En una resolución calificada de histórica por las
implicaciones que tiene en la defensa de la salud y el medio ambiente, y por
tratarse de una de las transnacionales más poderosas e influyentes del mundo, la
empresa estadounidense Monsanto fue multada por un tribunal de Francia
por mentir en su publicidad, por hacer creer que lo negro es blanco y que uno de
sus productos no hacía ningún daño. Se trata del Roundup (comercialmente se le
conoce por glifosato), herbicida total, no selectivo, cuya acción se da a través
de las hojas de las plantas.
Engañosamente la transnacional
lo publicitaba como biodegradable, no contaminante de las áreas en que se aplica
y por dejar el suelo limpio. Porque mintió, la transnacional fue demandada
judicialmente en 2001. Al ser declarada culpable, se inconformó con dicho fallo.
Ahora, una resolución definitiva ratificó la sentencia inicial, dio la razón a
los quejosos y acordó multar a Monsanto con 15.000 euros, cifra simbólica
si se considera los haberes multimillonarios de la transnacional.
Cabe agregar que en 1996 se
acusó judicialmente a Monsanto ante el fiscal general del estado de Nueva
York de transmitir publicidad falsa y engañosa de los productos derivados del
glifosato. Este compuesto es un antiguo conocido en México, América
Latina y también en Europa, y su historial deja mucho que desear.
Desde hace más de 30 años, por
ejemplo, el glifosato es objeto de controversias en Colombia, donde lo
utilizan para combatir cultivos ilícitos. Aunque científicos, organizaciones
sociales, poblaciones y destacados políticos se han opuesto a su uso porque
afecta la salud de las poblaciones, en especial las indígenas, y por sus efectos
nocivos en la fauna y la flora, sigue utilizándose, fundamentalmente porque el
combate a los cultivos prohibidos no depende del gobierno colombiano, sino del
estadounidense. Ecuador sufre igualmente esas fumigaciones y por eso
elevó una demanda internacional.
En 1991 el glifosato fue
declarado en Europa peligroso para el medio ambiente, en especial el
acuático. Sin embargo, no ha desaparecido del todo. En cambio, se aplica
extensamente en América Latina y en Estados Unidos para eliminar
hierbas nocivas y combatir plagas. La agencia de protección ambiental de ese
país lo considera levemente tóxico para exposiciones dérmica, oral e inhalatoria,
pero severo en cuanto a sus efectos en el sistema ocular. Muy distinto lo
presentan estudios recientes en los que, por ejemplo, las formulaciones y
productos metabólicos de Roundup pueden causar la muerte de embriones,
placentas, y células umbilicales humanas in
vitro aun en bajas concentraciones. Investigaciones realizadas en
Argentina por el científico Andrés Carrasco indican que el glifosato
puede producir malformaciones neuronales, intestinales y cardiacas en los
embriones humanos.
En amplia entrevista que
concedió al diario argentino Página 12, el profesor Carrasco, quien pertenece al
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de dicho país, ofrece
pormenores de su investigación y denuncia la campaña mediática de que ha sido
víctima como parte de las acciones de Monsanto para defender su producto.
Carrasco tiene el respaldo de las organizaciones de profesores.
En contraste, el Servicio
Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria y los grandes agricultores que se
benefician con la siembra masiva de soya en el campo argentino, el herbicida es
tan inofensivo que casi hasta puede servirse de postre. Quizá por eso se utiliza
para fumigar zonas urbanas y periurbanas, práctica denunciada en abril pasado
ante la Suprema Corte de Justicia argentina por la Asociación de Abogados
Ambientalistas, la cual exigió tomar medidas para proteger la salud de la
población y el ambiente en general de los efectos negativos que ocasiona el
citado compuesto tóxico.
Monsanto
ahora es también noticia en México. No por el glifosato, usado
virtualmente sin control, sino por un asunto más grave: intentar convertir el
agro nacional en campo experimental para la siembra de maíz transgénico, a
ciencia y paciencia de las autoridades, más interesadas en complacer al gran
capital que en cuidar un patrimonio de la humanidad.
|