Adela Camacho
de Torrebiarte fue la primera mujer al frente
del Ministerio de Interior en la historia de
Guatemala. Desde el Ministerio su dedicación y
compromiso fueron fundamentales, entre otros
aciertos, para el diseño logístico y operativo
para una mejor seguridad pública en la zona
bananera de Izabal. Sirel conversó con
Torrebiarte sobre la escalada de la violencia en
Guatemala y sus posibles soluciones.
Dicen que el poder desenmascara, que los cargos
suelen modificar la conducta y el carácter de
las personas. Ejemplos de ello hay para todos
los gustos y disgustos. Conocí a esta mujer
siendo Ministra y jefa de la Policía Nacional
Civil, nada menos. Con la asunción del gobierno
de Álvaro Colom, el 14 de enero pasado,
Adela Camacho de Torrebiarte dejó el
Ministerio. Ahora esa mujer llega al punto de
encuentro pactado para la entrevista y me
satisface corroborar que estoy ante la misma
persona: simpática, accesible y dispuesta al
diálogo que conocí en la Secretaría de Estado.
En su caso, el cargo no la perturbó, como
tampoco la alteró el hecho de dejar tal
investidura y volver al llano.
Hablar sobre Guatemala y no hacer
referencia al estado de violencia que la
asola, es imposible. “El país de los demonios
sueltos”, como lo definiera
el primer director de
la Misión de Naciones Unidas para Guatemala (MINUGUA),
preocupa internacionalmente por el espiral
creciente de homicidios.
Según el “Índice Global de Paz”, Guatemala
figura entre los países más violentos, y en lo
que va de 2008 perdió diez lugares respecto a
2007, ocupando ahora el puesto 103 entre los 140
países analizados. En América Latina, Guatemala
sólo es superada por Honduras en la posición 104
y Haití en la 109.
De 2000 a 2005, más de 23 mil
guatemaltecos murieron
violentamente.
El 49 por ciento de los niños padece
desnutrición crónica.
El 57 por ciento de la población
vive en el límite de la pobreza y de
éstos, 21,9 por ciento sobrevive en
condiciones de pobreza extrema. |
Entre 2003 y 2005, según datos sistematizados
por la Procuraduría de los Derechos Humanos, los
homicidios se incrementaron en un 39 por ciento.
En
2006, según la misma fuente, las muertes
violentas crecieron 10,85 por ciento llegando a
5.885 casos, lo que equivale a una tasa de 47
por cada 100 mil habitantes, la tercera más
grande del hemisferio occidental y la cifra más
alta en años para el país. Para tener una idea
de esta calamidad, durante el conflicto armado
en Guatemala (1960-1996), cuando se masacró a
decenas de miles, se estima que eran asesinadas
anualmente unas 4 mil personas.
Cuando se habla de femicidio en Guatemala
tenemos que hacer alusión a las 3.900 mujeres
asesinadas desde 2000. El crecimiento anual
promedio es más acelerado que el conjunto de los
homicidios.
Como bien lo relaciona el periodista Arcadio
de la Torre:
“Desde
1993
(a 2007)
en
Ciudad
Juárez han muerto de forma violenta poco más de
400 mujeres, y eso fue suficiente para convocar
la atención internacional encabezada por la
Organización de las Naciones Unidas (ONU)”.
-¿Nada sencillo ser Ministra de Interior en este
país?
-Nada es sencillo en Guatemala. Sin
embargo, como mujer y activista de la sociedad
civil, me siento orgullosa de haber demostrado
que ¡Otra forma es posible!, que si se actúa con
base en principios políticos sólidos y en
principios estratégicos idóneos es posible
lograr resultados benéficos importantes para la
tranquilidad y seguridad de los hombres, mujeres
y niños que habitamos en este hermoso país.
Desempeñé
el cargo durante nueve meses y medio y logramos
descender el número de delitos deportados y el
número de homicidios, situación que no sucedía
desde 1996.
-¿Empezó de cero?
