La modificación
genética de los alimentos podría entenderse como una manera de solventar los
problemas del hambre en el mundo. Pero el trabajo de Monsanto no es altruista en
absoluto, por mucho que la empresa intente disfrazar de éticas sus intenciones.
Sus planes estratégicos traslucen una intención clara: hacerse con el monopolio
de las patentes de toda producción derivada del empleo de lo que se ha dado en
llamar “biotecnología”.
La empresa transnacional
norteamericana Monsanto ha sido acusada por el gobierno brasileño de
manipular información acerca de la toxicidad de sus productos. En caso de perder
el proceso, Monsanto tendrá que pagar 850.000 dólares al gobierno de
aquel país en concepto de reparación. La compañía facturó casi 8.000 millones de
euros durante el pasado ejercicio. Desde hace años se enfrenta a numerosas
causas similares. La legislación en los 71 países en los que tiene presencia no
impide que la compañía haga frente a los procesos, pague multas y “reparaciones”
y que continúe maximizando sus beneficios.
Desde hace más de 100 años,
Monsanto ha puesto en el mercado numerosos productos de probada toxicidad.
Uno de ellos, el policloruro de bifenilo, más conocido como PCB, es
considerado por Naciones Unidas como uno de los productos contaminantes más
nocivos para el ser humano. Su uso está prohibido en todo el mundo, pero en los
años 70 se extendió su uso en el sector agroquímico. Por eso está presente en la
masa hídrica de todo el planeta.
La exposición de los humanos a
este producto ha tenido efectos negativos para la salud humana. Hay estudios concluyentes y documentación acerca de los daños sobre la población. Nunca un
directivo de Monsanto ha comparecido ante los tribunales para rendir
cuentas. Siempre han pagado las indemnizaciones sin interrumpir sus líneas de
producción.
En la actualidad, Monsanto
mantiene una política comercial centrada en la producción de recursos e insumos
agrícolas. A pesar de ser una empresa del sector químico, se define como
compañía del sector de la agricultura. “La población mundial está creciendo;
para mantener el ritmo de crecimiento de la población, los granjeros deberán
producir más comida en los próximos cincuenta años que en los últimos 10.000;
los granjeros de América se enfrentarán al reto”, reza su Web.
En los últimos años,
Monsanto se ha dedicado a producir y patentar semillas cuyo tratamiento
genético las hace resistentes a los herbicidas que la propia compañía fabrica.
El componente principal de estos herbicidas, el glifosato, es un producto tóxico
y no biodegradable, a pesar de los intentos de la compañía de publicitarlo como
tal. La comunidad científica internacional sostiene que el impacto del glifosato
es muy negativo para la población y para el ecosistema. La transnacional
presiona para conseguir la complicidad de los gobiernos para desarrollar una
política de imperialismo agrario que va camino a cambiar los parámetros de la
soberanía alimentaria y ya ha transformado la figura del agricultor.
La modificación genética de los
alimentos podría entenderse como una manera de solventar los problemas del
hambre en el mundo. Pero el trabajo de Monsanto no es altruista en
absoluto, por mucho que la empresa intente disfrazar de éticas sus intenciones.
Sus planes estratégicos traslucen una intención clara: hacerse con el monopolio
de las patentes de toda producción derivada del empleo de lo que se ha dado en
llamar “biotecnología”. El agricultor pasa a ser un empresario agrícola. Su
producción deja de tener valor local para convertirse en una fuente de
abastecimiento de las superestructuras de los países desarrollados. La posesión
de las patentes otorga a la transnacional una posición de dominio que abarca
todos los estadios de la producción agrícola.
De esta manera, Monsanto
queda en posición de disponer, si consigue hacerse con el control total del
patrimonio genético, de la capacidad de bloquear el sistema agrario
internacional. Desaparece la autonomía del agricultor frente a la patente de
corso que se le ha otorgado a esta empresa desde que, en tiempos de la
Administración Reagan, se comenzó a desregularizar en un “liberalismo”
extremo. La amenaza a la biodiversidad y el riesgo para la población son
“efectos colaterales” en la carrera por un botín tan grande como el planeta
entero. Un planeta que puede acabar siendo patentado, un planeta Monsanto.
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