Lástimas
por
Enildo Iglesias |
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Entusiasta, George Bush manifestó: “Me fastidia cuando me
dicen que no hago suficiente por la economía; miren lo que
estoy haciendo a favor de la industria del libro.”
Lástima que el actual boom editorial es provocado por la venta
de ejemplares dedicados a revelar intimidades de su
administración y a criticar sus decisiones de gobierno,
incluyendo los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la
guerra en Irak.
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Acaba de reunirse en Guatemala la vigésimo octava conferencia
regional de la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO) donde se puso de
manifiesto la preocupación existente por los pocos avances
obtenidos en la lucha contra el hambre y los 54,8 millones de
personas desnutridas en nuestro continente. Diez días antes,
se había reunido la Comisión de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas, que aprobó un documento donde se afirma que
“es intolerable que el mundo cuente con 840 millones de
personas subalimentadas y que cada siete segundos un niño
menor de diez años muera directa o indirectamente de hambre.”
El documento califica de “escándalo” el problema del hambre, y
que es un asunto que “atenta contra la dignidad humana.” En la
ocasión, fueron adoptadas una serie de medidas tendientes a
corregir este flagelo, recibiendo el voto afirmativo de 51 de
los 53 países miembros de la citada Comisión.
Lástima que Estados Unidos fue el único país que votó en
contra.
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La repulsa y la movilización popular llevaron a que la
pretensión de Estados Unidos de firmar a la brevedad el
Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) se encuentre
empantanada. En tiempo de elecciones, para tener algo que
mostrar a la ciudadanía y al mismo tiempo presionar a los
gobiernos díscolos, la administración Bush aceleró la
aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) con
Centroamérica. Los obedientes gobernantes centroamericanos
confían en que el TLC ayudará a sus pueblos a salir de la
miseria y que a partir de su firma pasarán a ser tratados como
iguales por el presidente de la potencia del Norte.
Lástima que la subjefa de los negociadores nicaragüenses,
Alicia Martín, haya denunciado que Estados Unidos está
realizando enmiendas “inaceptables” en el texto del Acuerdo.
Según Martín, se introdujeron algunos cambios de estilo, pero
hay otros que modifican lo acordado, entre ellos se encuentran
la telefonía rural, textiles, asignación de cuotas y zonas
francas.
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El pasado 1 de enero se conmemoraron 20 años de la entrada en
vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
En 1994, el entonces presidente de México, Carlos Salinas de
Gortardi, anunciaba el inicio de un largo ciclo de desarrollo
y prosperidad.
Lástima que en estos 20 años el déficit acumulado de
empleos en México llegue a 15 millones; que el poder
adquisitivo de los salarios haya caído 49,7 por ciento; que
hayan quebrado un millón y medio de pequeñas empresas; que
mientras la canasta básica aumentó 468,7 por ciento, el
salario solamente creció 185,8 por ciento y que de cada 10
nuevos empleos, siete son en la economía informal.
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Años atrás, el Fondo Monetario Internacional
(FMI) y el Banco Mundial (BM) comenzaron a presionar a
nuestros países para que se privatizara la seguridad social.
Así nacieron los fondos privados de pensión, que en opinión de
aquellas agencias internacionales nos llevarían de la mano a
un sistema más eficiente y seguro.
Lástima que ahora el BM reconozca que: “La reforma
del sistema de pensiones a lo largo de más de una década le ha
dado a América Latina importantes beneficios fiscales,
sociales (?) y financieros. Pero el fracaso en la extensión de
la previsión social y las pensiones privadas a un segmento más
amplio de la sociedad ha sido decepcionante”. Y que para Indermit Gill, asesor del BM, no se puede considerar que los
sistemas de seguridad social y pensiones privadas sean
exitosos “ si sólo uno de cada cinco trabajadores participa en
ellos, como sucede en varios países que han emprendido
reformas.” Diagnóstico que complementa Guillermo Perry, otro
asesor del BM, al afirmar que “la pobreza y la vejez siguen
siendo una amenaza para los ciudadanos de la región y que los
niveles de aportación resultan innecesariamente altos.”
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En 2002 los subsidios agrícolas de los países
industrializados llegaron a 235 mil millones de dólares, que
en teoría significaron promedialmente el 31 por ciento de la
renta de los agricultores.
