Los filibusteros y sus
cómplices
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Mediando el año pasado el Parlamento italiano aprobó una
ley eximiendo de responsabilidad penal
-mientras
dure su mandato-
al primer ministro, al presidente de la República, a los
presidentes de la Cámara de Diputados y Senadores y al
presidente del Tribunal Constitucional. En realidad, el
único que necesitaba urgentemente este amparo legal era el
primer ministro Silvio Berlusconi –“Il Cavaliere” –
acusado de sobornar jueces y de algunos delitos
económicos. Multimillonario, copropietario de casi todos
los medios de comunicación italianos, ganó las elecciones
en 2001 con su coalición de derechas, Casa de las
Libertades. Nombrado primer ministro, aseguró que el país
debe ser administrado como “una empresa”. Es decir que en
su concepción un gobierno debe estar dispuesto a comprar y
vender cualquier cosa, incluyendo a la justicia.
El triunfo de Berlusconi y su teoría de
política-país-empresa, animó a varios desfachatados y
oportunistas que, con algo de dinero, se dedicaron a la
compra-venta sin reparar en nada. Ahí están, por ejemplo,
los 169 clanes especializados en la destrucción del medio
ambiente, que durante el año pasado lograron superar, con
sus sucios negocios, la cifra de 18 mil 900 millones de
euros. Esta “ecomafia”1 se dedica a la construcción ilegal
de edificios, a la “desaparición” de millones de toneladas
de residuos tóxicos, a la trata ilegal de especies
animales y al saqueo del patrimonio arqueológico del país.
Pocos meses antes de que el Parlamento aprobara aquella
ley de impunidad para los delincuentes, siempre que éstos
ocupen cargos de gobierno, se descubría un agujero negro
de más de 12 mil millones de dólares efectuado por Calisto
Tanzi, el capo de Parmalat. Seguramente Tanzi
comparte la visión de Berlusconi de que el país –y por
extensión todo el mundo– es una empresa, al fin y al cabo
él también es un “Caballero”, en su caso Caballero del
Trabajo, título con el que el Presidente de Italia honra a
los empresarios destacados.
Luego del desmoronamiento del imperio Parmalat –197
fábricas en 30 países– con Tanzi preso, sus hijos
investigados y un alto ejecutivo quitándose la vida, la
justicia encontró una larga lista de implicados, entre
otros: Giovanni Bonicie (expresidente de la filial en
Venezuela), Luciano del Soldato (exauditor y exdirector
financiero de Parmalat), Gianfranco Bocchi y Claudio
Pessina (auditores internos), Lorenzo Penca y Maurizio
Bianchi (exauditores), Gianpaolo Zini (abogado y
confidente de Tanzi). Ante ese panorama, era de esperar
que los capos italianos de la empresa que lograron
salvarse de la quema adoptaran una actitud de mayor
modestia y contrición. No fue así, y lo peor es que el
presidente de un país les sigue el juego. Esto es lo que
está sucediendo hoy en Nicaragua.
Cuando ocurrió el “Parmacrack” la prensa nicaragüense se
ocupó del caso despertando las iras de Aldo Camorani,
gerente de la filial en aquel país, que inicialmente negó
las noticias acusando a los medios de pretender “dañar la
imagen de la empresa, quién sabe con qué intenciones”.
Pero a los pocos días la realidad le hacía tragar su
arrogancia. Camorani había obtenido un préstamo por cinco
millones de dólares del Tower Bank de Panamá y del Banco
de América Central de Nicaragua, y la orden para solicitar
este préstamo, violando todos los procedimientos
institucionales, había llegado a través de una llamada
telefónica del mismísimo Tanzi. No obstante, en una
conferencia de prensa, Camorani brindó seguridades a los
productores de leche –Parmalat Nicaragua recibe el
80 por ciento de la producción nacional de leche, de la
cual dependen unas 10 mil personas– y al gobierno. En esos
momentos la empresa contaba con cerca de 900 trabajadores
de los cuales 300 fueron despedidos inmediatamente y a
nadie le preocupó que no estuvieran incluidos en aquellas
seguridades.
Simultáneamente transcurría un escándalo paralelo: Haroldo
Montealegre, exdueño del quebrado Banco Mercantil, cuyos
activos pasaron al Banco de Crédito Centroamericano (BANCENTRO)
reclamó a este banco una deuda de 6 millones de dólares.
Una resolución judicial ordenó a BANCENTRO la cancelación
de la deuda, cosa que el banco rechazó. Ni tonto ni
perezoso, Montealegre tejió un acuerdo con Camorani, sobre
la base de la deuda que Parmalat mantiene con BANCENTRO,
que había cancelado el préstamo contraído por la empresa
con el Tower Bank y el Banco de América Central. Ligia
Rivas, la jueza actuante en el caso, designó el pasado 11
de agosto a Montealegre como interventor de Parmalat, a
los efectos de que éste pudiera cobrar su deuda.
