Alemania

José Martí

y la vigencia de su ideario

 

Guillermo Chifflet

 

 

 

Es difícil dar idea de todo lo que la obra y la personalidad de José Martí (1853-1895)  tienen de fascinante. Impresiona ante todo la armonía, jamás desmentida, de su vida y su obra.

 

A lo largo de su trayectoria vital, su lealtad básica será hacia los desposeídos. En “Versos Sencillos”, obra que muestra la definitiva adultez del poeta, reafirmará:

 

Con los pobres de la Tierra

quiero yo mi suerte echar

El arroyo de la sierra

me complace más que el mar

 

Esa misma sensibilidad inicial determinará, en Martí, su profunda convicción en la igualdad de los hombres. En 1895, poco antes de asumir su destino, escribió en el periódico “Patria”: “El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza u otra: dígase hombre y ya se dicen  todos los derechos”. Y más adelante: “Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro. Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro. En los campos de batalla, muriendo por Cuba, han subido juntas por los aires las almas de los blancos y los negros”.

 

Martí encontrará, además, en sus largos caminos de exilio por América, otro sector marginado, explotado: el indio. Hacia él consagrará también su lucha y sus lealtades. Entre cientos de textos nos dejó dicho, por ejemplo: “La inteligencia americana es un penacho indígena. ¿No se ve cómo del mismo golpe que paralizó al indio se paralizó la América? Y hasta que no se haga andar al indio no comenzará a andar bien América”.

 

El 4 de octubre de 1869 pasa un desfile de voluntarios españoles frente a la casa de Fermín Valdez, joven director de la publicación “El Diablo Cojuelo”, en la que se encuentran Martí y otros jóvenes. Se acusa a los muchachos de haberse burlado de los voluntarios. Por la noche la casa es allanada y se encuentra una carta, firmada por Martí y Valdez, dirigida a un condiscípulo. Le dicen: “Compañero: ¿has soñado tú alguna vez con la gloria de los apóstatas? ¿Sabes tú como se castigaba en la antigüedad la apostasía? Esperamos que no dejes sin contestación esta carta”.

 

Ambos firmantes son detenidos. En los interrogatorios cada uno se responsabiliza de ser autor único de la carta.

Finalmente, la pena mayor, seis años de cárcel y trabajos forzados, se dicta contra Martí, que, apenas adolescente, comienza así su prematuro martirio cívico.

 

De ese tiempo nace un dramático documento. Martí, que es trasladado en octubre de l870, por indulto, a Isla de Pinos y deportado meses después a España, publica en Madrid, un folleto vibrante: “El presidio político en Cuba”.

 

“Dolor infinito debía ser el único nombre de estas páginas”, comienza diciendo. Y describe los castigos a los que están condenados los prisioneros. Denuncia con nombre y apellido al Comandante del presidio, y además la condena a un niño de doce años, Lino Figueredo, que aún enfermo es obligado a trabajar en la cantera, y el cuadro de castigos de aquel presidio que define como “cementerio de sombras vivas”.

 

En 1878 hay una amnistía en Cuba. Martí vuelve a su tierra, trabaja como profesor: participa en actos donde trasmite su pasión. Un general que asiste a uno de esos actos donde Martí pronuncia, sin ambages, un discurso anticolonialista, dirá de él: “Es un loco, pero un loco peligroso”. No tarda, en consecuencia, en ser nuevamente deportado.

 

Entre 1878 y 1882 escribe “Ismaelillo” y “Versos Libres”. El primero dedicado a su hijo. “Espantado de todo –le dice- me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud y en ti”.

 

En 1884 renuncia al cargo de Cónsul General Interino de Uruguay en Estados Unidos. Su carta explica: “Hoy, que renacen las esperanzas de mi país y empiezo a alentarlas públicamente, daría mala prueba de mi cariño por Uruguay exponiéndolo, con mi participación señalada en los asuntos de mi tierra, a un altercado desagradable con la nación que hoy nos gobierna, y es su amiga.

No sin dolor dejaré de ver frente a mi mesa de escribir, el pabellón azul y blanco; pero hoy, el único modo de servirlo es abandonarlo”.

 

Su grandeza de espíritu determinó esa lealtad hacia Uruguay; aunque sus crónicas le crearon más de una vez, críticas y advertencias, él priorizó sus ideas. El director de la “Opinión Nacional”, de Caracas, advierte a su vez a Martí, su corresponsal en Estados Unidos: “Procure en sus juicios no tocar con acerbos conceptos a los vicios de este pueblo, porque eso no gusta aquí, y me perjudicaría”.

 

Hasta Domingo Faustino Sarmiento escribió: “Quisiera que Martí nos diera menos Martí, menos latinoamericano, menos español de raza y menos americano del sur y un poco más de yanqui, el nuevo tipo de hombre moderno…”.

 

Martí describirá, también ceñido a la verdad, los valores del pueblo estadounidense y sus grandes personalidades, pero no dejará de advertir los peligros de esa Republica

-son sus palabras- que ha caído en el culto desmedido de la riqueza.

 

En los últimos años, conmueve el impulso consciente que conduce a Martí hacia el final, sin vacilaciones. Comprende que el próximo paso del imperialismo será arrojarse sobre el  resto de América y sobre Cuba, y para prevenir el riesgo busca apresurar la independencia de la isla y asentarla sobre bases firmes y progresivas. Es conmovedora la brevísima carta de despedida a su hijo que comienza diciendo: “Esta noche salgo para Cuba…”, y termina: “Si desparezco en el camino, recibirás con esta carta, la leontina que usó en vida tu padre. Adiós. Sé justo”.

 

El 19 de mayo, en Dos Ríos, Máximo Gómez le ordena, en batalla, que permanezca a la retaguardia. Martí desobedece: se adelante contra el enemigo y cae mortalmente herido.

 

Pesa en nosotros –y perdónesenos una referencia personal- algo que asumimos como imperativo de conducta; lo que Martí dijo antes de ofrendar su vida por la libertad: “A los pueblos de América no pedimos ayuda, porque firmará su deshonra aquel que nos la niegue”.

 

 

  

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

4 de septiembre de 2009

 

 

 

 

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