-¿Cuáles son los impactos de los plaguicidas?
-Hay que tomar en cuenta dos tipos de impactos: en el
ambiente y en la salud. La base de todo es el ambiente.
Usualmente hay que tomar en cuenta que el ambiente
funciona de manera tridimensional y no se puede pensar
que en un sistema o ecosistema las cosas estén
separadas.
En Nicaragua se han aplicado plaguicidas en diferentes
cultivos, como es el caso de la caña, pero el sistema de
aplicación de estos plaguicidas permite que ocurran dos
fenómenos: acumulación en el suelo y en el agua.
Al filtrarse en el agua, ese tipo de químico se deposita en
el sedimento de la parte inferior del agua. En la parte
de Occidente de Nicaragua, el sedimento tiene algunos
componentes químicos que permiten que se acumule y se
transforme en otro tipo de subproducto. Muchas veces
esos subproductos (metabolitos) son más dañinos que el
original. Es decir, el producto químico no mantiene su
pureza sino que se va modificando, transformándose en
otro agente químico, mezclándose con otros químicos que
están en el suelo o en el agua.
Existen clasificaciones que dividen los plaguicidas en tres
bandas: roja (extremadamente tóxicos), amarilla
(altamente tóxicos) y verde (ligeramente tóxicos).
-¿En
Nicaragua están prohibidos los plaguicidas de banda
roja?
-No. En los años 90 se prohibieron doce plaguicidas. Ahora,
en las negociaciones entre los sectores afectados
(bananeros y cañeros) y el gobierno, se está luchando
para eliminar la llamada “nueva docena sucia”. Sólo el
MTD ocasiona el 80 por ciento de las intoxicaciones en
Nicaragua.
Aquí hay 70 mil intoxicados anuales, de los cuales el Sistema
de Salud registra sólo 2 mil, así que hay un subregistro
de 68 mil intoxicados.
En todo Centroamérica hay 400 mil intoxicados anuales. Son
intoxicaciones agudas, o sea atendidas en el Sistema de
Salud, pero no existe en todo Centroamérica un registro
de intoxicaciones crónicas, como por ejemplo el caso de
los cañeros y bananeros.
Las intoxicaciones crónicas tienen su manifestación en un
período de 10-15 años y ahora estamos viendo los
resultados de las afectaciones de los años 80.
Fue a través de las negociaciones, producto de la “Marcha sin
retorno”, que por primera vez el MINSA tuvo que redactar
un primer registro de estas afectaciones crónicas.
-¿Cómo es que se afectan los cañeros?
-Los químicos afectan distintas partes del cuerpo humano, en
este caso, a los riñones.
Lo riñones son el primer filtro del sistema humano y
cualquier sustancia química que penetre en el cuerpo, es
filtrada por los riñones. Además, la persona va
bioacumulando estas sustancias, llevando una carga mucho
más tóxica.
La gente que está en los cañaverales o que está aplicando el
químico, entra en contacto con ese producto y le ingresa
por la piel, por los oídos, por los ojos, por la nariz y
por la boca.
No es suficiente cubrirse con una mascarilla. Y no estamos
hablando de un solo químico, sino de una mezcla de
diferentes tipos de químicos.
-Son
varias las personas afectadas que no tuvieron contacto
directo con los cañaverales, sino que trabajaban en
mecánica o en oficina. ¿Qué pasó con ellos?
-Usualmente la fuente de contaminación son los cañaverales.
Sin embargo la “pluma de contaminación” va más allá del
cañaveral, porque no se controla el sistema hídrico de
aguas subterráneas.
Hay pozos artesanales o comunitarios que son contaminados y
la gente lo ignora y sigue consumiendo esa agua. En
otros casos, la gente prepara alimentos utilizando agua
contaminada.
El problema, entonces, no es sólo en los cañaverales o cerca
de ellos, sino también afuera, porque el agua
subterránea sigue su rumbo y llega a los pozos
perforados por la Empresa de Acueductos (Enacal). Estoy
casi seguro de que Enacal tiene pozos contaminados que
no están siendo controlados.
Es como un pequeño cáncer que se va expandiendo, hasta
convertirse en algo más grande. Toda esta gente que no
trabajó en el campo, en algún momento tuvo que consumir
agua.
-Una
vez que una persona está afectada por IRC, ¿existen
tratamientos para revertir el proceso?
