No conozco personalmente a José Antonio Fernández
Carvajal, presidente de Fomento Económico Mexicano
Sociedad Anónima (FEMSA), empresa mexicana
fabricante de bebidas, entre ellas de Coca Cola.
Es probable que sea alguien que se considera muy
ponderado, inteligente, hábil, un ejecutivo
experimentado y un laborioso jefe de familia.
Estas intuiciones sobre la autopercepción de José
Antonio no son meras especulaciones, surgen de la
lectura atenta de algunos de los conceptos que él
expusiera recientemente en la ciudad española de
Oviedo, donde se celebró el “1er. Congreso
Europa-América de Responsabilidad Corporativa”
organizado por el “Club de Excelencia en
Sostenibilidad”, integrado por empresas y varias
“facultades de negocios” de ambos continentes.
La premisa acuñada por los organizadores fue: “La
responsabilidad corporativa se ha convertido en una
nueva herramienta de gestión empresarial. Cada día
más empresas están integrando prácticas responsables
en su estrategia de negocios, y aspectos que hasta
hace poco tiempo se consideraban técnicos, como los
sociales y ambientales, que hoy son clave en la
gestión de la empresa”.
La iniciativa surge a partir de una constatación:
los grupos que cuestionan la ética del lucro a toda
costa y a cualquier coste logran influir en las
decisiones de algunos inversionistas. Así, las
prácticas productivas que dañan el ambiente o ponen
en peligro a las comunidades locales, la
hiperexplotación de las maquilas o la utilización de
mano de obra infantil comienzan a ser evitados por
los fondos de inversión. En la época de la
globalización, la imagen pública lo es todo.
La preocupación por tales temas, sin embargo, no
surge desde la conciencia, sino desde el bolsillo.
Eduardo Montes, presidente del Club de Excelencia en
Sostenibilidad lo explica así: “Las empresas
deberían ser un buen ciudadano, o un buen ciudadano
del entorno en que operan”. No se trata, dice, de un
asunto de filantropía, sino también de negocio.
“Estar bien integrados al entorno, acoplados a la
sociedad, nos permitiría crecer más, vender más y
ganar más”.
José Antonio va incluso más lejos: “Debe ser posible
anticiparnos a los temas que preocupan a la sociedad
y que son clave para las empresas”, propone.
Quizás piense que se trata apenas de una moda
pasajera, una especie esnobismo. Pero sea como
fuere, “Ahora los inversionistas preguntan por el
ambiente, quieren saber si tu empresa ofrece empleo
a personas con discapacidad o si hay igualdad de
oportunidades para hombres y mujeres”, relata.
Antonio no lo dijo en Oviedo, pero la empresa que
preside está enterada de estas “nuevas tendencias”.
Por ejemplo, ahora sabe que no es de “buen
ciudadano” discriminar a las personas y obstaculizar
la carrera de un empleado por su orientación sexual.
Esto se los está enseñado Roberto Mendoza, despedido
de Coca Cola FEMSA por ser homosexual, quien
está enjuiciando a la empresa en los tribunales de
México. A pesar de haber intentado eludir a la
justicia, ya son varios los ejecutivos de la
corporación que han debido acudir a declarar al
juzgado que sustancia el caso cuya resolución, según
todo lo indica, será favorable a Mendoza.
José Antonio, y la propia FEMSA, ya empiezan
a saber que los inversionistas, y cada vez más los
consumidores, también se preocupan acerca de si la
igualdad de oportunidades para hombres y mujeres
hace algún tipo de distinción entre hetero y
homosexuales. Es muy posible que José Antonio ya
esté tomando las medidas adecuadas para que nunca
vuelva a ocurrir algo así en la empresa que preside,
porque la “buena ciudadanía” empieza por casa y hoy
por hoy ya no basta parecer, también hay que ser.
Carlos Amorín
©
Rel-UITA
29
de junio de 2006 |
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