Los García, de Fuente Vaqueros, gente de la Vega por
los cuatro costados, eran una familia nada común. Aunque de
poca formación académica (no había entre ellos nadie con
estudios universitarios) casi todos tenían una aptitud
estética innata.
Tocaban la guitarra, la bandurria o el piano, contaban con
mucha gracia anécdotas, improvisaban coplas y conocían
muchas canciones populares. Uno de ellos, el tío
Baldomero, a quien Federico adoraba pero que era
considerado la oveja negra de la familia, ejercía de juglar
andarín por los pueblos y había publicado un librito de
versos de inspiración religiosa a fines del siglo XIX.
Otro tío (Luis) tocaba piano maravillosamente, de
oído.
Los García amaban la lectura. Sentían predilección por
Víctor Hugo, cuyas obras completas había comprado el
padre del poeta en una hermosa colección con láminas en
colores.
Según Francisco, el hermano de Federico nacido
en 1902, esos tomos fueron tal vez la primera lectura del
poeta, en quien la crítica ha señalado la fuerte influencia
del genial francés.
Vicenta
Lorca,
once años más joven que su marido, era una mujer inteligente
y voluntariosa. Con tenacidad admirable se había recibido de
maestra. El poeta diría que si recibió de su padre
(agricultor, hombre emprendedor, buen caballista) la pasión,
de su madre vino la inteligencia.
Cuando Granada cae en manos de los franquistas se impone en
la ciudad un régimen de terror y de inmediato comienzan los
fusilamientos. Nadie está seguro.
Poco después ya han caído centenares de personas de
izquierda. Lorca es amenazado por un grupo de
fascistas. Se pone en contacto con Luis Rosales,
poeta y amigo suyo, cuyos hermanos eran falangistas. Deciden
que vaya a la casa del padre de Rosales, hombre
conservador, donde piensan estará seguro.
Pero los enemigos de García Lorca denuncian a los
Rosales por proteger a un “rojo”, y el 16 de agosto
llega a detener a García Lorca un grupo encabezado
por un diputado del grupo de Gil Robles, Ramón
Ruiz Alonso, personaje despreciado por la izquierda
granadina.
Detienen a García Lorca durante dos días. Los Rosales
tratan de salvarlo, pero sin éxito. Lo que parece confirmado
es que el comandante Valdés consultó con el general
Queipo del Llano antes de dar la orden de matar al
poeta.
En la mañana del 18 o el 19 de agosto de 1936 (no se ha
establecido con certeza) Lorca estuvo unas horas en
la cárcel antes de ser llevado, con varios prisioneros,
entre ellos un maestro de escuela (Diósoro Galindo
González) y dos banderilleros (Joaquín Arollas y
Fancisco Galadí), y asesinado cerca de Fuente Grande,
en el municipio de Alfacar.
A los pocos meses García Lorca ya era el símbolo de lo
que era capaz un régimen impuesto por militares traidores a
su juramento de fidelidad a la Constitución, con el apoyo
-incluso con tropas- de Hitler y Mussolini.
El régimen que resultó de la traición a España duró 40
años. En las Américas sólo México mantuvo un
leal y consecuente apoyo a la causa de la República
Española.
Los integrantes de lo que se llamó la “España peregrina”
tuvieron fecunda influencia en las luchas por la democracia
en el mundo.
Comenta Jorge Guillén que junto al poeta García
Lorca, y no sólo en su poesía, “se respiraba un aura que
él iluminaba con su propia luz, era la fascinación que
causaba Federico de un modo irresistible; la simpatía
era su poder central, su modo de comunicación con el
prójimo, el genio de un imán que todo lo atraía”.
Pedro
Salinas
sostiene que Federico estaba siempre con su séquito:
“Lo seguíamos todos porque él era una fiesta”.
Su obra, muchas décadas después, sigue siendo una fiesta
luminosa.
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