-No, encontramos algunos procesos y acciones que
estaban registrando buenos resultados, y durante
nuestra gestión hemos seguido apoyando su
implementación, manteniendo e incluso mejorando,
en algunos casos concretos, los buenos
resultados que se venían registrando.
-No es una situación común, la tradición en
nuestra región indica “nuevo Ministro, nueva
política”.
-Rechazamos expresamente esa desafortunada
tradición de que, con el arribo de nuevas
autoridades, es necesario comenzar siempre desde
cero, ignorando muchas veces los procesos que
están rindiendo buenos dividendos para la
seguridad ciudadana.
-Usted tiene una reconocida labor en la sociedad
civil, ¿ese bagaje pudo articularlo en su
gestión como Ministra?
-Esa participación nos permitió tener una mirada
diferente sobre la problemática de la seguridad
pública, y nos preocupamos por propiciar
relaciones de cooperación y un trabajo en
estrecha relación con las organizaciones de la
sociedad civil. Es así que se capacitaron 3.000
efectivos de la Policía Nacional Civil en
materia de derechos humanos, mediante cursos que
impartieron los propios defensores y defensoras
de derechos humanos. Esto contribuyó mucho a la
institucionalidad de la seguridad ciudadana, y
demuestra que cuando hay adecuados niveles de
confianza entre las instituciones públicas y las
organizaciones de la sociedad civil, es posible
una articulación de acciones que mejoren la
seguridad ciudadana y el respeto de los derechos
fundamentales de las personas.
Sabemos que el tema de la seguridad
ciudadana, definitivamente no puede
quedar al impulso de una política
partidista, debe ser una política de
Estado. No puede ser que cada vez
que entra un nuevo gobierno,
cambien, quiten gente, dejen por el
camino unidades y procesos que se
iniciaron en otras administraciones. |
-Me imagino que no fue sencillo contribuir a
mejorar los niveles de la institucionalidad de
la seguridad ciudadana…
-Se transitó por un proceso de depuración en la
Policía Nacional Civil, expulsando
definitivamente a los elementos corruptos y sin
vocación de servicio a la sociedad civil. El
grado de corrupción existente en la Policía
había alcanzado niveles intolerables que debían
ser reducidos drásticamente. Vale la pena
destacar que ese proceso estuvo en manos de las
propias autoridades de la institución, fueron
elementos policiales los que participaron en la
toma de decisiones. Con ello, ¡la propia Policía
recuperó a la Policía!, lo cual consideramos
fundamental para el desarrollo, el
fortalecimiento y la dignificación de la
institución.
-¿Cuántos efectivos fueron cesados?
-Entre abril y diciembre de 2007 fueron
depurados 2.035 elementos policiales. Ello
permitió, entre otras cosas, la desarticulación
de estructuras ilegales de poder que subsistían
dentro de la institución; se recuperaron
espacios de decisión para los propios policías y
se cultivó el liderazgo, la mística y la
responsabilidad en la gestión de la institución.
Esperamos que esa siembra de decencia, liderazgo
y confianza en la Policía Nacional Civil no se
deje de cuidar y abonar para beneficio de toda
Guatemala.
-Un tema muy preocupante en Centroamérica son
las maras (pandillas juveniles)…
-No podemos desvincular el problema de las maras
del narcotráfico, que las usa para el consumo de
drogas y para tareas de distribución de lo que
queda en el país, lo que no pasa la frontera.
Por otro lado, las maras son una consecuencia de
la falta de oportunidades de trabajo, de
estudio, de actividades deportivas que tienen
los jóvenes. También en parte es consecuencia de
la pérdida de valores que asola a la sociedad en
su conjunto. Por eso este tema no puede ser
resuelto únicamente desde el Ministerio de la
Gobernación. Reitero, creo que la falta de
trabajo es la clave. La gente necesita trabajar
para continentar a los jóvenes y que éstos no
ingresen a las maras.