-No hay manera de revertir la enfermedad, o sea para curar el
órgano afectado. Hay que aplicar la hemodiálisis para
que el riñón que está afectado funcione y evitar que se
deteriore rápido. Llega un momento en que la
hemodiálisis ya no sirve y el siguiente paso es el
trasplante de riñón.
El riñón que está dañado queda dañado y sólo se puede
intentar mantenerlo vivo. Además es carísimo. La
hemodiálisis por un año te puede salir unos 4 mil
dólares, y toda esta gente no tiene esta cantidad de
dinero. Y lo peor es que en Nicaragua no se ha regulado
y no existen los trasplantes de órganos. La donación de
órganos no está normatizada.
-Pero hay muchachos de 24-25 años que ya están
afectados. ¿Quiere decir que la enfermedad es
irreversible?
-No hay forma de parar la enfermedad. La IRC, de todas
maneras, es sólo uno de los efectos. No habrá que
sorprenderse cuando aparezcan otras enfermedades como
cáncer o esterilidad.
-Uno
de los puntos de los cañeros es demandar a la empresa y
pedir indemnizaciones. ¿En el Ingenio San Antonio hay
pruebas suficientes para una demanda?
-Estoy seguro que por dondequiera hay pruebas en el Ingenio
San Antonio. El inconveniente es cómo conseguir el
listado y las pruebas reales de qué es lo que están
utilizando. Se puede a través de análisis del suelo y
agua, pero también habría que encontrar los barriles,
porque los esconden.
-Las
trasnacionales y los que aplican el producto dicen que
el problema es cómo se utiliza…
-Muchas veces los plaguicidas están hechos para países
industrializados, a veces son maquinas las que aplican
estos plaguicidas.
Sin embargo, en Nicaragua los terratenientes utilizan mano de
obra barata. Los plaguicidas de banda roja son muy
tóxicos, por más medidas de seguridad que se tomen.
Al empresario siempre le gusta reducir costos y eso implica
reducir la seguridad del trabajador. No sería extraño
que los sistemas aspersores de agua hayan sido
utilizados para fumigar, como en el caso de las
bananeras.
-¿Existen análisis serios e independientes de los mantos
acuíferos y de los ríos en la zona de Chichigalpa?
-El Centro de Investigación de Recursos Acuáticos (CIRA) hizo
estudios, y nosotros (Centro Humboldt) realizamos
estudios en Posoltega. También el MINSA tiene algo y el
MARENA acaba de publicar un importante estudio sobre los
lugares contaminados y las fuentes de contaminación a
nivel nacional. La mayor parte de la contaminación se
concentra en la zona de Occidente.
-¿Hay posibilidad de limpieza de los lugares afectados?
-Hay técnicas y tecnología, pero no creo sea tan fácil que
lleguen a Nicaragua porque son muy caras.
En principio habría que dejar descansar los recursos, pero
aquí eso es prácticamente imposible, y se sigue
aplicando químicos todos los días.
Hay algunos cambios. En ciertos ingenios están comenzando a
utilizar el manejo integrado de plagas, con algunos
componentes biológicos que produce y vende la
Universidad Agraria (UNA).
Se necesitan medidas alternativas, o sea tomar todas las
medidas necesarias antes del cultivo para no tener que
aplicar el plaguicida y no sólo aplicar plaguicidas
naturales.
-Los
cañeros están convencidos de que regando la caña con
agua altamente contaminada, también los productos salen
afectados. ¿Esto sería posible?
-Es factible. Evidentemente el agua que ellos utilizan está
contaminada y la caña absorbe todo eso, además de todo
lo que se le echa por aire.
Inclusive, el proceso industrial podría crear un producto
químico derivado, a veces más tóxico de lo que fue
aplicado.
Un ejemplo es la Zona Franca. En la actividad productiva se
ocupa tinte y no es dañino, pero cuando las aguas
residuales llegan al río o al lago, se convierte en un
agente extremadamente tóxico. Con los plaguicidas ocurre
lo mismo.
Actualmente todas las grandes empresas en manos de
terratenientes buscan la manera de conseguir un ISO como
norma de calidad.
El Ingenio San Antonio logró aplicar sólo las normas de
calidad del producto, pero no ha aplicado las normas
ambientales y laborales, ni siquiera lo intentó.
En
Managua, Giorgio Trucchi
© Rel-Uita
26
de abril de
2006 |
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