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Nicaragua
Con Carlos Manuel Sanarrusia
Parmalat, obsesivamente antisindical |
Tiene 51 años,
“acompañado” y con ocho hijos. Hace 19 años y medio
que trabaja en la planta, desde cuando se llamaba La
Perfecta y era propiedad de la familia Llanes. El
pasado 7 de setiembre fue despedido. ¿La causa? Ser el
secretario de organización del Sindicato de
Trabajadores de Parmalat.
-Entré a trabajar en la empresa durante el gobierno
sandinista en 1985 y me afilié al sindicato, luego
llegó Parmalat, en 1997. Para ese entonces la
organización sindical pasaba por un momento difícil.
Con la administración italiana intentamos reorganizar
el sindicato y fueron varios los despedidos. Lo mismo
sucedió en una segunda tentativa. En ese intento
posterior, además de los despidos, comenzaron con una
cacería de brujas contra los sindicalistas y con el
pretexto de la inestabilidad económica, realizaron una
“reestructuración” en la cual despidieron cerca de 200
trabajadores. Parece que para Parmalat,
sindicato es una mala palabra, comenta muy seguro
Sanarrusia.
-¿Cómo era la situación antes de que llegara Parmalat?
-Si bien los cambios políticos que se dieron en el
país a inicio de los años 90 tuvieron sus impactos en
la fábrica, los trabajadores contábamos con una serie
de beneficios como préstamos personales, ayudas para
los enfermos y los familiares de los trabajadores
fallecidos, canasta básica, refrigerio y comedor. Todo
eso fue eliminado. Y todo aquel que intentó la
formación del sindicato fue despedido.
-Sin embargo, el pasado 4 de setiembre lograron
constituir el sindicato.
-Sí, pero la respuesta de la empresa ha sido la misma:
despidió a unos 30 compañeros que decidieron
sindicalizarse. También están en un proceso de
tercerizar el taller de mecánica automotriz, torno,
soldadura, mantenimiento del edificio. A algunos les
ofrecieron volver a trabajar, pero como
subcontratados. Es decir que ya no tendrán una
relación directa con Parmalat. Como hicieron con los
auxiliares de venta que los botaron a todos, y ahora
opera una empresa con otro nombre.
-¿Qué pensaste cuando la planta pasó a manos de Parmalat?
-Siendo una transnacional, un monstruo como decimos
aquí en Nicaragua, con filiales en todo el mundo,
esperábamos mejorar. Y fue al revés, perdimos todas
las reivindicaciones. Recién luego de tres años
construyeron el comedor, pero sólo el local, cada
trabajador tiene que llevar su comida. Antes se daban
refrigerios dos veces al día: a las diez de la mañana
y a las tres de la tarde. Todo eso se perdió con los
italianos.
-¿Cuándo te comunicaron que estabas despedido?
-Fue el martes 7 de setiembre, a las diez de la
mañana; el jefe dijo que debía presentarme en la
oficina de personal. Ahí me notificaron la cancelación
del contrato de trabajo, en una nota firmada por la
licenciada Norma Medina Urbina, gerente de recursos
humanos. También se me dijo que debía entregar las
herramientas, uniformes y el carné de identificación.
Fue en ese momento que me preguntaron: “Usted ya sabe
por qué es, verdad…”. “No, yo no sé”, respondí.
-¿Quién te formuló esa pregunta?
-La licenciada Marta Guzmán.
-La nota con la cancelación de contrato no la firmaste
en ese momento.
-Es verdad. Lo hice por la tarde, luego de que los
compañeros de la Federación de la Alimentación así lo
sugirieron. Entonces, la licenciada Guzmán me dijo: “A
usted no lo iban a despedir, pero lo vieron platicando
con el muchacho que despidieron ayer” (Luis Manuel
Mejía, secretario general del Sindicato.
-¿Eso sucedió?
-Sí. Luego que lo despidieran, Luis Manuel llegó al
departamento de mantenimiento industrial donde
trabajo. Cuando estábamos platicando pasaron por allí
Vicenzo Borgogna, director general de la empresa,
junto a la licenciada Norma Medina.
-Tú firmaste la carta de cancelación de contrato,
¿pero no recibiste el dinero de las prestaciones?
-¡Así es! Porque entiendo que se cometió una
injusticia con mi persona y debo luchar por mi
reintegro.
-Entregaste las herramientas y demás cosas y ese día
dejaste la planta. ¿Qué sentiste?
-Después de casi 20 años, la fábrica es un espacio
importante en mi vida, máxime si a uno le gusta su
trabajo. Pero me fui con la satisfacción de haber
formado el sindicato, porque en una empresa sin
organización sindical y con una transnacional, los
trabajadores llevan todas las de perder.
Gerardo Iglesias
© Rel-UITA
11 de octubre de 2004