Lo que iniciamos en nuestra gestión fue tomar el
problema por barrios, por etapas y desde el
enfoque preventivo caracterizado por buscar y
favorecer la participación comunitaria diseñando
y ejecutando planes para la reducción de las
causas de la violencia y del delito. Así
logramos muy buenos resultados en tres o cuatro
barrios, donde la gente hoy ha recuperado
seguridad y las maras no actúan. Pero hay que
señalar, en esa labor, es evidente que el
enfoque preventivo de la seguridad ciudadana no
puede ser implementado únicamente por la
Policía, y tampoco puede ser desarrollado
exclusivamente por las autoridades locales y los
ciudadanos y ciudadanas, sin ninguna
participación de la Policía.
-¿Y sobre el tema de la violencia intrafamiliar
y
el feminicidio?
-Desde mi participación ciudadana en Madres
Angustiadas, donde empecé en 1996 y viví de
cerca los asesinatos, secuestros, violaciones, y
ahora que estuve en el cargo como Ministra,
estoy convencida de que la solución debe pasar
por una mirada y un accionar integral.
Tenemos una
violencia intrafamiliar altísima; el 85 por
ciento de los asesinatos de mujeres es por esta
causa.
Desde nuestra gestión creamos la División de
Investigación Criminal (DINC) y la Unidad
de Investigaciones de Homicidios Contra las
Mujeres. Se capacitó al personal de la línea
telefónica 110 para prestar auxilio eficaz e
inmediato en los casos que se presenten; se
capacitó y sensibilizó a los estudiantes de la
Academia de Policía y al personal de las
Comisarías en materia de derechos humanos de las
mujeres, en énfasis en violencia contra las
mujeres y se capacitó también a más de 2.000
policías sobre la aplicación del marco legal
nacional para el abordaje de la violencia contra
las mujeres, porque hay una solidaridad un poco
machista también, donde muchos se dicen: “¡Andá
a saber por qué el marido le pegó!”
Asimismo, logramos articular esfuerzos y
acciones con varias agencias de cooperación y
organizaciones de la de la sociedad civil desde
el enfoque de cómo prevenir delitos, en la
reacción y post evento. A este esfuerzo hay que
sumarle la implementación de campañas, generar
políticas públicas y todo el proceso tiene que
continuar sin importar el partido que gobierne.
-Se crearon albergues para las mujeres
agredidas…
-Sí, y los mismos servirán para dotar de un
espacio seguro a las mujeres que sufren de
violencia intrafamiliar, donde puedan recibir
asesoría para denunciar a sus agresores, sin
temor a que sean objetivos de represalias
posteriores. Si no existe el albergue,la mujer
agredida no tiene dónde acudir. Pueden llegar
hasta una comisaría, y en algunos casos,
permanecen allí con sus niños y duermen como
pueden. Esas mujeres no pueden volver a sus
casas porque las matan. Cuando uno ve esos
cuadros, con esos niños hechos pedazos, la
descomposición moral, y un padre irresponsable
que los agrede, esos niños crecen con la
violencia internalizada, y si no actuamos con
eficacia, en un futuro se integrarán a las maras.
-¿Cómo se siente?
-Muy enriquecida. Como persona, como mujer, como
ciudadana guatemalteca me siento enriquecida. Y
con más deseos de ayudar.
Siento mucha
satisfacción y orgullo por la tarea realizada,
superando con creces las expectativas iniciales
de quienes por nuestra condición de mujer y
activistas de la sociedad civil, consideraron
que no estaríamos a la altura de la
responsabilidad y los desafíos al frente del
Ministerio.
Estoy convencida de que ¡Se Puede! Hay que
buscar las soluciones paso a paso y con una
mirada integral sobre los problemas. También
sabemos que el tema de la seguridad ciudadana,
definitivamente no puede quedar al impulso de
una política partidista, debe ser una política
de Estado. No puede ser que cada vez que entra
un nuevo gobierno, cambien, quiten gente, dejen
por el camino unidades y procesos que se
iniciaron en otras administraciones.