De
superviviente a asesor legal del Sindicato de
Trabajadores de Coca Cola, Quique ha hecho de su
apartamento un centro de entrenamiento sindical, del
cual entran y salen dirigentes, militantes de base,
abogados y leguleyos. Anda en un “auto” destartalado,
que cojea igual que su propietario, pero que hasta
ahora, igual que su dueño, nunca se ha quedado por
empinada que fuese la cuesta. Habla pausado, sin
alterarse nunca. Él, que vio la muerte de cerca y
burló tantas emboscadas, decidió regresar a su
Guatemala y disfrutar de la vida haciendo lo que le
gusta: trabajar y brindarse a los demás.
-¿Dónde naciste?
-En el norte del país, en la pura selva, hace 62 años.
-¿De familia campesina?
-No, clase media de pueblo pequeño. Mi papá era
telegrafista y mi mamá costurera. En los pueblos esa
gente era clase media. Por eso estudié en buenos
colegios, sobre todo la primaria. Mi mamá, con enormes
sacrificios, me pagó toda la primaria en uno de los
mejores colegios, el
English American
School. A ella le debo que hable en inglés
desde niño.
-¿Cómo llegaste a la abogacía?
-Por un largo camino. Recuerdo que en la secundaria me
echaron de cuatro colegios, era una persona difícil de
manejar. Ahora que he estudiado pedagogía y esas
cosas, entendí que los maestros tenían problemas
conmigo porque yo leía más que alguno de ellos, tenía
opinión sobre todo, y les hacía preguntas terribles
que no podían responder. Además, desde los 12 o 13
años ya andaba metido en política. Luego ingresé a la
escuela de derecho; quería estudiar ciencias sociales,
esa era mi idea, no pasaba por mi cabeza ser abogado.
Con una beca de la UNESCO me fui a estudiar a Chile.
De esa época recuerdo lo tremendo de cada trimestre
por la pesada carga de estudios, al punto que algunos
estudiantes se suicidaron. ¡Terrible! Y recuerdo
aquel Chile de los años 68 y 69, un bonito país que
vivía una situación fermental en lo político. Allí
estaban Paulo Freire y Fernando Henrique Cardoso,
entre otros exiliados de América Latina. En Chile hice
la maestría en sociología y después fui a la
Universidad de Texas, en Austin, para hacer el
doctorado en Sociología.
Cuando volví a Guatemala intenté regresar a las
cátedras de la Universidad que había ganado por
oposición. Sin embargo, una fracción del Partido
Comunista había tomado el control de la Facultad de
Derecho y me dijeron que no podía porque venía de
Estados Unidos. Entonces me quedé sin trabajo, en el
aire como dicen ustedes en el sur. Ahí apareció Julio
Celso de León, un viejo militante de la juventud de la
Católica y en ese tiempo secretario general de la
Central Nacional de Trabajadores (CNT), quien me dijo
que necesitaban otro abogado porque el que tenían les
estaba resultando un poco “chueco”. Bueno, le comenté
la oferta a mi esposa que también había terminado
derecho. Aceptamos dividiéndonos la tarea: ella hacía
tribunales y yo el resto. Así fue como en 1975
resultamos metidos en la Central Nacional de
Trabajadores y en 1978 nos tuvimos que ir del país,
luego de sufrir un atentado. Sucede que fuimos
amenazados de muerte, por “promover el comunismo y los
sindicatos” y no recuerdo cuántas cosas más. En
noviembre de 1978 salimos de Guatemala y estuvimos 18
años afuera.
-En aquellos años el movimiento obrero guatemalteco
pasaba por un momento de reorganización importante, de
ahí la represión brutal que se desencadenó sobre él.
-Sí. De 1975 a 1980 se produjo un importante auge del
movimiento de masas, pero también se padeció una
represión brutal. El eje de ese auge fue la CNT, y en
ese período se constituyeron muchos sindicatos, entre
ellos el Sindicato de Trabajadores de Embotelladora
Central Coca Cola S.A. (STECSA), aunque en ese proceso
fueron asesinados ocho compañeros entre dirigentes y
militantes de base. Durante el tiempo de la guerra
civil la represión en Guatemala fue terrible. Aquí
eliminaron a toda la dirigencia que había constituido
la CNT. Algunos compañeros desaparecieron, y a otros
los mataron. Ahora, los sobrevivientes, estamos
tratando de fortalecer los sindicatos después de haber
sido muy golpeados.
Ahí empezamos a implementar algo que en Guatemala no
se practicaba, procurábamos la instalación de una mesa
de negociación con los empresarios, y para ello se
utilizaban todas las formas de lucha: el trabajo
internacional, la lucha de masas, de movilización,
pero nunca nos alejamos de la negociación, siempre
estábamos negociando y presionando a la vez.
-¿Cómo ves hoy al movimiento obrero?
