La familia Santodomingo entregó por acciones la compañía
Bavaria -el monopolio cervecero de Colombia- a SABMiller,
cervecera mundial que tiene presencia en 40 países. Karl
Lippert, nuevo presidente de Bavaria, concedió un
reportaje al semanario colombiano El Espectador
(30-08-06), en el cual confiesa que ignoraba todo sobre
Colombia hasta enero de 2006, cuando asumió la
responsabilidad de dirigir la empresa. Y ahora agrega
que le gusta “el clima, la cordialidad de la gente, el
profesionalismo de sus colaboradores, las obleas con
arequipe y la bandeja paisa”, y que su “mayor pasatiempo
es tomar un avión con su esposa, internarse en Japón,
Francia, Italia o España” para degustar la gastronomía
más exquisita. Según el citado semanario,
“Definitivamente, la comida- por encima del golf- es uno
de sus pasatiempos, junto con los buenos cigarros”.
En fin, éstas y muchas otras extravagancias no parecen
extrañas en un burócrata de una multinacional quien,
como sudafricano de ascendencia alemana, ahora en
Colombia, se propone enseñarle al pueblo colombiano cómo
salir de la ignorancia cervecera y empezar a disfrutar
de sus bondades y beneficios. Sus colaboradores
colombianos, que según el reportaje “admiten que frente
a Lippert a veces se quedan asombrados y silentes”, y
que pasaron de opresores a oprimidos, no le han
informado aún que en Colombia se consume cerveza desde
1889, y que él llego a disfrutar del banquete con la
mesa servida, para proponerse ahora la meta de duplicar
la rentabilidad en cinco años. En realidad, es demasiado
tiempo si se tiene en cuenta que SABMiller llegó para
implantar un régimen de “gueto laboral”, gracias al
trabajo de limpieza sindical y erradicación de la
negociación colectiva que realizó la última
administración colombiana, junto al cierre de un
importante número de fábricas y malterías calificadas
como “improductivas” que dejó en la calle a miles de
trabajadores, unos por “retiros voluntarios” y otros
despedidos, especialmente los sindicalistas, para
finalmente imponer un “pacto colectivo” a la medida de
la nueva realidad de explotación laboral.
En la actualidad, en SABMiller-Bavaria la palabra
sindicato en los labios del trabajador es sinónimo de
pérdida del empleo. Los trabajadores antiguos que
sobrevivieron a la ofensiva de exterminio sindical y
despidos unilaterales, tienen en la mente aún fresco el
recuerdo de las noches de terror y encierro en bodegas
de la empresa, para burlar la presencia sindical o de
las autoridades del Trabajo y presionar así a los
trabajadores a “elegir” entre firmar el pacto colectivo
o renunciar a la empresa.
Como es de esperar, ese pacto eliminó conquistas
sindicales de muchos años, fortaleció el sistema de
tercerización en el empleo con salarios y prestaciones
mínimas frente a las existentes en la convención
colectiva; se crearon cooperativas de fachada
controladas en realidad por SABMiller-Bavaria, con la
finalidad de auto contratar las operaciones de depósitos
y distribución, cargándole todos los costos de operación
y mantenimiento de las instalaciones, incluyendo
jardinería y vigilancia dentro del predio de la empresa,
a los trabajadores que cayeron en la trampa de ser los
socios del emprendimiento. Los ingresos de los antiguos
trabajadores de Bavaria y ahora ex trabajadores y socios
de las “cooperativas”, se redujeron a menos del 50% de
lo que recibían con la convención colectiva, y la
seguridad social pasó bajo responsabilidad de las
“cooperativas”, es decir a diezmar aún más el bolsillo
ya menguado de los ex trabajadores.
Frente a semejante paraíso laboral de explotación, en el
cual se descolectivizó la relación laboral que existía
con el sindicato que, finalmente, desapareció, los
trabajadores ahora individualmente considerados se
encuentran ante una franca intimidación y opresión.
¿Ahora se entiende por qué la felicidad del señor
Lippert? ¿Y su holgado tiempo para dedicarse al
pasatiempo de las comidas, el tabaco y el golf, mientras
-dice El Espectador- sus “silentes” y perplejos
funcionaros colombianos lo admiran con la boca abierta?
¿También se entiende por qué, con la misma extravagancia
de sus gustos, anuncia duplicar la rentabilidad en sólo
cinco años?
En Bogotá, Luís
Alejandro Pedraza
©
Rel-UITA
30
de agosto de 2006 |
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