Tras
más de dos meses de lucha, los bananeros y los cañeros nicaragüenses
lograron que el gobierno de Enrique Bolaños aceptara la mayoría de sus
reivindicaciones. Es hora de festejos. Ya llegará mañana el momento de
volver a luchar para que esos acuerdos no sean, como tantos otros en
el pasado reciente, violados.
Son las
9 de la mañana del sábado 13 de mayo y “La Ciudadela del Nemagón” se
pone en movimiento. Dentro de pocas horas, miles de bananeros y
cañeros podrán volver a sus casas con un resultado importante. Luego
de una extenuante negociación de más de setenta días, durante la cual
han muerto personas, otras tuvieron que volver a su casa por el
empeoramiento de su situación física y otras se encuentran todavía en
el hospital, la comisión de los sectores en lucha por fin alcanzó un
acuerdo con el gobierno nicaragüense y se prepara a firmar los
Acuerdos Preliminares.
Para la
gente es una ocasión de festejo, de aliviar las tensiones y compartir
este momento con las organizaciones de la sociedad civil que han
acompañado el proceso negociador.
En la
“Ciudadela del Nemagón” hay confusión, pero una confusión sana. La
gente camina sin rumbo definido y sonríe como nunca antes.
Cerca
del “Puesto de mando”, el almacén donde desde hace dos meses y medio
centenares de personas responsables de los varios grupos (los
capitanes) hacen fila para recibir la alimentación que distribuirán a
su gente, la champa (carpa) de la solidaridad y dignidad está muy
activa.
Hay
música, bailes, cantos, juegos y un fermentar de emociones y
agitación.
Una
mujer se acerca y me saluda, me toma del brazo. Ayer, otra compañera
me pidió que la fotografiara en el lugar donde se desarrolló la última
asamblea. “Ha sido muy importante, quiero recordarlo siempre”, me
dijo.
Camino y
encuentro a Victorino Espinales, presidente de la asociación de ex
trabajadores del banano afectados por el Nemagón (Asotraexdan).
Espinales permanecerá con los 300 bananeros que mantendrán la presión
sobre el gobierno para que cumpla con lo acordado y, sobre todo, para
llevar adelante la campaña de denuncia de la insensibilidad demostrada
por los integrantes de la Asamblea Nacional.
Victorino pregunta si puedo concederle una entrevista en la que
testimonie sobre mi experiencia junto a ellos en todos estos años. Hay
cariño en sus palabras y un sentimiento indefinido de comunión. Un
contacto que se activa independientemente del idioma, de la cultura y
de las raíces y que se basa en el sentirse parte de una misma lucha.
En
realidad deberíamos ser nosotros quienes agradeciéramos a toda esta
gente, que ha demostrado al mundo entero que “se puede”, y continúa
haciéndolo día a día. Han puesto en juego todo, también la propia
vida, y nos han enseñado lo que quiere verdaderamente decir “ir hasta
el final”, luchar por algo que se cree justo, organizarse de manera
increíblemente perfecta, ordenada y disciplinada para alcanzar juntos
un objetivo. El resto no cuenta, y también las dificultades se viven
sin agitación.
Justo
ayer, durante una pausa en las negociaciones, un compañero me contó
entre risas los percances de la gente cada mañana para ir al baño o
ducharse. Se levantan a eso de las tres y media o cuatro de la mañana
para poder estar listos a las 6. Forman largas filas, de centenares de
metros, delante de las letrinas y luego otra para tomar una ducha
(indispensable para soportar el sol de este fin de verano). En la
oscuridad se siente el primer olor a café. “El café del amor”, lo
llama la compañera que todas las mañanas, a las 3 y media, se apuesta
en un rincón de “la Ciudadela” y grita que el brebaje está listo.
Entre la
gente que camina y que finge tener algo que hacer, entre las champas
de plástico negro, los vestidos rasgados y las caras cansadas por los
demasiados días pasados bajo las estrellas, empiezan a vislumbrarse
los rostros de los ministros y otros integrantes del gobierno. Trajes
limpios, camisas blancas, alguna corbata, celulares por doquier. Todos
criollos, blancos, de la clase dominante. No cuesta mucho localizarlos
mientras forman corrillos entre ellos. También para ellos es un día
particular. “Que se firme, que éste sea un momento importante para el
gobierno. Busquen la manera para que declaren su satisfacción por mi
trabajo y que se vayan, porque las próximas semanas estarán muy
calientes”, debe de haberles dicho su jefe, el presidente Enrique
Bolaños.
La
aceleración de las negociaciones de las últimas semanas y el hecho de
que la Comisión del Gobierno haya prácticamente aceptado la mayor
parte de los puntos propuestos por los sectores en lucha despierta más
que una sospecha, pero lo esencial es que hoy estos acuerdos se
firmen, se cuiden y se revisen punto por punto. Y que se respeten. “Si
luego todo esto lleva agua al molino del gobierno no nos interesa, lo
importante es que estamos solucionando de modo victorioso la primera
parte de esta lucha”, deben de haber pensado los
líderes
de los bananeros.
