La contaminación de la
leche con melamina deja al descubierto la realidad de
las “marcas globales”. Tras el escándalo se avecina una crisis incipiente para las
marcas de las grandes compañías.
Uno de los motivos para la fuerte promoción de las marcas
"globales" consistía en que los consumidores no supieran
(y a la larga les dejara de importar) dónde se fabrican
los productos. Actualmente, ante el gran escándalo de
contaminación alimentaria que ha matado por lo menos a
cuatro bebés en China y enfermado a miles, los
consumidores se preguntan por qué sus helados,
galletitas y productos lácteos favoritos "locales" se
producen en el exterior.
Las principales compañías transnacionales de alimentos
pasaron los años ochenta en un frenesí de fusiones y
adquisiciones, adquiriendo marcas locales y apropiándose
de mayores participaciones de mercado. El auge de las
absorciones de empresas se prolongó hasta la primera
mitad de la década de los noventa y fue complementado
por un desplazamiento a gran escala de los recursos
financieros de las compañías, con la finalidad de
comercializar esas marcas, crear una imagen y cimentar
la lealtad de los consumidores.
A mediados de los noventa, las grandes compañías, tales como
Nestlé, Unilever y Kraft, habían
montado extensas carteras de marcas y mantenían las más
grandes participaciones de mercado en una diversidad de
productos alimenticios, desde el aceite de cocina a los
helados, el café instantáneo y las galletitas. Como
resultado, en varios países fueron objeto de
investigación por sus prácticas monopolistas y de
formación de precios.
Hacia fines de los años noventa, se impuso la nueva lógica de
la profundización financiera. Las marcas por sí mismas
se convirtieron en valiosos activos financieros y su
valor podía ser incentivado mediante una combinación del
hechizo de Wall Street y una comercialización
agresiva, en lugar de una mejor fabricación. De tal
modo, hubo un giro insensato hacia la llamada
“racionalización”: reducción de personal, reestructuras
y consolidación. Lo menos es más. Al centrar la atención
en unas pocas marcas globales en los mercados del
exterior, el valor financiero de estas marcas se
dispararía vertiginosamente. Nestlé y Unilever
las denominaron sus "marcas multimillonarias en
dólares", en tanto que Kraft se "contrajo para
crecer", con apenas diez "marcas de poderío" globales en
2008.
El enfoque en las "marcas globales" determinó que muchas de
las marcas locales populares adquiridas en los años
ochenta y noventa se vendieran o simplemente
desaparecieran. Con ellas también desaparecieron los
empleos locales, en la medida en que las plantas se
cerraron, se fusionaron o se liquidaron. En algunos
casos, la marca global era meramente el logo junto al
nombre de la marca local... luego desaparecía el nombre
y los puestos de trabajo. A manera de ejemplo, el logo
del helado "Heartbrand" de Unilever
conlleva reconocimiento internacional, pero es conocido
como "Walls" en el Reino Unido y las
regiones del Asia/Pacífico, como
Selecta (Filipinas), Kwality (India),
Algida (Italia), Langnese (Alemania)
y Kibon (Brasil).
Con las marcas globales, ya no importó más la localización.
La producción era reubicada en el exterior (y trasladada
una y otra vez), en tanto que una agresiva estrategia de
mercado de la marca aseguraba que los consumidores
continuaran creyendo que estaban comprando un producto
fabricado localmente con una identidad internacional.
Los palitos de pescado congelado de marca local podían
viajar ida y vuelta miles de kilómetros para ser
fileteados en China y luego encaminados a las
estanterías del supermercado, sin objeción alguna.
El poder de la marca global para compañías como Nestlé,
Unilever y Kraft consiste en su capacidad
para desplazar la producción a países como China,
mientras los fieles consumidores creían que era el mismo
producto. Como un beneficio extra, las compañías podían
pregonar sus credenciales y compromiso "ecológicos" para
abordar el calentamiento global, en tanto que cargaban
los productos con miles de “food miles” adicionales.
