Hace un par de semanas, Coca Cola Amatil
puso a la venta sus operaciones en Corea
del Sur, con lo que, según las agencias
de noticias, espera recaudar cerca de 600
millones de dólares.1
La embotelladora mexicana Coca-Cola FEMSA,
que –como se indicaba– se dedica a la
producción, distribución y comercialización
de productos Coca Cola prácticamente
en toda América Latina, presentó carta de
intención para adquirir el negocio
surcoreano.2
Pero la semana pasada declaró haber tomado
la decisión de salir del proceso de oferta y
difundió un comunicado que dice
“Permanentemente estamos evaluando
oportunidades, en este caso específico
Coca-Cola Femsa hizo una revisión de la
franquicia de Coca-Cola Amatil en
Corea del Sur, sin embargo
decidimos no continuar en el proceso."3
Y tan evidente es este proceso de evaluación
de oportunidades en esta empresa que la
semana pasada la prensa argentina informó
que Coca Cola Femsa realizó una
oferta para quedarse con las operaciones
cerveceras de la alemana Isenbeck en
Argentina.4
Siempre es bueno analizar el presente y el
futuro desde una perspectiva histórica, si
analizamos la historia reciente: en su
artículo “El Estilo Femsa”, Enildo
Iglesias decía “para los trabajadores
existen motivos de preocupación por los
cambios que, violando las leyes del país,
FEMSA pretende implantar. La aspiración
de la empresa es que los trabajadores
realicen tareas que no están estipuladas en
el contrato de trabajo, acuñando una
novedosa categoría que denominan “maniobras
generales". (…) Y es claro que para imponer
una política de flexibilización como la que
pretende FEMSA, la existencia del
sindicato es un impedimento –seguramente la
empresa añora la situación en Costa Rica,
donde la organización sindical no existe– y
las provocaciones continuarán. Habrá que
permanecer atentos.”
Pero Femsa no es la única empresa
latinoamericana en expansión: Ambev
se fusionó con Interbrew para dar
nacimiento a InBev y expande –por lo
menos– su estilo gerencial
y el grupo argentino Arcor, productor
de golosinas también amplía su presencia en
todo el mundo con plantas industriales en
Argentina, Brasil, Perú y
Chile, oficinas comerciales en
América del Norte y Europa y con
exportaciones que llegan incluso al
continente asiático5.
Sin embargo, la realidad del mundo de
Coca Cola y la realidad de estas otras
empresas también evocan la historia no tan
reciente de la expansión europea desde las
rutas comerciales del siglo XI a la
conquista de América. Las
consecuencias están a la vista, pero tal vez
valga la pena repasar lo que dice la
historia sobre los costos sociales de
aquella expansión:
artículo relacionado
Directivo
de InBev en Latinoamérica dirigirá grupo en Bélgica y
Luxemburgo
AFP
22-9-2005
|
|
“A partir de la llegada de los europeos a
América, las condiciones de vida de los
indígenas americanos se deterioraron; fueron
obligados a realizar trabajos muy duros; a
trasladarse a otros lugares; no pudieron
trabajar en comunidad para asegurar la
subsistencia de todo el grupo. La mortalidad
aumentó por el deterioro general de las
condiciones de vida y debido a epidemias de
enfermedades introducidas por los europeos,
como la viruela.
Sobrevivientes y descendientes se fueron
incorporando a las nuevas sociedades
americanas, realizando trabajo poco
calificados, en situación precaria y con
baja remuneración. Desde entonces, la
mayoría de los descendientes de los
aborígenes han vivido en condiciones de
pobreza en áreas rurales (como por ejemplo
en Colombia, Guatemala,
México, Perú, Paraguay,
Ecuador o Bolivia) o en reservas
(este tipo de asentamientos se ha organizado
sobre todo en los países anglosajones). Hoy
muchos viven en ciudades. Su objetivo es
encontrar trabajo y mejorar sus ingresos;
pero en la ciudad es más difícil mantener
las propias costumbres y valores
culturales…”