El
gobierno, que planeaba realizar una ceremonia elegante y oficial
dentro de la Casa Presidencial, ha tenido que ensuciarse las manos y
bajar al “infierno”. Para ellos la “Ciudadela del Nemagón” es
inimaginable, nunca han pasado por aquí. De hecho el presidente nunca
lo hizo. Pero es una realidad, la de más del 70 por ciento de los
nicaragüenses que deben vivir con menos de dos dólares al día. Hoy se
han visto sido obligados a llegar hasta aquí y a instalarse sobre la
tarima (un camión descubierto), apretados y sudorosos, como las miles
de personas que miraban desde abajo, con los ojos brillantes y las
caras quemadas por el sol y esas manos acostumbradas a la tierra,
atravesadas por líneas profundas como los surcos que trazan en los
campos antes de echar la semilla que dará vida al maíz, que según sus
antepasados era el origen del ser humano.
La
ceremonia se desarrolla bajo un sol fuerte, oscurecido de vez en
cuando por las nubes de este principio de invierno que tarda en
llegar.
El himno
nacional, una bandera que se agita detrás de la gente sobre la tarima,
la lectura de los 21 puntos que componen los Acuerdos Preliminares...
Aplausos cuando se habla de la salud gratuita, del programa “Libra por
libra” que les dará semillas mejoradas (la sociedad civil ya ha
decidido que controlará que no se difundan semillas transgénicas), de
los pasaportes de sus compañeros y compañeras que irán a Estados
Unidos para declarar en el proceso contra las multinacionales, de los
análisis de las capas acuíferas y las aguas superficiales, de las
pensiones que los cañeros enfermos de insuficiencia renal crónica y
las viudas ya están recibiendo (otro resultado de estas
negociaciones).
Mientras
se distribuye a los medios el comunicado que analiza el trabajo
desarrollado por la solidaridad internacional en estos casi tres meses
de apoyo a la lucha de los bananeros y cañeros y el mensaje, suscrito
por numerosos senadores italianos, de presión a los diputados
nicaragüenses para que escuchen los gritos de dolor de miles de sus
connacionales, toma la palabra la ministra de Salud, Margarita Gurdián,
que preside la Comisión Interinstitucional. Su discurso apunta a
exaltar la imagen del presidente Bolaños y del gobierno. Es como un
comercial publicitario, que pasa rápido, tal como comenzó.
En todo
caso es justo reconocer que la ministra Gurdián ha administrado la
Comisión en un modo muy eficiente, haciendo traslucir un interés
personal en tratar de solucionar la situación de los bananeros.
Los
discursos que siguen y la entrega pública de los primeros 36
pasaportes y los carnés que permitirán la identificación de las
personas que tendrán acceso gratuito a la salud no han aportado nada
de particularmente relevante. Se notaba, eso sí, una prisa creciente
entre los integrantes del gobierno, una prisa que impidió al dirigente
bananero Manuel Hernández la lectura del comunicado de la solidaridad
internacional.
Por
último tomó la palabra Victorino Espinales, que lanzó un duro ataque
al Parlamento nicaragüense. Los diputados, dijo, dieron muestras de
una increíble insensibilidad, ya que en más de setenta días de
conflicto no han encontrado todavía el tiempo -o, como es más
probable, las ganas y el interés- de hablar con ellos. En el resto del
discurso manifestó su confianza en que el gobierno respete lo que se
acaba de firmar. Si esto no sucede, advirtió, los bananeros ya están
listos para volver a Managua en masa.
Mucho
más fuertes fueron las declaraciones de los afectados “de base”, que
por lo general dudan de la palabra del gobierno y del presidente
Bolaños, que ya el año pasado los ha engañado firmando acuerdos luego
jamás respetados.
En todo
caso, la presencia de los bananeros en Managua no termina aquí. Unos
300 permanecerán en el campamento e intentarán proseguir el diálogo
con el gobierno sobre los puntos pendientes y aquellos que se
encuentran todavía en definición. Deberán romper el muro de silencio
de la Asamblea Nacional, con la cual tendrán sin embargo que tratar
para conseguir satisfacción a algunas de sus reivindicaciones
fundamentales, como la pensión vitalicia para los bananeros, la
reforma a la Ley 456 para que la insuficiencia renal crónica sea
reconocida como enfermedad profesional, la reforma al presupuesto de
la República para lograr los fondos necesarios para cubrir el acceso a
la salud gratuita y la inclusión de un nuevo párrafo en la resolución
de 2004 en que se diría que “la ley 364, ley especial de defensa de
los derechos a las personas enfermas a causa del Nemagón, no será
abrogada ni reformada hasta
que las
personas enfermas no hayan recibido indemnizaciones”.
Me voy,
mientras las “toyotonas” (los enormes jeeps en que suelen movilizarse
las clases ricas nicaragüenses) de los miembros del gobierno se
alejan.
La gente
continúa preparándose para la partida de mañana 14 de mayo. Las
champas se desarmarán y quedarán almacenadas aquí, para el caso en que
fuera necesario un regreso inmediato. Con su salida disminuirá la
presión a las instituciones y por lo tanto será aún más necesario que
la sociedad civil y las organizaciones internacionales intensifiquen
su acción de solidaridad.
Se ha
dado un primer e importante paso. Falta el más difícil.
Giorgio Trucchi
19 de mayo de 2005