¿Qué
fenómeno es ese que paraliza a un país entero en un día
laborable, que reúne a las gentes por millares, ricos y
pobres, izquierda y derecha, en las calles, en las
plazas y en los bares? ¿Qué es ese acontecimiento en el
que multinacionales como Coca-Cola o Aracruz presumen de
ser, en cada uno de los países implicados en la
competencia, las más fervorosas patriotas? ¿Qué es ese
fútbol, máquina de hacer dinero para algunos y alegría
de las multitudes?
A sus
89 años, Eric Hobsbawm vivió y analizó la esencia del
siglo pasado en obras como La era de las revoluciones
(1789-1848), La era del capital (1848-1875), La era de
los imperios (1875-1914) y La era de los extremos
(1914-1991). En esta entrevista reflexiona sobre la
fiebre del momento: el Mundial de Fútbol.
Durante
un acontecimiento como la copa del mundo, sobre todo en
Brasil, el patriotismo aflora con una enorme fuerza, el
país entero se viste con los colores de la selección,
las banderas brasileñas se hallan por doquier, y las
diferencias sociales y políticas parecen esfumarse por
algunas semanas.
-¿Qué piensa usted de este tipo de patriotismo?
-La
capacidad del fútbol para convertirse en un símbolo de
identidad nacional es harto conocida desde hace mucho
tiempo. En mi libro sobre el nacionalismo escribí que
“la comunidad imaginaria de millones parece ser más
realista que la de un equipo de 11 personas”. No cabe
duda de que, actualmente, esto es más importante porque
los grandes jugadores son reclutados en casi todos los
rincones del planeta. El participar en una copa del
mundo es lo que hace que personas que viven en Togo o
Camerún se percaten de que son ciudadanos de sus países.
Puedo entender el atractivo de este tipo de patriotismo,
pero yo no tengo el menor entusiasmo por este fenómeno.
-Grandes corporaciones trasnacionales, como Nike o Coca-Cola,
ganan mucho dinero con la copa. En los vestuarios, Nike,
que patrocina a algunos de los más famosos jugadores,
como Ronaldo, llegó a ser acusada de influir en la
decisión del cuerpo técnico de los equipos a la hora de
alinear jugadores. ¿Cómo analiza usted el poder de estas
empresas y la implicación de las mismas en la
organización de un acontecimiento deportivo de esta
importancia?
-No sé
hasta qué punto las grandes trasnacionales que
patrocinan la copa influyen de hecho en las
alineaciones, así que no tengo opinión sobre el asunto.
Ciertamente, estas empresas tienen gran influencia en el
diseño y el formato de la competición, los horarios de
los partidos, etcétera. Y la visualización de sus
logotipos y productos es clara. Por ejemplo, la FIFA
forzó de hecho a los holandeses a cambiar de pantalones,
porque los que llevaban tenían el logo de una cerveza
holandesa que compite con la Budweiser, patrocinadora
oficial de la copa. Pero la relación del Mundial con el
moderno capitalismo globalizado es más compleja que eso.
La industria, actualmente, está globalizada, y no podría
subsistir en su presente escala sin la existencia de un
capitalismo mediático global. Pero el fútbol, en
general, está dominado por un puñado de equipos
europeos, como el Manchester United, el Real Madrid, el
Milan, que desde los años ochenta reclutan a sus
jugadores en todos los rincones del mundo. Algunos otros
equipos europeos ganan dinero descubriendo talentos en
el exterior, comprándolos baratos y revendiéndolos a los
grandes. Eso viene ocurriendo con frecuencia con
jugadores brasileños y argentinos, por ejemplo. Pero lo
paradójico de esa situación es que el atractivo global
del fútbol, que genera un enorme público del que
trasnacionales como la Nike sacan beneficio, se funda en
el atractivo nacional del juego. La copa del mundo es el
ejemplo más espectacular de eso. Aquí está la
contradicción. Las implicaciones políticas, económicas y
sociales de esa situación no han sido suficientemente
analizadas.
-¿Cree usted que el Mundial de Fútbol tiene algún carácter
político, bueno o malo?
-La
copa, en sí misma, probablemente no tenga ningún fondo
político particular, pero, lo mismo que las Olimpíadas,
es con seguridad vulnerable a las presiones y promesas
diplomáticas o de otra naturaleza de los países
poderosos. Desgraciadamente, ganar la copa tiene que
favorecer al régimen del país, como ocurrió en Argentina
durante la dictadura militar, incluso con independencia
de las posiciones políticas de sus jugadores. Sólo puede
esperarse que los ganadores de la copa del mundo tengan
regímenes aceptables. También existe la posibilidad de
que, en países pequeños y periféricos, jugadores
destacados se conviertan en importantes figuras
públicas; como en el caso de Liberia, en donde un
jugador fue candidato a presidente de la República.
-Para
terminar, me gustaría que comentara las preocupaciones
suscitadas por posibles ataques terroristas durante el
Mundial, principalmente en relación con el equipo de
Estados Unidos, el mejor protegido entre todos los que
están ahora en Alemania.
-Estoy
seguro de que las fuerzas de seguridad europeas tenían
sospechas ciertas de posibles ataques terroristas contra
el equipo estadounidense, o más genéricamente, contra el
Mundial. Después de todo, está como precedente el ataque
en Munich a los atletas israelíes en las Olimpíadas de
1972. Pero, claro, yo no tengo modo de saber si alguna
organización planeó alguna acción este año.
Verena Glass *
5 de
julio de 2006