Los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio
mutuo, y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está
aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes.
Si la justicia
internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van
presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos
quiénes tienen las llaves de las cárceles?
¿Por qué son intocables las
cinco potencias que tienen derecho de veto en Naciones Unidas? ¿Ese derecho
tiene origen divino? ¿Velan por la paz los que hacen el negocio de la
guerra? ¿Es justo que la paz mundial esté a cargo de las cinco potencias que
son las principales productoras de armas? Sin despreciar a los
narcotraficantes, ¿no es éste también un caso de “crimen organizado”?
Pero no demandan castigo
contra los amos del mundo los clamores de quienes exigen, en todas partes,
la pena de muerte. Faltaba más. Los clamores claman contra los asesinos que
usan navajas, no contra los que usan misiles.
Y uno se pregunta: ya que
esos justicieros están tan locos de ganas de matar, ¿por qué no exigen la
pena de muerte contra la injusticia social? ¿Es justo un mundo que cada
minuto destina 3 millones de dólares a los gastos militares, mientras cada
minuto mueren 15 niños por hambre o enfermedad curable? ¿Contra quién se
arma hasta los dientes la llamada comunidad internacional? ¿Contra la
pobreza o contra los pobres?
¿Por qué los fervorosos de
la pena capital no exigen la pena de muerte contra los valores de la
sociedad de consumo, que cotidianamente atentan contra la seguridad pública?
¿O acaso no invita al crimen el bombardeo de la publicidad que aturde a
millones y millones de jóvenes desempleados, o mal pagados, repitiéndoles
noche y día que ser es tener, tener un automóvil, tener zapatos de marca,
tener, tener, y quien no tiene, no es?
¿Y por qué no se implanta
la pena de muerte contra la muerte? El mundo está organizado al servicio de
la muerte. ¿O no fabrica muerte la industria militar, que devora la mayor
parte de nuestros recursos y buena parte de nuestras energías? Los amos del
mundo sólo condenan la violencia cuando la ejercen otros. Y este monopolio
de la violencia se traduce en un hecho inexplicable para los
extraterrestres, y también insoportable para los terrestres que todavía
queremos, contra toda evidencia, sobrevivir: los humanos somos los únicos
animales especializados en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una
tecnología de la destrucción que está aniquilando, de paso, al planeta y a
todos sus habitantes.
Esa tecnología se alimenta
del miedo. Es el miedo quien fabrica los enemigos que justifican el derroche
militar y policial. Y en tren de implantar la pena de muerte, ¿qué tal si
condenamos a muerte al miedo? ¿No sería sano acabar con esta dictadura
universal de los asustadores profesionales? Los sembradores de pánicos nos
condenan a la soledad, nos prohíben la solidaridad: sálvese quien pueda,
aplastaos los unos a los otros, el prójimo es siempre un peligro que acecha,
ojo, mucho cuidado, éste te robará, aquél te violará, ese cochecito de bebé
esconde una bomba musulmana y si esa mujer te mira, esa vecina de aspecto
inocente, es seguro que te contagia la peste porcina.
Eduardo Galeano
Tomado de
Comfia
21 de julio 2008
|