Cuales que sean sus orientaciones políticas, no le conviene a
los dueños de las marcas norteamericanas más conocidas
del mundo -tales como Pepsi, Burger King o
Kentucky Fried Chicken- exhibirse y aún
menos ahogarse con los conspiradores de un golpe de
estado. Y el naufrago de Micheletti y su clan
tienen que dar pesadillas a las juntas de administración
de los gigantes del comercio internacional que hoy se
ven asociados a los malos de la tragedia hondureña.
Para los administradores de la telaraña mundial del fast food, es por cierto un desastre de relaciones públicas
hacerse decir, como PepsiCo, que se encuentra
pegado a Jorge Canahuati Larach, el
magnate hondureño que conspiró para decapitar a su país
al lado del propio Micheletti.
Canahuati,
aparte de su casi monopolio del refresco es dueño del
diario La Prensa, principal vocero de los golpistas.
La franquicia Pepsi
de Canahuati anunciaba ruidosamente al principio
de septiembre que se asociaba a la empresa de
telecomunicaciones Claro, filial de la mexicana América
Móvil, para lanzar una promoción en
la que todos los consumidores de Pepsi que usan
un teléfono móvil de Claro “podrán ganar miles de
minutos en tiempo de aire y 200.000 lempiras en
efectivo”.
"Recárgate de sonrisas" es el lema perfectamente cínico de
esta campaña lanzada en plena crisis cuando la policía y
el Ejército de Micheletti usan una violencia
extrema contra la población.
El megalómano Canahuati se tragó una verdadera
colección de franquicias donde ocupan un gran lugar las
marcas de refrescos y demás líquidos. Los nombres lo
cuentan todo: Pizza Hut (que pertenece a
Pepsico), Kentucky Fried Chicken, Seven Up,
Teem, Enjoy, Adrenaline,
Gatorade, Quanty, Be-Light, Link,
SoBe Energy, y (el té) Lipton.
Otro multimillonario golpista y coleccionista de franquicias,
Rafael Ferrari, lo sigue de cerca con Burger
King, Little Caesar’s, Church’s
Chicken, Popeyes, Dunkin’ Donuts,
Baskin Robbins y Chilli’s.
La lista de las marcas convertidas en cómplice de asesinos es
interminable. Hay de todo, como el hotel de la cadena
Intercontinental, entre las manos del golpista
Ricardo Maduro Joest, Yummies y Mazola
con Miguel Facussé Barjum y mucho más.
Una veintena de familias, muchas de origen extranjero,
dominan toda la actividad económica de Honduras.
Los dueños norteamericanos de marcas se enfrentan hasta a la
decisión de Washington de quitarles sus visas
permanentes a los empresarios hondureños.
La democracia versión Micheletti y de los
representantes de marcas extranjeras se inspira de la
democracia del Norte. El empresario Adolfo Facussé
llegó a expresar la "genial" idea de marketing para
las elecciones golpistas de noviembre: Cada hondureño
que quede “con el dedo manchado" tras votar, se beneficiará
de un descuento automático para comprar en las tiendas
de su mafia empresarial.
Este mismo Facussé - sobrino de Miguel Facussé,
personaje central del complot de Micheletti - fue
arrestado al llegar al aeropuerto de Miami y encarcelado
el la jaula de los indocumentados antes de ser
deportado.
Se reporta que la Nike y otras marcas cuyos productos
que se fabrican en las maquiladoras de San Pedro Sula se
han identificado al empresario hondureño más cercano a
Zelaya, Jaime Rosenthal.
El mal ejemplo viene de la United Fruit, alias
Chiquita, que tantas patadas recibió en el pasado
por su estupidez, siempre fue de las multinacionales que
abiertamente se opusieron a Zelaya, antes del
golpe. Le queda recibir otra patada.