-El movimiento sindical está debilitado, pero sin
embargo encuentras organizaciones como el Sindicato de
Trabajadores de Coca Cola que cuenta con 1.000
afiliados en una fuerza de trabajo que asciende a
1.400 personas. Es un Sindicato que ha crecido, que se
ha fortalecido a pesar de todos los problemas. Una
organización que nunca abandonó la estrategia original
de la CNT, donde se enfrenta a la empresa utilizando
todas las formas de lucha, pero nunca te levantas de
la mesa de negociación. Ese es el punto central de
nuestro planteamiento. Son viejas ideas pero
implementarlas aquí en Guatemala ha costado mucho.
-En STECSA se respira conciencia de clase, madurez y
mucha mística.
-Es una organización que crece, donde los
supervivientes -“las viejas” como les dicen- y los más
jóvenes
-“las patojas”- están juntos, conscientes de lo que
costó formar el Sindicato en vidas humanas, en
sacrificio y en lucha. Ahí están ahora Carlos, Víctor
y Dagoberto, muy jóvenes, puro orejas y ojos, y todo
lo oyen y todo lo ven. Y están “las viejas”, que son
la memoria viva. En el Sindicato se respira ética y
hay mucha mística, tienes razón. La gente sabe adónde
quiere ir, pero sabe también de dónde viene, y eso
está presente en el superviviente y también en la
“patoja”.
Otra de las características es la disciplina, a las
asambleas asiste el 95% de los afiliados. Algunos
tienen que venir de muy lejos, pero llegan. El
Sindicato tiene sus controles para que la gente
mantenga esa presencia, y ello permite que haya una
reproducción; la gente está muy encima de lo que pasa
en el Sindicato. En una asamblea general se para
cualquiera y te dice cualquier cosa. Al comité
ejecutivo hay gente que se para y le dice lo que
siente, eso está abierto, no hay un mecanismo para
evitar que la base no sepa lo que estamos haciendo, al
contrario, se promueve que la base sepa dónde estamos
y se le consulta constantemente.
-Otra impresión que tengo es que la empresa, PANAMCO,
subestimó a la organización, pensó quizás que el
Sindicato iba a actuar de una manera irresponsable e
inmadura.
-Ese es el punto central. Hasta ahora no hemos caído
en ninguna provocación. Todas las acciones que hemos
hecho han evitado las provocaciones. Muchas de las
cosas que ellos han hecho son con la intención de
provocar al Sindicato. Provocar a una dirigencia
radical, según ellos, y para eso también nos ha
servido el ámbito jurídico. Por ejemplo, cuando ellos
decidieron despedir a seis personas sin terminar el
proceso de la comisión paritaria, eso fue una
provocación. Y nosotros lo llevamos a los tribunales,
ése fue el mecanismo.
-STECSA es una isla en un país donde la
sindicalización no llega al 3%. ¿Cómo ves el futuro?
-Estamos en un momento en el cual nos atacan de todos
lados. Sin embargo, si todo sale bien en Coca Cola y
se firma un nuevo convenio,
(1)
aquí se observará un salto de calidad. Si analizas a
Federación Sindical de Trabajadores de la Alimentación
(FESTRAS), encontrarás muchos problemas, pero no es
menos cierto que los sindicatos que tenemos hoy son
más fuertes. Por ejemplo, el sindicato del Ministerio
de Agricultura: comenzamos con 35, y hoy hay 500
afiliados. La gente está viendo un nuevo sindicalismo,
que consigue cosas para la gente, y los compañeros ven
que el sindicato es transparente, que los dirigentes
no se convierten en representantes del patrono. Cuando
la gente percibe eso siente confianza y la
organización crece.
-Regresas al país, te vinculas al trabajo de STECSA,
al de FESTRAS y a uno de sus proyectos de formar
sindicatos en las maquilas. El resultado es que
resurgen las amenazas de muerte.
-Si, es cierto. Pero, la gran ventaja ahora es que mis
hijos crecieron. La vez pasada, cuando me obligaron a
irme -quizás por eso estoy vivo- mis hijos eran
pequeños. Ahora el menor tiene 21 años y no vive aquí.
A los que me amenazaron, les dije: háganlo rápido,
háganlo ya, y me hacen un favor, me convierten en
mártir, en héroe de la lucha obrera. Más jodido sería
morirme en mi cama. Ya esas cosas no me preocupan. Esa
gente no me amedrenta, porque todo lo que estoy
viviendo desde que regresé, son horas extras, es
ganancia, yo ya viví.
-Te defino optimista...
-Si, claro, soy optimista. Aquí hay mucho trabajo que
hacer. Lo único que lamento es que ya no tengo la
fuerza que tenía hace 30 años, pero por lo demás,
estoy haciendo lo que quiero hacer. Cuando mis hijos
me llaman y me preguntan:
-Papá, ¿cómo estás?
-Bien -les respondo.
-¿Mucho trabajo?
-Sí, mucho trabajo.
-¿Por qué no descansas?
–me dicen.
-Porque estoy haciendo lo que quiero hacer -les
respondo-.
Esto es lo que me gusta, y aquí quiero morir, haciendo
esto.
Gerardo Iglesias
© Rel-UITA
19 de diciembre de 2002
(1)
A las 2 de la mañana de la fecha, se firmó el nuevo
Pacto Colectivo de Condiciones de Trabajo, luego de 22
meses de negociación.