciendo. La primera opción de estos niños y jóvenes es salir
para la ciudad para poder estudiar.
En las propias escuelas del campo se les estimula a
urbanizarse, porque les presentan a las ciudades como el lugar bueno
donde vivir, con posibilidades de trabajo, de consumo y educación.
Esta ha sido la principal puerta de salida del campo: la
educación.
Para combatir la pobreza extrema debemos hacerlo con tierra,
educación, crédito, educación, asistencia técnica para que estas
personas puedan producir alimentos, pero también otras culturas como
turismo rural, artesanato, pequeñas agroindustrias, preservando el
medio ambiente, garantizando que las generaciones futuras también
tengan condiciones de supervivencia con dignidad.
Éstas son políticas esenciales, y a partir de allí podremos
desarrollar otras políticas de base que los retendrá en el campo,
porque podrán ofrecerles a sus hijos un futuro de progreso, de
crecimiento personal.
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