Montealegre se agrandó y anunció que estaba dispuesto a
renunciar a su cargo de interventor y al cobro de su deuda
a cambio del 50 por ciento de las acciones de Parmalat
Nicaragua. Camorani aprovechó la oportunidad, y
haciendo mutis por el foro renunció a la presidencia de la
compañía y a la representación de los accionistas.
La confianza de los
inversionistas
Lo hasta aquí
historiado son las tropelías a las que nos tienen
acostumbrados los modernos filibusteros, a los cuales,
cualquier ciudadano precavido considerará preferible
perderlos que encontrarlos. Pero eso no es lo que ocurrió
en Nicaragua.
Inmediatamente
después que Montealegre fuera designado interventor de
Parmalat por la justicia, Alberto Moniver, embajador de
Italia en Nicaragua, declaraba el 26 de agosto que la
medida “ha creado un clima de desconfianza respecto a las
garantías jurídicas para las inversiones extranjeras”,
afirmando que “si no se aclara” el problema de la empresa
de capital privado y que está bajo administración del
gobierno italiano, existirá “un obstáculo para futuras
inversiones extranjeras en el país”.
Por su parte,
Barbara Moore, embajadora de Estados Unidos, también
criticó la decisión judicial, “pues ese tipo de
actuaciones puede crear desconfianza en los inversionistas
que demandan transparencia en las reglas del juego”.
El presidente
de Nicaragua, Enrique Bolaños, en lugar de dejar en claro
que al país no le interesan inversiones de tipo mafioso o
reclamar por la intromisión de la embajadora Moore, reunió
a los representantes de la prensa extranjera para
manifestarles que “Es peligrosísimo lo que esta
jurisprudencia puede dejar si permanece”. Y efectuó una
velada amenaza: el gobierno de Italia no ha fijado su
posición porque las autoridades se encuentran de
vacaciones “pero ya veremos qué pasará cuando finalice ese
descanso”.
Frente a
tamaña fuerza de tareas –y quizá para impedir que
Nicaragua fuese invadida por tropas
italiano-estadounidenses– la jueza Ligia Rivas decidió
retirar a Montealegre, quien fue sustituido por Vincenzo
Borgogna, nombrado por el gobierno italiano –luego de sus
vacaciones– como nuevo gerente de la filial de Parmalat.
El embajador Boniver no perdió la oportunidad para señalar
su alegría: “Italia consideraba esa decisión judicial como
anómala, injusta y fuera de lugar, porque Parmalat
Nicaragua es solvente y estaba pagando a sus acreedores”.
Solvente, pero no tanto
A todo esto
los trabajadores, que en 1999 habían tratado de constituir
su sindicato –sin éxito pues la empresa se enteró y
despidió a 40–, consideraron que tanta confusión en la
dirección de la empresa creaba la oportunidad para
intentarlo nuevamente. Constituyeron el sindicato el 4 de
setiembre y dos días más tarde –ya con Vincenzo Borgogna
en la presidencia de la empresa– fueron despedidos el
Secretario General, el de Organización y un afiliado.
También fue citado por la gerente de Recursos Humanos y el
propio Borgogna el dirigente José de Jesús Guevara, a
quien le manifestaron que en este momento no se puede
formar un sindicato debido a la crisis en la empresa,
“pero después sí”.
A una semana
de este atropello a las leyes nicaragüenses, el embajador
Boniver no se ha manifestado, pese a que, como lo
reconoció oportunamente, Parmalat está bajo la
administración del gobierno que representa. Tampoco habló
la embajadora Moore, quizá para no crear precedentes para
los tratados de libre comercio que su gobierno está
firmando con los países centroamericanos. Por supuesto que
tampoco habló el presidente Bolaños, aunque es posible que
siguiendo el ejemplo de sus colegas italianos se encuentre
de vacaciones, a su regreso tal vez recuerde lo que la
Constitución de la República establece respecto a la
libertad sindical.
Frente a esta
situación, ¿a quién responsabilizar? ¿A la impresentable
Parmalat? ¿Al gobierno italiano? ¿A la indiferencia
de la embajadora Moore? ¿Al gobierno de Bolaños? La UITA,
que está apoyando la lucha de los trabajadores de
Parmalat –y no solamente en Nicaragua– por su derecho
al trabajo y a organizarse sindicalmente, bregará en todos
esos frentes y los que sean necesarios.
Por eso desde
aquí llamamos a sumarse a la
campaña que ha lanzado
la UITA
en defensa de los elementales derechos sindicales de
los trabajadores de Parmalat Nicaragua.
Enildo Iglesias
© Rel-UITA
14 de
setiembre de 2004
1 La “ecomafía” saquea Italia, El País,
Madrid, 08.05.04
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