Detrás de la marca local familiar, está presente una
compañía mundial dedicada y responsable…
Los consumidores leales a las marcas también continuarían
creyendo que sus productos favoritos de Kraft,
Nestlé o Unilever eran elaborados por…
Kraft, Nestlé o Unilever. La práctica
de la creación de una marca mundial proporcionaba un
amparo conveniente para que estas compañías tercerizaran
una porción significativa de la producción bajo
contratos a terceros, conocidos como "co-empaquetadores",
a fin de fabricar sus productos de marca. Por ejemplo,
Purina, uno de los alimentos para mascotas de
Nestlé, contaminado con melamina y retirado del
mercado el año pasado en América del Norte
–después que se enfermaron o murieron miles de mascotas-
era elaborado justamente por dicha clase de co-empaquetador
norteamericano.
No obstante, se suponía que los consumidores que conocían la
realidad de las subcontrataciones se consolaban con el
supuesto compromiso de los propietarios de la marca a un
riguroso control de calidad. Pero la creación de marcas
mundiales impulsada por las finanzas incentivó una alta
afluencia de trabajo eventual y subcontratado dentro de
las propias operaciones de las compañías. Incluso el
personal de control de calidad es administrado y
contratado en calidad de trabajadores/as eventuales a
través de las agencias de empleos. Y como no son
empleados formalmente por la compañía, no pueden
afiliarse a la organización sindical.
Hoy en día, la contaminación de la leche con melamina en
China ha puesto al descubierto la debilidad de estas
poderosas marcas globales. En toda la región del Asia/Pacífico
las personas repentinamente descubren que sus
galletitas, helados y productos lácteos de marca son
elaborados en China. ¿Cuándo sucedió eso? ¿Y
cuánto tiempo tardará para que estos productos arriben a
las estanterías de los almacenes en el resto del mundo,
si es que ya no llegaron? Por lo pronto, las compañías
se apresuran a asegurar a los consumidores que los
productos elaborados fuera de China son seguros.
Pero, ¿quién va a mirar, más allá de la marca mundial,
la letra pequeña que dice "Hecho en ..."? Demasiado
tarde. ¡Hace ya mucho que empresas como Nestlé y
Unilever enmascararon el significado de "hecho
en" para referirse a cualquier cosa, desde el embalaje
hasta la impresión del paquete!
Incluso las marcas de compañías tales como Fonterra y
Friesland (dos cooperativas lácteas que pasaron a
ser internacionales) podrían sufrir graves perjuicios.
Los productos lácteos Dutch Lady de Friesland
fueron removidos de los estantes de los
supermercados en el sudeste asiático después que se
detectó su contaminación en Singapur. En lugar de
importar Dutch Lady de la cercana Malasia
(donde existe una estricta reglamentación del control de
calidad y el lugar de trabajo está sindicalizado),
Friesland estaba importando desde sus fábricas en
China, donde posee inversiones minoritarias.
Mientras tanto, Fonterra procura explicar por qué
Sanlu (su socio en una joint venture en
China) y no Anmum, elaborado en Nueva
Zelanda con un control de calidad estrictamente
reglamentado y sindicalizado, es el que está contaminado
con melamina...
En la medida en que el escándalo de la contaminación crece,
existe una mayor probabilidad de que los consumidores
reaccionen contra la marca global, independientemente de
si ésta contiene leche o leche en polvo proveniente de
China. La marca global está mancillada. Ahora los
consumidores asociarán con la melamina a Oreo (la
máxima "marca de poderío" global de Kraft,
recientemente retirada de las estanterías en Singapur),
a los helados Dutch Lady de Friesland y
Dreyer de Nestlé. Puede que esto sea
remediado mediante una estrategia de mercado costosa y
agresiva. Quizás.
El impacto financiero del retiro de productos del mercado, de
menores ventas (así como de posibles pleitos judiciales)
y de nuevas campañas de comercialización será trasmitido
a lo largo de la compañía y no se limitará a las
operaciones en China. Como consecuencia, los
trabajadores/as en otros países enfrentarán más recortes
de costos y más reestructuraciones.