Concentración creciente en la cadena agrolimentaria
El libre mercado
contra los consumidores |
El avance del libre mercado, contrariamente a lo que
sostienen sus defensores, no se traduce en una mayor
capacidad de elección por parte de los consumidores sino en
una mayor concentración en unas pocas empresas.
Si analizamos el
mercado estadounidense de alimentos en las últimas décadas,
comprobaremos que ha sufrido un importante proceso de
concentración.
Considerando los rubros fundamentales encontraremos
que, en cada uno de ellos, entre tres y cinco empresas
controlan porciones significativas de la producción. En la
carne, cuatro compañías se reparten el 83 por ciento del
mercado, 11 puntos porcentuales más que en 1990. En la
industria avícola, la mitad de lo producido corresponde a
otras cuatro firmas, que incrementaron así su participación
en un 20 por ciento en los últimos quince años. Por su
parte, la soja está en manos de tres empresas, que llegan a
controlar el 71 por ciento del mercado, un crecimiento
cercano al 20 por ciento respecto a 1977. La estratégica
producción de semillas presenta una realidad muy similar:
cinco empresas controlan las principales semillas en Estados
Unidos (y también en el resto del mundo). En algunos
productos los niveles de concentración son aun más graves.
Un ejemplo: entre Monsanto y DuPont controlan el 60 por
ciento de la producción de semillas de maíz y soja.
Pero la concentración no se limita a estos aspectos.
Si volvemos a revisar los datos encontramos que algunas
empresas estadounidenses, varias de ellas muy conocidas en
América Latina, se repiten en diversos rubros. Así, Swift &
Co. ocupa un puesto de destaque en la industria frigorífica
de vacunos y de cerdos, ConAgra detenta una posición similar
en la producción avícola y en la industrialización de
cereales, y Cargill tiene una fuerte presencia en los
frigoríficos de carne vacuna, la industria avícola, la
producción de raciones para animales, la industria molinera,
la producción sojera y de fertilizantes.
Lo mismo sucede en otras zonas del planeta. En Brasil,
por ejemplo, si observamos la lista de las 20 principales
empresas de la industria alimenticia se verá que la
presencia de las transnacionales ha ido creciendo: eran seis
en 1990, nueve en 2000 y treparon a once en 2003. Algunas de
esas empresas ya las mencionamos anteriormente, como Cargill,
y otras no requieren demasiada presentación, como Bunge,
Nestlé, Unilever, Kraft y Danone.
Idéntica situación registra, a nivel mundial, la venta
minorista, que tiende a concentrarse en un puñado de grandes
cadenas (Carrefour, Ahold, Tesco, Wal-Mart).
Fuente:
Hedrikson y Heffernan
Concentración del
sistema alimentario de Estados Unidos y Canadá. Mimeo, 2005
La concentración en la producción da a estas compañías
un poder sobre el mercado, en función de su exorbitante
poder de venta. Véase si no lo que ha pasado con los
productores de soja en Argentina y Brasil, quienes después
que Monsanto consiguiera extender la superficie plantada con
soja transgénica bajo su patente, debieron someterse a pagar
los royalties que definió la compañía. Del otro lado, la
concentración en unas pocas cadenas de comercialización al
menudeo brinda a las empresas un poder especial en función
de su capacidad de compra, como ya lo han experimentado los
productores y pequeños comerciantes uruguayos con la aún
incipiente expansión de las grandes superficies de
comercialización. Ese poder no se limita a la determinación
de los precios, sino que también define qué es lo que vamos
a plantar o consumir.
Como víctimas principales de este proceso de
concentración, quedamos trabajadores y productores. Cuando
los trabajadores de las plantaciones de tomate en Texas
–inmigrantes mexicanos, guatemaltecos y haitianos– iniciaron
sus movilizaciones contra Taco Bell, se encontraron con que
la parte que les tocaba a los productores de la
comercialización del producto se había reducido al 25 por
ciento, contra el 40 que les correspondía en la década de
los setenta. Ese deterioro del margen de los productores fue
seguido de una pérdida radical de ingresos de parte de los
propios trabajadores. La diferencia no fue trasladada a los
consumidores, sino que incrementó las ganancias de las
corporaciones.
Un par de décadas atrás los economistas coincidían
grosso modo en que si cuatro empresas controlaban el 40 por
ciento del mercado, éste veía seriamente afectada su
condición de mercado competitivo. Como señalábamos
anteriormente, el proceso de concentración consolidado desde
la década de los 90 ya ha pasado largamente ese límite en
muchos sectores de la cadena alimenticia. No deja de ser
paradójico que este proceso se dé de manera simultánea con
la hegemonía de un discurso que tiene en la libertad de
mercado uno de sus pilares fundamentales. ¿Será que no
entendimos nada y que cuando nos hablan de libre mercado
simplemente nos están diciendo que trabajadores y
productores debemos resignarnos a lo que las grandes
corporaciones determinan?
Ariel
Celiberti
© Rel-UITA
8 de julio
de 2005
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