Uruguay
Una mala noticia
y una nueva experiencia |
|
|
La
quiebra de Parmalat, la gran empresa agroalimentaria
italiana, es una mala noticia para Uruguay y pone una vez
más de relieve las fallas e inconsistencias de quienes dicen
confiar plenamente en el mercado.
Esta quiebra se
ha comparado al caso Enron y al menos conocido y muy nuestro
de Granja Moro. En todos los casos se rompió la confianza en
las instituciones de control, empresas auditoras y bancarias
involucradas, así como en los principales directivos y
profesionales de las firmas. A la hora de asumir las
pérdidas, los principales candidatos son el Estado, los
accionistas menores y los tenedores valores de la empresa,
trabajadores de las firmas.
Ante la crisis
de Parmalat, el gobierno italiano actuó aceleradamente;
adoptó medidas de respaldo a la empresa inmediatamente
después de hacerse pública la situación. El primer ministro
Silvio Berlusconi conoce bien el papel del Estado en los
mercados. Según el periódico The Guardian, Berlusconi
representa en grado extremo las relaciones incestuosas entre
los negocios y el poder político. El magnate tuvo una
exitosa experiencia empresarial apoyada en una conveniente
relación con los gobiernos italianos previos al operativo
Manos Limpias, así como en la gestión de empresas que
participan en mercados privatizados, altamente intervenidos
y oligopolizados, como es el cado de la televisión.
En cuanto a
Parmalat, haciendo un poco de historia, es destacable el
gran desarrollo internacional de la firma en la década del
90, lo que condujo a que dos tercios de las ventas mundiales
de la firma en 2002 estuvieran fuera de Europa.
Y por aquí,
¿Quién pagará la cuenta? Se
supone que en una economía de mercado los operadores corren
riesgos que han evaluado. Sin embargo, cuando se trata de
una gran empresa normalmente interviene el gobierno (asume
pérdidas), como se ha señalado antes para el caso de Italia.
Seguramente las
intervenciones de los gobiernos no pararán allí. En Brasil,
donde Parmalat es la segunda empresa lechera, el gobierno
estaría analizando alternativas que contribuyeran al pago de
la leche a los productores y a la continuidad de la empresa,
probablemente dando prioridad a cooperativas de productores,
adelantándose que el BNDS (el Banco República en versión
brasileña) dispondría de una línea de crédito con ese
objetivo.
En Uruguay, dada
la importancia de la empresa, es posible que también sea
inevitable la intervención del gobierno. Parmalat es la
segunda empresa lechera y en el pasado fue emisora de
obligaciones negociables.
Es prematuro
considerar las alternativas que tendrá el gobierno uruguayo
en este caso mientras no se conozcan algunos datos básicos
del escenario. Por ejemplo, si la empresa, ahora intervenida
en Italia, está en condiciones de seguir operando algún
tiempo hasta que los interventores puedan venderla o si
podrá continuar, si habrá un retiro importante de remitentes
de leche, si perderá los mercados de Venezuela, Brasil y
otros países en que las importadoras eran otras filiales de
Parmalat.
La situación
actual del grupo empresarial es una mala noticia en Uruguay.
El país necesita inversiones externas directas de empresas
que aporten tecnología, capacidad de organización, mercados,
inversiones, que estén comprometidas con el cumplimiento
pleno de las leyes laborales y tengan pautas de conducta
ambiental del Primer Mundo.
El caso deja
varias experiencias. La inversión extranjera, aún la de
grandes firmas transnacionales, no siempre tiene esas
condiciones. Es responsabilidad del Estado dotarse de una
política definida y controles efectivos. Por otra parte
parece equivocado confiar el futuro del país exclusivamente
al desarrollo de las grandes empresas internacionales y a su
eventual efecto positivo sobre el resto de las firmas. En
términos generales, esa es la conclusión de los estudios
sobre Brasil y Argentina en la década del 90, dos países que
esos sí, recibieron impresionantes sumas de inversiones
extranjeras en la década pasada. Al mismo tiempo, esta
experiencia lleva a revalorizar el esfuerzo propio por
construir una plataforma de empresas locales de diverso
tamaño y condición generadoras de la energía empresarial
necesaria para llevar adelante el país.
Martín
Buxedas
Convenio Rel-UITA - Brecha
23 de enero de 2004
|