Las autoridades,
cómplices del deterioro en la salud, desnutrición y obesidad de los
menores
La organización El poder
del consumidor informó que ayer presentó tres denuncias ante la Procuraduría
Federal del Consumidor (Profeco) y la Comisión Federal para la
Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), de la Secretaría de
Salud (Ssa), en contra de sendos productos de las empresas
Kellogg’s y Nestlé, por difundir publicidad “engañosa” dirigida a
los niños, en la que se promueven malos hábitos alimentarios y se violan sus
derechos como consumidores.
Denunció que las instancias
federales encargadas de velar por el contenido de los comerciales que se
transmiten en las barras infantiles son cómplices del deterioro que padecen
los niños en su salud, así como de los altos grados de desnutrición y
obesidad, entre otros padecimientos físicos vinculados con la ingesta de
productos industrializados por las empresas denunciadas, por su
inoperatividad para aplicar las leyes y sanciones ejemplares.
Al respecto, organismos
internacionales han alertado que la obesidad se ha convertido en una
epidemia que en los últimos tres años registra un crecimiento sostenido de
7.4 por ciento anual en todo el mundo. Refieren que hay entre 160 y 180
millones de diabéticos, y la cifra podría alcanzar 400 millones en los
próximos 13 años, debido al incremento de obesos.
En México, sólo en
el Instituto Mexicano del Seguro Social hay 10 millones de pacientes
diabéticos, derivados de este sobrepeso, y anualmente realiza 10 mil
amputaciones por pie diabético.
Datos oficiales indican que
el deterioro de los hábitos alimenticios en el país tiene como una de sus
causas principales el abandono del consumo de frutas y verduras, cuya
ingesta entre la población disminuyó 30 por ciento en 14 años.
En conferencia de prensa,
el director de El poder del consumidor, Alejandro Calvillo, aseguró
que las trasnacionales denunciadas “dictan las políticas nutricionales del
país”, al grado de que han tenido el poder de impedir que el Congreso de la
Unión legisle en la materia.
“Estamos exigiendo a la
Ssa que aplique a Nestlé la mayor sanción contemplada en la ley,
por sus anuncios del helado Chocobabana, que invita a sustituir el consumo
de alimentos naturales por un helado”, manifestó.
Agregó que Kellog’s
fue demandada por la vía administrativa debido a la imagen que maneja en la
publicidad de chococrispis y zucaritas, en la que sugiere a su audiencia que
con el consumo de dichos productos podrá realizar actividades físicas
inusuales. Además –afirmó– de que en los anuncios de chococrispis se habla
de un forticalcio que permite “crecer grande y fuerte”, lo que es un engaño.
Informó que las denuncias
se sustentan con referencias científicas, donde se demuestra que la mayoría
de los niños pueden distinguir entre un programa y un anuncio hasta los ocho
años.
Ejemplificó con un estudio
recientemente aplicado en menores de 9 a 11 años, en el que se descubrió que
94 por ciento prefería las recomendaciones de alimentos del
Tigre Toño (mascota de
Kellogg’s) y de Ronald McDonald,
que las de sus padres.
Expuso que dos elementos
son sustanciales para la efectiva defensa de los derechos de los niños: el
reconocimiento de que son consumidores, como acepta la propia industria, y
el de la existencia de un mayor umbral de engaño en la publicidad infantil.
Citó que hasta los años 80
del siglo pasado, los promocionales estaban dirigidos a los adultos, ya que
los publicistas consideraban que “los niños eran moldeados por sus padres en
un proceso socializador de consumo”. Esta situación cambió en los 90, cuando
esta industria consideró a los menores como “consumidores autónomos”.
En los años 80, en
Estados Unidos los niños gastaban más de 6 mil millones de dólares
anuales e influían en la decisión de sus familias en el gasto de 132 mil
millones al año. Estudios recientes indican que los de tres a cinco años
deciden el gasto de 1.5 mil millones e influyen en el gasto de 15 mil
millones de dólares más; los de cuatro a 12 gastaron 27 mil millones e
influyen en el gasto de sus padres en una cantidad estimada de 188 mil
millones.
Gabriel León Zaragoza
La Jornada
13 de agosto de 2007