Lástima que según la Organización para la Cooperación y
Desarrollo Económico (OCDE) de cada dólar del subsidio,
solamente una cuarta parte llega a los campesinos, pues “en
lugar de ir a los agricultores, buena parte de los subsidios
acaba inflando el precio de la tierra y beneficiando a
terratenientes ricos que no precisan realmente de ellos.”
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Desde que el primer ministro Tony Blair llegó
al gobierno en 1997, el Reino Unido creó 1,8 millón de nuevos
empleos, principalmente en el sector privado. La tasa de
desempleo en ese país, de 4,8 por ciento, es la más baja entre
los integrantes del Grupo de los 7, frente al promedio de 8
por ciento en la Unión Europea y 5,6 por ciento en Estados
Unidos.
Lástima que este incremento en el mercado de trabajo británico
sea el resultado de décadas de flexibilización laboral, por lo
que en el Reino Unido resulta más fácil que en el resto de los
países industrializados de Europa contratar personas para un
trabajo temporal.
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El argentino Gustavo Grobocopatel, factura 100
millones de dólares anuales produciendo soja y se define como
“un sin tierra.”
Lástima que 64 mil hectáreas de las 80 mil que explota, son
arrendadas, lo cual ha provocado que miles de familias
abandonaran el campo.
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La producción
industrial argentina se incrementó 5 por ciento respecto a
2001.
Lástima que lo hizo con 4,6 por
ciento menos de trabajadores y un salario real 14,6 por ciento
más bajo.
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Acaba de ser presentado el informe anual “Indicadores del
desarrollo mundial 2004” del BM. En el mismo se reconoce que
en 1981 vivían en América Latina 36 millones de personas con
un ingreso diario de un dólar, cifra que aumentó a 50 millones
en 2001. Y que en 1981 el número de latinoamericanos que
debían vivir con dos dólares por día era de 99 millones, cifra
que pasó a 128 millones en 2001.
Lástima por los burócratas del BM, que también debieron
admitir que en China, donde el PBI per cápita se multiplicó
por cinco desde 1981, el número de pobres bajó de 600 a 400
millones de personas. Que China haya logrado sacar de la
marginación a 200 millones de personas en 20 años, sin que sus
políticas económicas se apegaran al modelo impulsado por el BM
y el FMI, es algo que debería ser considerado seriamente.
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El año pasado, durante una cena con primer ministro de
Canadá, el presidente de México, Vicente Fox, refiriéndose al
Programa de Trabajadores Agrícolas Mexicanos Temporales (PTAMT)
expresó: “Hoy, el programa de trabajadores agrícolas
temporales representa un modelo de cooperación en la escena
internacional. Por ello hemos dado ya los primeros pasos para
extenderlo a otros sectores de la economía.”
Lástima que el PTAMT encubra una especie de semiesclavitud.
Antes de viajar, el trabajador seleccionado debe pagar su
pasaporte, examen médico, el visado canadiense y la mitad del
boleto de ida y vuelta. Ya en Canadá, antes de recibir
cualquier pago, debe pagar a su empleador por la vivienda
-generalmente insatisfactoria- que este le suministrará en la
misma finca, pagará al Estado canadiense por el seguro médico
y de desempleo que nunca recibirá, aportará para la jubilación
que tampoco percibirá y, como los canadienses, pagará el
impuesto sobre los sueldos. No puede cambiar de trabajo y si
el que desempeña no lo satisface, lo único que puede hacer es
regresar a México. De la evaluación que efectúe su empleador
dependerá que vuelva a participar del Programa el año próximo.
No existen los días de descanso y durante la cosecha, la
jornada diaria puede llegar hasta 18 o 20 horas, sin pago
adicional. Después de años de batallar, el sindicato local
UFCW, logró que en diciembre de 2001 la Suprema Corte de
Canadá reconociera a estos trabajadores el derecho a formar un
sindicato; pero al mismo tiempo la Corte resolvió que los
trabajadores no pueden declararse en huelga, ni los
empleadores tienen obligación de reconocer a los sindicatos.
Estas facilidades entusiasmaron a algunas empresas, tal el
caso de Cargill e IBP, que comenzaron a contratar en sus
empacadoras de carne mano de obra barata de trabajadores
migrantes, especialmente mexicanos.
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Enildo Iglesias
© Rel-UITA
6 de mayo de 2004
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