En
el corazón urbano de Managua apareció otra ciudad. Es un poblado
sombrío hecho de carpas de plástico negro situadas justo al frente de
la Asamblea de diputados y muy cerca de la casa presidencial, rodeando
el sitio donde asesinaron al periodista Pedro Joaquín Chamorro. No hay
escapatoria.
Los órganos
legislativo y ejecutivo no pueden ignorar visualmente la presencia de
miles de campesinos nicaragüenses que desde hace tres meses se afincan
aquí, luego de caminar dos semanas desde sus lejanos poblados de
Chinandega y León. Son trabajadores cañeros y bananeros, y todos y
todas están tocados por la muerte a causa de la ponzoña de los
plaguicidas.
Los
ocupantes de esta ciudad mortal no cesan de pedir cita y los
funcionarios de negárselas o escabullirse. Ya van trece citas
incumplidas con alguna excusa por los legisladores. Los campesinos
solo ven a los diputados llegar e irse a sus sesiones en sus lujosos
autos, y escucharon por la radio como hace poco hasta se subieron el
sueldo. Mientras, en la ciudad Nemagón están muriendo. Ya van 134
personas fallecidas por enfermedades provocadas por el pesticida desde
que llegaron a Managua, y miles mas antes, y este primero de mayo
enviaron dos moribundos a terminar sus días en sus pueblos de origen.
El tiempo esta pues en contra de ellos y ellas y por eso no es de
extrañar que Victorino Espinales afirme vehementemente: “Los políticos
son la peor plaga que tenemos y esta semana rebautizaremos la gran
calle que bordeamos como la Avenida de los “Tamalones” (como dicen los
nicaragüenses a los ladrones) en honor a la indiferencia e
insensibilidad de partidos, políticos y funcionarios de uno u otro
bando”. Afirman que hasta el cardenal católico los sacó de su iglesia
cuando fueron a verlo.
Pero las
víctimas de la violencia del Nemagón han respondido con la
no-violencia. En medio de los disturbios callejeros de la semana
pasada mantuvieron la actitud pacifica, y lo explican diciendo que
ellos pelearon las guerras recientes y por ello valoran la paz. Por
ello además de caminar días enteros enfermos como están y construir
esta ciudad de seis mil gentes, se han enterrados vivos, han declarado
huelgas de hambre, y cuando la represión los amenazó prometieron –y lo
iban a hacer– quemarse vivos si los tocaban, pues” ¿Cómo vamos a
matarnos con la policía si somos lo mismo, somos parte del pueblo?”,
subrayan…
Carmen Ríos
es una de las mil viudas de trabajadores muertos por el Nemagón en las
fincas cañeras como el Ingenio San Antonio, y nos enseña los
certificados médicos que atestiguan las victimas de las insuficiencias
renales y otras secuelas que pueblan los panteones. Los dueños de
estos ingenios donde se utilizaron estos pesticidas rehuyen su
responsabilidad y las viudas los acusan, mientras que en calor
infernal de esta carpa desde las hamacas niños, jóvenes y ancianos nos
miran ligando paciencia e indignación. Carmen sin lágrimas en los
ojos, nos demuestra que como producto del veneno ella también tiene
sus días contados.
Desde el
principio se sabía lo mortífero del producto pues a mediados del siglo
veinte pasado cuando se inventó el Nemagón (DBCP) en los laboratorios
de Dow Chemical Company y Shell Chemical Company, las
primeras pruebas con animales que producían lesiones mayores en
pulmones, hígado y riñones; crecimiento retardado y afectación de los
órganos sexuales. Pese a esto la Standard Fruit Company aplicó
en 1969 el pesticida en sus fincas bananeras de Centroamérica. Los
manuales de la compañía no advertían sobre lo dañino del Nemagón y los
trabajadores no fueron dotados de protección ni de ninguna información
para manejar el veneno. Por años el Nemagón se regó abundantemente
Nicaragua, Panamá, Honduras, Costa Rica,, Ecuador, Estados Unidos,
Israel, Guatemala, Dominica, Santa Lucía, San Vicente, Burkina Faso,
Costa de Marfil, España, Filipinas y otros países. Y por ello han sido
demandadas empresas como la Dow Agro Sciences, Aka Del Monte
Fruits, Del Monte Tropical Fruit Company, Shell Oil
Company, Occidental Chemical Corporation, Standard Fruit
Company, Dole Food Corporation Inc., Chiquita Brands
International, y Del Monte Foods.
“Nos llaman
chatarra humana y solo esperamos la muerte” dicen mirándonos a los
ojos, y nos explican que las puertas del empleo también se cerraron
para ellos pues están en la lista negra de los apestado, enfermos y
además de rebeldes como consecuencia de la lucha que han emprendido.
Es primero
de mayo y arde de calor Ciudad Nemagón. Largas filas en los baños y
servicios improvisados. Fogones de leña donde se cocina el arroz y
frijoles que alguien les donó para hoy. Niños y niñas jugando en las
veredas entre las carpas negras. Cánticos de esperanza en la carpa de
la solidaridad que se acaba de inaugurar con el apoyo de comunidades
cristianas comprometidas. Hombres con manchas y llagas. Mujeres
tendidas en hamacas esperando el fin. Organización y reunión por
sectores. El sol es inclemente pero pronto llegarán las intensas
lluvias, y al preguntarles si resistirán las carpas y los cuerpos, se
sonríen como diciendo que el agua es un problema menor comparado con
lo que han pasado y tendrán que pasar.
Uno no
puede pasar por Ciudad Nemagón impunemente pues es la mejor
representación de los tiempos que vivimos, pero al mismo tiempo es un
ejemplo del esfuerzo de los hombres y mujeres al borde de la muerte,
que tenazmente la enfrentan, esgrimiendo sus razones justas frente a
los poderes de los intereses creados, y que animan a confiar en la
inextinguible dignidad humana ejerciendo la solidaridad.
Raúl Leis
*
6 de mayo
de 2005
* Sociólogo y escritor. Secretario
General del CEAAL (Consejo de Educación de Adultos de América Latina).